El presidente tunecino se aferra al poder absoluto

Un mes después de otorgarse poderes excepcionales, Kaïs Saïed no ha nombrado a un nuevo primer ministro ni ha presentado su hoja de ruta

Ricard G. Samaranch
y Ricard G. Samaranch

TunisEl presidente de Túnez, Kaïs Saïed, parece disfrutar tanto ejerciendo un poder absoluto que le cuesta desprenderse de él. Lunes, cuando se cumplía el plazo de un mes que él mismo había fijado, Saïed decidió prolongar las "medidas excepcionales", decretadas por él mismo a partir de una interpretación muy forzada de un artículo de la Constitución pensado para casos de "peligro inminente" para la seguridad nacional. Entre las medidas adoptadas, figura la congelación del Parlamento y la asunción de plenos poderes ejecutivos después de haber sustituido al primer ministro, Hichem Mechichi.

A pesar de que hacía días que se esperaba que el jefe de estado dirigiera un mensaje a la nación, la extensión de este periodo de excepcionalidad se hizo a través de un mensaje colgado en la página de Facebook de la Presidencia a medianoche. Eso sí, la nota aseguraba que el presidente comparecería en "los próximos días". A pesar de las presiones de las cancillerías occidentales y de la sociedad civil tunecina para nombrar un nuevo primer ministro y presentar su hoja de ruta, Saïed no ha hecho ni una cosa ni la otra.

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De hecho, Saïed ni siquiera ha explicado claramente cuáles son los "peligros" que lo llevaron a recurrir al artículo 80. El país hace meses que vivía una grave crisis política y económica, a la que se tiene que sumar una virulenta oleada estival de infecciones de covid-19. Ahora bien, esta semana Saïed cargó contra el conjunto de la clase política tunecina, dando a entender que su incompetencia podría ser la razón de su golpe de estado. "Con su forma de trabajar, las instituciones políticas son un peligro que pesa sobre el estado. El Parlamento mismo es un peligro para el estado".

Amplio apoyo popular

De acuerdo con las encuestas, el presidente dispone de un amplio apoyo entre una población harta de las corruptelas y la mala gestión de la clase política que ha gobernado el país durante la última década, es decir, desde la Revolución que destronó al dictador Ben Ali. Precisamente, Saïed, un independiente de 63 años que arrasó en las elecciones presidenciales de 2019, debe buena parte de su popularidad a su fama de hombre íntegro y austero.

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Según los rumores que circulan en Túnez, el prestigioso gobernador del Banco Central habría respondido a la oferta de Saïed para dirigir el gobierno con un programa, lo que no habría gustado al presidente. "Este hombre no quiere consultar nada con nadie. ¡Ni siquiera ha recibido a un representante de los partidos políticos! Solo se deja aconsejar por un círculo muy pequeño de consejeros", comenta la dirigente de una de las principales asociaciones de la sociedad civil del país, tan preocupada como la oposición por una posible deriva autoritaria de Saïed, que siempre ha insistido en que no aspira a convertirse en un dictador.

El pasado jueves Amnistía Internacional dirigió una advertencia al jefe de estado por la arbitrariedad de algunas de sus medidas anticorrupción. "Hemos comprobado que a decenas de personas se les ha impedido salir del país sin ninguna razón clara, sin saber quién ha tomado la decisión y en contra de las normas internacionales e incluso de la misma ley del país", declara la tunecina Amna Guellali, vicepresidenta de esta ONG en la región, que describe el perfil de los afectados como "políticos, hombres de negocios, altos funcionarios".

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En una reciente visita al aeropuerto de Túnez, Saïed aseguró que la libertad de movimiento era vigente en el país. "Les personas buscadas por la justicia, que son sospechosas de corrupción, o que tienen que regularizar su situación ante la justicia son las únicas afectadas por la prohibición de viajar", proclamó. Aun así, la mayoría de los afectados no tienen ninguna causa abierta conocida.

Una de las "medidas excepcionales" que adoptó Saïed el mes pasado fue levantar la inmunidad de los diputados. Una docena de ellos han sido detenidos –si bien la mayoría después liberados– o bien sometidos a arresto domiciliario. Entre ellos, Yosri Dali, de la ultraconservadora Coalició Karama. "Hace una semana que estoy en arresto domiciliario y todavía no sé por qué. No me han mostrado ninguna orden judicial", se queja en una conversación telefónica.

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Algunos altos funcionarios, como el antiguo Chawki Tabib, también está en arresto domiciliario. Los rumores apuntan que la razón es una venganza por haber destapado un escándalo de corrupción que acabó provocando la dimisión del antiguo primer ministro, Elies Fajfaj.

A pesar de este panorama, en la calle se respira tranquilidad gracias, sobre todo, a que el principal partido de la oposición, los islamistas moderados de Ennahda, han renunciado a movilizar sus militantes por miedo a desencadenar una confrontación civil. Además, la formación está muy debilitada, atraviesa unas fuertes turbulencias internas que han llevado a su líder, Rached Ghannouchi, a destituir el comité ejecutivo.