¿Qué es y qué hace la Autoridad Palestina?

La apuesta por buscar un relevo en Hamás choca con el descrédito del gobierno de Mahmud Abbas

Fuerzas de seguridad palestinas durante un entrenamiento en la ciudad de Hebrón, en Cisjordania, en el marco de los esfuerzos de la Autoridad Palestina por reforzar el control en la región.
26/09/2025
3 min

BarcelonaDesde los ataques palestinos del 7 de octubre de 2023, la Unión Europea y los países árabes buscan convertir a la Autoridad Palestina en una alternativa de gobierno a Gaza para sustituir a Hamás. Es lo que hay detrás de la conferencia sobre los dos estados que patrocinaron el lunes en Nueva York Francia y Arabia Saudí, en los que varios países aliados de Israel dieron el paso de reconocer formalmente al estado palestino. Un reflotamiento internacional de la Autoridad Nacional Palestina (ANP), un cuerpo totalmente desacreditado entre los palestinos, por la carencia de garantías democráticas, la corrupción y el nepotismo. Por eso el presidente francés Emmanuel Macron impulsa una reforma de la Autoridad dirigida por Mahmud Abbas. Sin embargo, lo que no queda nada claro es que reflotarla entre dentro de los planes del gobierno de Benjamin Netanyahu, que ya está preparando la anexión del otro territorio palestino, Cisjordania, donde la AP ejerce todavía algunas funciones administrativas mientras se intensifica la ocupación israelí.

La ANP, creada en los años noventa a raíz de los Acuerdos de Oslo, debía ser un organismo transitorio que guiara a los palestinos hacia el estado propio. Con el colapso del proceso y la desaparición práctica de la solución de dos estados, la ANP perdió su razón de ser y ha terminado convertida en una institución vacía. Reducida a la gestión de los servicios públicos, escuelas y hospitales ya la vez cada vez más violenta contra los palestinos que se atreven a enfrentarse a ellos. Asimismo, los donantes internacionales han ido recortando su financiación: si en 2013 las ayudas exteriores representaban un tercio del presupuesto, en 2022 sólo suponían un 3%. Israel, por su parte, retiene los impuestos recaudados a los palestinos e impone restricciones que han debilitado aún más a la Autoridad. Además, con Gaza sometida a una operación militar genocida y Cisjordania ahogada económicamente, el papel de Ramala es poco más que una sigla flotante en el aire.

Antes de los ataques desde Gaza, el 80% de palestinos ya consideraban la ANP un cuerpo corrupto. Hace años que se ve como una especie de subcontratista de seguridad de Israel, que reprime movimientos opositores en Cisjordania y arresta a cientos de palestinos bajo el pretexto de combatir el terrorismo. Esto ha mermado aún más su legitimidad, que cayó bajo mínimos el pasado invierno, cuando sus fuerzas especiales, en connivencia con las autoridades israelíes, protagonizaron una fuerte represión en los campos de refugiados del norte de Cisjordania: asesinatos, asedios y detenciones masivas. La Autoridad de Abu Mazen presentaba en Israel y sus aliados internacionales sus credenciales para ofrecerse a controlar Gaza, pero la resistencia a los campos continuó y fue Israel quien terminó el trabajo vaciando a Jenín y Tulkarem, que se convirtieron en una reproducción a pequeña escala de la Franja de Gaza. La ANP intentó silenciar el malestar por aquellas operaciones prohibiendo las emisiones de Al Jazeera en Cisjordania.

Veinte años sin elecciones

Mahmud Abbas, presidente de la ANP desde 2005 y de 88 años, es una figura profundamente impopular. Su mandato caducó en el 2009 y desde entonces no se han vuelto a convocar elecciones en Palestina. Las últimas, las legislativas de 2006, las ganó Hamás, resultado que las grandes potencias e Israel no aceptaron. Desde entonces, los intentos de reforma han fracasado. La ausencia de un claro relieve ha favorecido el deterioro interno y la fragmentación del movimiento Fatah, la formación que Abbas heredó del icónico Yasser Arafat y que era el grupo más importante del movimiento nacional palestino, con un programa laico y democrático. Las otras alternativas más a la izquierda, como el Frente Popular para la Liberación de Palestina o el Frente Democrático, han quedado aniquiladas por la represión.

Varios nombres aparecen como posibles sucesores de Abbas, pero ninguno tiene consenso. Husein al-Sheij, secretario ejecutivo de la OLP, es el preferido en Washington por su experiencia y sus contactos con Israel. Marwan Barghouti, encarcelado desde 2002 por su implicación en la segunda intifada, sigue gozando de una gran popularidad y probablemente derrotaría tanto a Abbas como a Hamas en unas elecciones. Por eso Israel le mantiene entre rejas. Mohamed Dahlan, antiguo líder de Fatah en Gaza, tiene arraigo en la Franja, pero está marcado por su vínculo con los Emiratos Árabes Unidos, aliados de Israel. Otras figuras, como Nasser al Qudwa, sobrino de Arafat, han sido expulsadas del partido por desafiar a la autoridad presidencial.

El resultado es una organización desacreditada, sin recursos, sin proyecto y rechazada por su propia población. El aumento de la violencia en Cisjordania y las victorias de blogs afines a Hamás en elecciones universitarias muestran hasta qué punto el descrédito de la ANP ha abierto espacios para otras alternativas. El plan de París y Riad que se convierta en la alternativa de gobierno a Hamás parece que sólo existe sobre el papel. Y está claro que no entra en el guión de Netanyahu.

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