Cita global (y crucial) en Egipto para conseguir un alto el fuego definitivo en Gaza
Trump, líderes europeos y del mundo árabe participarán en la cumbre, conscientes de la fragilidad de la primera fase del acuerdo
BeirutLa ciudad egipcia de Sharm el Sheij se convierte hoy en el epicentro de las negociaciones sobre Gaza. Aprovechando la firma del plan de paz de Trump, liderazgos regionales e internacionales se reúnen este lunes con el objetivo de transformar la frágil pausa humanitaria actual en un alto el fuego duradero y definitivo que permita empezar un proceso político más amplio. La cumbre coincide con la esperada liberación de los rehenes israelíes que quedan en la primera fase del acuerdo de alto el fuego mediado por Trump, un gesto que añade dramatismo y urgencia a la cumbre. Egipto no es nuevo en el papel de mediador, pero el contexto actual es más complejo que nunca: el conflicto ha alterado alianzas, ha incrementado las tensiones regionales y ha vuelto a situar la cuestión palestina en el centro de la agenda internacional.
En la cumbre participan actores clave. Egipto, anfitrión y mediador histórico entre Israel y Hamás, aspira a reforzar su posición como puente diplomático. Qatar, con influencia sobre Hamás y capacidad financiera, acude con la intención de garantizar la continuidad de la ayuda humanitaria y explorar posibles acuerdos de intercambio de prisioneros. Jordania y Arabia Saudí exigen garantías políticas para los palestinos, y alertan de que cualquier acuerdo sin una perspectiva política sólo serviría para consolidar elstatu quo. Naciones Unidas y la Unión Europea aportan presencia internacional, aunque limitada ante el peso de las potencias regionales. Y el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, será uno de los grandes protagonistas, que se presentará en el mundo y en la región como el verdadero artífice del acuerdo.
Israel llega a la reunión bajo una fuerte presión interna y externa. Tras meses de ofensiva militar y destrucción generalizada, su gobierno está dividido sobre el futuro de Gaza: algunos sectores apuestan por una administración directa prolongada, mientras que otros prefieren una gestión civil con supervisión internacional. El encuentro en Sharm al-Sheij ofrece un espacio para calibrar posiciones y explorar posibles compromisos, aunque sin grandes expectativas de avances inmediatos.
Para los países árabes, la cumbre representa también una prueba política delicada. Ninguno quiere aparecer como cómplice de la estrategia israelí, pero todos son conscientes de que sin coordinación regional será imposible sostener un alto el fuego estable. Arabia Saudí observa la situación con cautela: su proceso de apertura hacia la normalización con Israel, que había avanzado antes de la guerra, ha quedado congelado, y cualquier movimiento futuro dependerá de pasos concretos hacia una solución política para los palestinos. Jordania, directamente afectada por las repercusiones humanitarias y de seguridad, insiste en evitar un nuevo desplazamiento masivo de población hacia su territorio. Otros estados del Golf priorizan la estabilidad y la recuperación económica, pero procuran no asumir costes políticos inmediatos.
La visita de Trump introduce un componente geopolítico relevante. A pesar de haber apoyado constantemente a Israel desde el inicio del conflicto, hasta ahora había evitado involucrarse directamente en la mediación. Con esta cumbre, la Casa Blanca busca reclamar un rol protagonista en Oriente Medio y demostrar que puede obtener resultados concretos allá donde otras administraciones han fracasado. Pero el recuerdo de su primer mandato –el reconocimiento de Jerusalén como capital de Israel, el recorte de fondos en la UNRWA y la normalización de relaciones entre Israel y varios países árabes sin avances para Palestina– genera recelo en amplias capas del mundo árabe. Su papel como "mediador" genera cautela, y su viaje se limita a Egipto.
El Cairo, por su parte, afronta un desafío propio. El paso fronterizo de Rafah se ha convertido en un corredor vital para la entrada de ayuda y la salida de heridos. Las autoridades egipcias combinan la presión diplomática con el control de los suministros, en un intento de reforzar su legitimidad internacional y afianzar su influencia regional en un momento de graves dificultades económicas y fuerte dependencia de los apoyos financieros del Golfo.
Una gran incógnita
La gran incógnita es si la cumbre podrá ir más allá de la mera gestión humanitaria. Las anteriores treguas demostraron que los altos el fuego pueden aliviar temporalmente la crisis, pero no abordan las causas estructurales del conflicto ni establecen mecanismos de supervisión estables. La fragmentación palestina y la desconfianza entre las partes dificultan cualquier progreso real. Mientras los países árabes quieren evitar una escalada regional, Estados Unidos busca una victoria diplomática que refuerce su imagen de liderazgo global, y Egipto aspira a consolidar su papel como mediador imprescindible.
No hay garantías de que de El Cairo salga un acuerdo histórico. Pero el simple hecho de que tantos actores con intereses tan dispares se sienten en una misma mesa indica que, por primera vez en meses, se abre un espacio político –aunque limitado, frágil y muy acondicionado– para explorar posibles salidas negociadas. El reto será transformar esos intereses compartidos en compromisos duraderos. Dicho de otro modo: pasar de la tregua a una paz que, aún siendo lejana, empiece a vislumbrarse en el horizonte.