COVID -19

Ni la ómicron altera el plan de la China contra la pandemia

Pekín registra dos casos y sigue optando por medidas extremas para evitar convivir con el virus

DOLORS RODRÍGUEZ PUERTO
y DOLORS RODRÍGUEZ PUERTO

PekínEl jueves la Unión Europea celebraba la última cumbre del año. Sobre la mesa, varios temas: desde la tensión con Rusia por la situación en la frontera con Ucrania hasta la crisis energética. Pero destacaba uno: la variante ómicron, según varios estudios mucho más contagiosa, vuelve a ser un auténtico dolor de cabeza pandémico para los gobiernos europeos, que recuperan restricciones para intentar frenar la escalada de contagios y buscan coordinarse para no revivir épocas oscuras.

En la China, la situación es diferente. El gobierno continúa presumiendo de tener la enfermedad controlada y de haberla sabido gestionar mejor que Occidente. Pekín solo ha informado de unos cuantos casos de esta variante, el primero el pasado lunes. El paciente llegó desde el extranjero al aeropuerto de Tianjin, cerca de Pekín, y la variante -originaria del sur de África- fue detectada mientras hacía la cuarentena obligatoria que todo el que llega a territorio chino tiene que hacer. Fue aislado y recibe tratamiento en un hospital. El martes se confirmaba un segundo caso en la ciudad de Canton (Guangzhou), al sur del país. El afectado es un hombre de 67 años que también había volado desde el extranjero.

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Pero estos pocos contagios de ómicron -si se compara con el resto del mundo- han sido suficientes para, aparentemente, generar preocupación en el entorno de Xi Jinping. Y es que el estricto cierre de fronteras que presenta el gigante asiático desde el inicio de la pandemia no le ha valido para evitar la llegada de la variante, y las autoridades temen que esto sea una amenaza para su estrategia de covid cero. Hasta ahora Pekín ha reivindicado los buenos resultados de esta táctica, que implica un estricto control de movimientos de la población y mantener las fronteras cerradas desde marzo del 2020. Solo se permite la entrada de nacionales y de residentes extranjeros, pero que tienen que pagar un peaje lleno de controles y restricciones antes de poder hacer vida normal. A la llegada es obligatoria una cuarentena de al menos 14 días recluido en la habitación de un hotel designado por las autoridades. En algunas ciudades, como Pekín, son más estrictas y la cuarentena se prolonga hasta los 21 días. Algunos países habían intentado seguir la estrategia pero lo han ido abandonado por el alto coste económico y político que supone. El contexto chino, también en este aspecto, es diferente.

Aunque este otoño ha habido pequeños brotes en varias provincias, la situación no tiene nada que ver con la que se vive en el resto del mundo. Pekín ha confirmado poco más de cien mil casos desde que se inició la pandemia a Wuhan el 2019 y solo 4.636 muertos en una población de 1.400 millones de habitantes. En los Estados Unidos, por ejemplo, se han superado las 800.000 muertos. Muchos, sin embargo, desconfían de las cifras que difunden las autoridades chinas.

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Las cifras diarias actuales también son muy bajas: ayer la Comisión Nacional de Salud confirmaba 76 nuevos contagios. Nada que ver con las cifras europeas.

Vida bastante normal

En el país la vida es bastante normal, aunque la mascarilla es obligatoria en el transporte y los lugares públicos cerrados como por ejemplo cines o centros comerciales. Escuelas, empresas, comercios y el sector del ocio continúan abiertos con normalidad. El código de salud que todo el mundo lleva en el móvil es necesario en muchas ciudades para acceder a los establecimiento públicos. Y es que el gobierno chino mantiene a raya el covid-19 gracias a un desarrollado sistema de rastreo a través del Big Data, tests masivos a la población y lo que se ha empezado a calificar de estrategia “covid cero dinámica”, que consiste en aislar rápidamente cualquier lugar y personas donde se detecte un contacto.

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Por ejemplo, el contagiado de ómicron de Canton había hecho 15 días de cuarentena en Shanghai y había dado negativo en los PCR. Voló a su ciudad para someterse a una tercera semana de aislamiento domiciliario. En un nuevo test dio positivo y fue hospitalizado. El ayuntamiento selló su edificio y todos los vecinos fueron evacuados y enviados a instalaciones de cuarentena. Los tres edificios próximos fueron aislados sin dejar salir a nadie. Más de 13.000 habitantes del barrio fueron testados. Se cerraron las entradas y salidas del metro próximas y los taxis no podían parar en la zona. Medidas extremas y difíciles de aplicar fuera de la China, pero que los chinos aceptan con resignación.

Cerca del 85% de la población está vacunada y ya se han empezado a suministrar terceras dosis. Pero teniendo en cuenta que la China empezó a vacunar en septiembre de 2020, es difícil creer que la masa de vacunados mantenga un buen nivel de inmunidad. Zhong Nanshan, el principal experto del país, ha asegurado que la China no puede mantener una alta tasa de contagios como Europa o los Estados Unidos porque su sistema sanitario no lo soportaría y resulta más efectivo evitar los contagios con la estrategia covid cero. La pregunta es: ¿hasta cuándo?