Los jóvenes y los barrios periféricos toman la antorcha de las manifestaciones en Colombia, un mes después

Después de 43 muertos y 129 desaparecidos por la represión policial, el Paro Nacional pierde fuerza pero la indignación se mantiene

Rodrigo Sedano Saiz / Rosa Pérez Masdeu
y Rodrigo Sedano Saiz / Rosa Pérez Masdeu

BogotáHace un mes que empezó el Paro Nacional en Colombia y nadie sabe decir hacia dónde va la protesta. Un mes de movilizaciones y Colombia suma 43 homicidios supuestamente a manos de la fuerza pública, según el recuento del ONG Temblores. En la capital, las movilizaciones pierden fuerza a medida que avanzan los días, pero los barrios periféricos mantienen el pulso al Estado, sobre todo por la noche. Ahí, la rabia contenida data de mucho antes del 28 de abril.

Quien vive al día no puede sumar más jornadas de parada y los sectores menos necesitados empiezan a conformarse con la retirada de la reforma tributaria, la que hizo estallar las protestas, y la de salud. Algunos tienen esperanza en un cambio de ciclo de cara a las elecciones presidenciales del año próximo, mientras que el gobierno actual dilata las negociaciones con el comité de paro, con el que la mayoría de jóvenes manifestantes no se sienten representados.  

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“El gobierno está muy cómodo, porque percibe que si se mantienen las marchas y los bloqueos de carreteras, las clases media y alta se cansarán y acabarán otra vez votando al Centro Democrático [partido del expresidente Uribe y de Iván Duque]. Por eso el gobierno no quiere negociar nada”, opina el subdirector del centro de estudios Paz y Reconciliación, Ariel Ávila. 

La violencia represiva de la fuerza pública llenó las calles de indignación las primeras semanas. Ahora la protesta sigue una tendencia de altos y bajos que Ávila denomina "electrocardiograma". “Por ejemplo, el miércoles en Bogotá todo fue tranquilo, mientras que en Usme [al sur de la capital] las calles se incendiaron. Fue durísimo, más de 100 heridos. Antes había sido Cali y mañana será otra ciudad. Pero ya no coincide en todo el territorio en el mismo momento”.  

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Usme es uno de los barrios populares del sur de Bogotá, con montañas que han sido pobladas con oleadas de desplazados forzados. “La última, a principios de los 2000 con el gobierno de Uribe. ¿Quién vivimos ahí? Gent a los que nos ha tocado. No es que nos guste, pero solo podemos intentar salir adelante”, explica Juan Carlos Prieto, miembro de Movimiento Rock por los Derechos Humanos de Ciudad Bolívar. 

La capital se despertó el 22 de mayo con una pintada que ocupa los seis carriles de la Carrera Séptima, a la altura de Calle 63: “¿Dónde están nuestros desaparecidos?” Una de las preocupaciones, históricas, del país son las desapariciones. “En medio de las movilizaciones, las fuerzas del Estado detienen y se llevan a personas que después no se pueden localizar”, explica la directora de la Unidad de Búsqueda de Personas Desaparecidas, Luz Marina Monzón. Después de un mes de protestas, la Fiscalía registra 129 personas desaparecidas, y ONGs como Temblores, más de 200. 

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El ministro de Defensa esquiva una moción de censura

El Paro se ha llevado la Copa América de Colombia. Ha caído el ministro de Hacienda, la cancillera y el alto comisario por la Paz, responsable de las negociaciones con el Comité de Paro. Pero el ministro de Defensa, Diego Molano, de quien también depende la policía, se mantiene firme en el cargo. El jueves esquivó una moción de censura en el Senado. “El gobierno ha comprado con cargos toda la cámara. No habrá reformas de nada”, afirma Ávila.

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"¡Petro, basta ya!" La última edición de la revista Semana publicaba en portada la cara en llamas de Petro, la principal figura de la oposición de izquierdas de cara a las elecciones de 2022. Lo acusan de promover las movilizaciones. “Petro va con mucha precaución, para que no lo puedan culpar realmente de nada. Y esto es positivo, porque este vacío hace que sean los jóvenes quienes llevan la iniciativa”, añade el analista. 

Las jóvenes generaciones movilizadas saben que suponen un punto de inflexión. Han perdido gran parte del miedo impuesto por décadas de guerra interna. “Ni un minuto de silencio, toda una vida de combate”, entonan. Pero la pregunta que flota sobre la protesta es: ¿cómo se cambia un país?