"Ya no somos refugiados": esperanza y dudas entre los sirios que vuelven a casa

Celebraciones y anhelos de libertad se encuentran con el miedo a nuevos regímenes y la realidad de un país fracturado

Masnaa (paso fronterizo entre Líbano y Siria)En el paso fronterizo de Masnaa, que separa el Líbano de Siria, el Qays, un niño de cuatro años, pisa suelo sirio por primera vez. Lo hace en brazos de su padre, Mohamed Amer, que huyó de Qousseir en el 2013, tras la ofensiva del ejército sirio y Hezbolá. El Qays nació como refugiado en los campamentos de Shtoura, a tan sólo 15 kilómetros de la frontera. "Ya no somos refugiados", declara Amer con una mezcla de alivio y esperanza, al día siguiente de la caída del régimen de la dinastía Al Assad. Para él, este regreso no es sólo un estribillo, sino una reivindicación de su identidad. "Por primera vez, me enorgullece decir que soy sirio. La vergüenza ha cambiado de lado". Ahora sueña con una nueva Siria en la que hablar no sea una amenaza. Mientras, su hijo sostiene una bandera de la revolución siria impresa en una hoja de papel.

No todo el mundo comparte la misma percepción del futuro. Afaf, que llegó al campo de refugiados de Barr Elias desde Idlib cuando tenía 13 años, levanta una bandera hecha a mano mientras ofrece una perspectiva más crítica. "No sólo queremos un cambio de régimen, queremos una revolución que lleve derechos, no sólo lo básico para sobrevivir", expresa. Para ella, una nueva Siria debe construirse sin divisiones religiosas, una visión que muchos comparten mientras también ondean banderas palestinas, símbolo tanto de solidaridad como de la carencia de alternativas.

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El paso fronterizo de Masnaa es un hervidero de emociones. Aquí, las celebraciones chocan con las dudas. Aunque algunos entran con determinación, otros se mantienen indecisos. Mohamed, de 24 años, y su hermano Aref, de 20, tienen intención de cruzar oficialmente años después de haberlo hecho clandestinamente en dirección contraria para evitar el servicio militar. "Estamos un poco asustados con este nuevo régimen, pero si hay trabajo, estaremos bien", asegura Aref, mientras su hermano confiesa emocionado: "Lo mejor será volver a vivir con nuestros padres".

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La frontera es también escenario de complejas dinámicas burocráticas. Mazen, originario de Ghouta, se esfuerza por completar el formulario rosado necesario para salir del Líbano, mientras que otros se enfrentan a la falta de documentos legales oa la incapacidad de saldar deudas relacionadas con permisos de residencia. En medio del caos, un agente de seguridad libanés susurra con exasperación: "No saben si quieren quedarse o irse. Pero que se vayan de una vez por todas".

Entre la multitud, se perciben historias cargadas de dolor como la de Abou Ahmad, que busca a familiares encarcelados durante más de una década, aferrándose a la esperanza de que hayan sobrevivido. Celebraciones y anhelos de libertad se encuentran con el miedo a nuevos regímenes y la realidad de un país fracturado.

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Regreso hacia Líbano

La frontera no sólo es testigo de quienes vuelven a Siria. En dirección opuesta, familias sirias se despiden de su tierra, cargadas con maletas y aire visible de incertidumbre. La carretera, marcada por los recientes bombardeos, es una metáfora de un país en tránsito, donde el retorno y el éxodo conviven en un complejo equilibrio.

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La Manal, apoyada en una muleta, espera reunirse con familiares en Nabatieh, en el sur del Líbano, aunque admite que "todo ha cambiado demasiado". "Queremos volver a una Siria secular, pero no sabemos si será posible", expresa por su parte su prima Rashida, que deja entrever el escepticismo sobre lo que vendrá.

Más allá de la primera línea de control, un paisaje de montañas ofrece rutas para quienes no pueden atravesar oficialmente la frontera. En sus caminos están los que no tienen los papeles necesarios o el dinero para conseguirlos, con el objetivo de empezar de nuevo o al menos no continuar en la difícil situación en la que viven.

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La carretera que une ambos lados de la frontera es una metáfora de este tráfico, marcada por los bombardeos recientes y testimonio de una migración constante, entre el retorno y el éxodo. Mientras, en el horizonte, un cartel de "Bienvenidos a Siria" contrasta con la incertidumbre de quienes atraviesan esta frontera, en busca de una patria que aún lucha por definir su futuro.