Nueva Zelanda abandona el sueño del 'covid cero'

La variante delta obliga al gobierno laborista a aceptar que es imposible eliminar la infección

Anna Jover
y Anna Jover

Auckland¿Eliminación total o mitigación de la infección? El mundo ha estado un año y medio tratando de encontrar la mejor manera de combatir la pandemia del coronavirus. La mayoría de países han optado por la contención, con escaladas y desescaladas de las restricciones. Excepto unos cuantos que se han atrevido a mantener durante meses la estrategia del covid cero, es decir, la supresión de la transmisión para mantener los contagios a un nivel muy residual. Es el caso, por ejemplo, de China, Vietnam, Australia y Nueva Zelanda. Muy pocos, sin embargo, se siguen aferrando a esta estrategia. El último en anunciar que abandona el sueño de los cero contagios ha sido Nueva Zelanda, que se resigna a tener que convivir con el virus, a pesar de que ha garantizado que se esforzará para mantenerlo tan a raya como pueda.

Hasta ahora, Nueva Zelanda ha sido uno de los países que ha gestionado con más éxito la pandemia: gracias al cierre absoluto de las fronteras y la aplicación de confinamientos cortos y rigurosos, ha podido mantener la estrategia covid cero durante 18 meses y limitar el número de víctimas: con una población de casi 5 millones de habitantes, la pandemia ha provocado 28 muertos.

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La llegada de la variante delta a mediados de agosto ha obligado al gobierno laborista a rectificar su plan de acción contra el virus: después de siete semanas de estricto confinamiento, la primera ministra, Jacinda Ardern, ha anunciado esta semana la relajación gradual de las restricciones para la ciudad más poblada del país, Auckland. La razón que ha dado es que esta vez el confinamiento no está sirviendo para eliminar el virus, con una media de veinte casos diarios. Ardern admitía que la variante delta es un adversario más fuerte del que se pensaba: “Lo que primero definimos como una cola larga de casos se ha convertido en un tentáculo que nos está resultando muy difícil de desenganchar”.

En contra de los expertos

El “tentáculo” delta no tan solo ha conseguido instalarse entre la comunidad neozelandesa, sino que también está haciendo tambalear la popularidad de la primera ministra. El desgaste que el confinamiento está provocando entre la población ha hecho que Ardern, por primera vez, tome una decisión en contra de las recomendaciones de la mayoría de epidemiólogos del país. Los expertos consideran que es demasiado pronto para relajar las restricciones, puesto que solo la mitad de ciudadanos del país están inmunizados contra el covid (casi un 80% de la población diana ha recibido la primera dosis de la vacuna de Pfizer, y un 50% ya tiene las dos dosis).

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El profesor Michael Plank, experto en matemáticas y estadística, forma parte de los asesores que han ayudado al gobierno neozelandés en la lucha contra el coronavirus: “Si nos fijamos en el número de camas per cápita que tenemos en las unidades de cuidados intensivos, nuestra cifra es una de las más bajas de la OCDE. Esto nos deja muy vulnerables ante un posible brote de covid". Pone el ejemplo del estado de Victoria, en Australia, donde el porcentaje de vacunación es similar al de Nueva Zelanda: "En solo seis semanas han pasado de 20 casos diarios a 1.500, y tienen una media de 100 personas en la UCI. Si esto pasara en Nueva Zelanda, significaría que los pacientes de covid ocuparían casi la mitad de nuestra capacidad de medicina intensiva”.

Críticas de la oposición

Durante 18 meses, la oposición ha apoyado al gobierno laborista en la lucha contra la pandemia, anteponiendo el bien común a los intereses partidistas. La variante delta ha provocado que rompan filas y critiquen a la primera ministra por no haber aprovechado los cinco meses en los que Nueva Zelanda estuvo libre de covid para reforzar el sistema sanitario e inmunizar a la población.

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“Los neozelandeses no teníamos prisa para vacunarnos porque nos habían dicho que no hacía falta, que habíamos ganado”, explica al ARA Simon O’Connor, diputado del principal partido de la oposición, el National Party, de centroderecha. “La apatía del gobierno se reflejó entre la población", añade, y lo atribuye a un "problema de liderazgo" y al hecho de que no había bastante vacunas ni centros de vacunación. Además, asegura, el sistema para solicitar la inmunización "era lento y estaba limitado a solo unos grupos". "Malgastamos este tiempo y ahora estamos intentando ponernos al día, con un confinamiento que está costando a la economía de Auckland mil millones de dólares por semana”, lamenta.

Con el abandono de la estrategia covid cero, Nueva Zelanda se enfrenta por primera vez, como el resto del mundo, al desafío de convivir con la infección y controlarla. Una apuesta que, según el partido Maori, agravará las crisis sociales latentes y la desigualdad. Los porcentajes, de momento, confirman este miedo: a pesar de que los maoris y los ciudadanos de las islas del Pacífico solo representan el 27% de la población neozelandesa, un 83% de los casos del actual brote se concentran en las comunidades indígenas.