Trump y el Nobel de la paz
Donald Trump tiene una fijación en estos últimos días: quiere conseguir el Nobel de la Paz. Este verano, el primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, apoyó al aspirante, y el propio presidente de Estados Unidos, sin una gran modestia, se ha propuesto para el galardón.
Este viernes, el Comité Noruego del Nobel designará al ganador de este año, y podría ser una oportunidad para ver en qué dirección se mueve el mundo. A lo largo de la historia algunos de los premios Nobel han sido polémicos, en particular si lo contemplamos desde nuestra perspectiva. Sin duda una victoria de Trump sería controvertida, aunque no sería ninguna gran sorpresa.
Otro personaje que a ojos de sus seguidores reúne las condiciones para obtener el premio es Benjamin Netanyahu. En Israel ha habido voces en este sentido, aunque el primer ministro está bajo orden de captura por parte del Tribunal Penal Internacional por crímenes de guerra y genocidio.
Justo el día antes de que se conceda el premio, Trump ha querido ser el primero en anunciar el acuerdo para un alto el fuego en Gaza que se ha podido cerrar gracias a sus presiones y de acuerdo con un plan propuesto por él mismo.
Si Trump hubiera querido, la guerra podría haberse acabado poco después de su entrada en la Casa Blanca, el pasado mes de enero, pero es una realidad que no ha querido. Por el contrario, ha proporcionado a Netanyahu todo lo que este le ha pedido en cuestión de armamento, y ese apoyo ha permitido la continuidad del genocidio.
La mera idea de que Trump y Netanyahu puedan ser considerados candidatos al Nobel de la Paz dice mucho del mundo del siglo XXI en el que vivimos, un mundo que al periodista Robert D. Kaplan le recuerda la época de la República de Weimar. Entonces, en los años veinte del siglo pasado, el mundo cultural y social alemán estaba en plena ebullición, pero la política se colapsó y en pocos meses llegó Hitler.
Kaplan no es ningún radical en el sentido que damos a Occidente a esta palabra. Aunque en su reciente libro Tierra baldía no lo dice, en su juventud se enroló en el ejército israelí, y hoy es un analista con una notable reputación internacional y no para de dar conferencias. La impresión que queda leyendo el libro es que estamos delante de un militarista en toda regla.
Un nuevo orden mundial
Sin embargo, las referencias a Trump que hay en el libro no son muy positivas. Responden a la opinión general que existe en el mundo occidental, y concretamente entre los intelectuales liberales que viven con unos viejos parámetros que se están agrietando rápidamente. En este contexto, Kaplan insiste en que nuestro mundo se aproxima mucho al de la República de Weimar.
Es curioso que lo que más preocupa a Kaplan sea que en el mundo impera la idea de desorden. Esto recuerda a Goethe cuando decía que la injusticia es preferible al desorden, un planteamiento que tácitamente aprueba Kaplan. Trump y Netanyahu se dedican a la política porque quieren restaurar el orden en la sociedad occidental, una sociedad que tiene referencias débiles en todas las disciplinas, es decir, no autoritarias.
El presidente estadounidense dispone todavía de cuatro años para ganar el Nobel. Si lo logra en cualquiera de los cuatro años, será una señal clara de la transformación que experimenta la sociedad occidental, y confirmará que el liberalismo dominante de las últimas décadas ha caído definitivamente en beneficio de las ideas conservadoras, e incluso reaccionarias, que representan Trump y Netanyahu.