Los restaurantes anticonfinamiento de Chequia fundan un partido político

El covid-19 se suma al caos político y amenaza al populista Babis

GEMMA TERÉS
y GEMMA TERÉS

BerlínLa República Checa hace cuatro meses que está en estado de excepción. Ahora, más de 1.200 restaurantes de Praga se han unido para crear un partido político y exigir un desconfinamiento que les permita reabrir. El resultado: Abrimos Chequia, que quiere presentarse a las elecciones parlamentarias de otoño y que ha declarado los locales gastronómicos como sus políticas.

Es el último competidor que le ha salido al exempresario multimillonario y primer ministro de Chequia desde 2017, Andrej Babis, que quiere aferrarse al poder como sea; si bien las últimas elecciones regionales en el país le demostraron que su partido-protesta ANO ya no crece con el mismo ímpetu de los últimos años. La mayoría de la sociedad checa no apoya el estado de excepción que declaró a principios de octubre para frenar el aumento exponencial de los casos de coronavirus. El pasado domingo se acababa, y por eso Alemania cerró fronteras con el país vecino ante un cuadro de covid todavía desastroso: 530 casos nuevos por 100.000 habitantes cada semana y más de 18.500 muertes acumulados, en un país de 10 millones de habitantes.

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En el último momento, hace una semana, y en contra de lo que días antes había votado el Parlamento checo, Babis alargó dos semanas más el estado de excepción. “El virus es más listo que el gobierno”, escribía en un manifiesto en las redes el partido de los restauradores. Tiene como origen la iniciativa Chípi PES (“El perro está loco", un juego de palabras conectado con la alerta roja por covid), que llevó varios bares y restaurantes, algunos muy conocidos, a abrir a pesar del confinamiento durante enero. Días después decidieron fundar el partido para esquivar las multas. Se sienten discriminados y consideran que las medidas les llevan a “la pobreza y al paro”.

Chequia fue de los países más estrictos en la gestión del coronavirus hace un año, con prohibiciones de salir del país o la obligatoriedad de llevar mascarilla cuando en la mayoría de estados todavía no se había planteado. Desde medios de mayo, sin embargo, las medidas se relajaron y Babis priorizó las vacaciones del verano a la gestión de la salud, si bien el entonces ministro de Sanidad, Adam Vojtech, recomendó confinar parcialmente y volver a introducir la mascarilla obligatoria. A finales de septiembre las cifras se ensartaron. Como consecuencia cambió al ministro de Sanidad y admitió “algunos errores“. Días después introducía el estado de excepción, que se recibió como un choque entre los checos. Y unas semanas más tarde, dimitía el nuevo ministro de Sanidad, el epidemiólogo Roman Prymula, porque se le pilló por la noche en un restaurante en pleno toque de queda. Desde entonces, este país del centro de Europa ha sido siempre uno de los estados del continente más castigados por la pandemia.

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Ahora, uno de los motivos por los cuales cuesta tanto hacer bajar el número de casos es la mutación británica que se ha esparcido con cierta ligereza por el país. Hace poco se llegó a 1.227 pacientes muy graves por el covid-19 y en cinco regiones del oeste se espera que toquen techo a finales de febrero en camas en las unidades de cuidados intensivos. Países vecinos como Polonia o Austria han ofrecido ayuda.

Crisis política de fondo

Babis, liberal de derechas, tiene el apoyo del presidente checo Milos Zeman y gobierna en minoría en coalición con los socialdemócratas y el apoyo de los comunistas. Diferentes voces críticas aseguran que con la excusa de la pandemia el primer ministro ha tomado el estado como rehén. La crisis política que hierve de fondo va de la mano con la crisis del covid del país.

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Babis consiguió mantenerse en el poder a pesar de las manifestaciones multitudinarias en el país de enero de 2019, las más grandes desde 1989. Parece que el covid puede conseguir minar más su imagen que las acusaciones por corrupción que le persiguen desde que accedió al poder, a pesar de que su partido antisistema declaraba querer luchar contra la corrupción. Una de las últimas medidas que ha introducido es una ley que prevé una cuota de productos nacionales, que hasta 2028 tiene que ser del 73% y que beneficia sobre todo a la agricultura y la ganadería, donde el presidente tiene intereses. Las parlamentarias de otoño serán decisivas. En las últimas regionales, los partidos opositores ganaron ciertas posiciones, pero la fragmentación de la oposición puede ser mala carta de cara a los comicios nacionales para derrotar al actual dirigente populista, que tiene como base de votantes a jubilados, parados y gente del campo.