¿Las sanciones de EEUU forzarán a Putin a negociar en Ucrania?

El presidente ruso minimiza el impacto que pueda tener en la economía y avisa a Trump de que su decisión es "un acto no amistoso"

MoscúLa reacción del Kremlin en el anuncio de nuevas sanciones de Estados Unidos contra las dos principales petroleras de Rusia, Rosneft y Lukoil, se ha ceñido al guión habitual. "Nos sentimos seguros y estables, pese a las pérdidas que se puedan producir", ha declarado Vladimir Putin, quien no tiene intención de cambiar su hoja de ruta en la guerra de Ucrania. "Es un intento de presionar a Rusia, pero ningún país que se respete a sí mismo decide nada bajo presión", ha añadido.

El presidente ruso ha advertido a Donald Trump de que se trata de un "acto no amistoso" que "perjudica las relaciones rusoamericanas", que puede desestabilizar el mercado energético mundial y provocar un aumento general del precio de la gasolina. Más contundente ha sido el expresidente ruso, Dmitri Medvedev, quien ha afirmado que estamos ante un "acto de guerra" que recuerda a Rusia que Estados Unidos "es el adversario". Eso sí, Putin sigue apoyando el diálogo y quiere entender la cancelación de la cumbre de Budapest por parte del líder de la Casa Blanca como un "aplazamiento". "Para mí y para el presidente americano sería un error abordarlo a la ligera y salir de este encuentro sin el resultado esperado", ha insistido.

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Pero incluso si Putin no cede, no esconde que las sanciones afectarán a la economía rusa. Rosneft y Lukoil producen en torno al 55% del petróleo ruso. Se trata de un sector que, junto al gas, supone una cuarta parte del presupuesto federal. Los ingresos energéticos llevan meses migrando por la bajada de los precios, el aumento de los costes logísticos y la volatilidad de los tipos de cambio. Además, desde el verano, la campaña de ataques ucranianos contra refinerías y terminales de petróleo, con el apoyo del Pentágono, ha sido la gota que colmó el vaso.

A principios de año se calculaba que los ingresos del gas y del petróleo representarían el 5% del PIB ruso, pero esta cifra ya ha tenido que revisarse a la baja. Según los expertos rusos, las nuevas restricciones provocarán una caída de ganancias en exportaciones y una disminución del PIB. "No es un duro golpe, pero se nota", apunta la economista Yelena Ustiuzhánina, quien explica que "surgirán nuevos intermediarios" y eso provocará menos beneficios para los productores rusos.

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Buena parte del éxito de estas sanciones depende de si Trump logra presionar a India y China para que paren de comprar carburante ruso, la vía que el Kremlin utiliza para esquivar las limitaciones occidentales. La experiencia de Gazprom Neft, el tercer productor ruso de petróleo, que fue víctima de medidas similares en enero, demuestra que la carencia de sanciones secundarias le ha dejado vía libre al comercio a través de la llamada flota rusa en la sombra (barcos que operan sin bandera) y de transacciones opacas.

La guerra es cara

Sea como fuere, cualquier instrumento que implique para el Kremlin perder una fuente de ingresos se traducirá en mayores dificultades para sufragar el esfuerzo bélico. Si en 2021 el gobierno ruso destinaba el 22% del presupuesto al ejército, ahora le destina el 40%, casi el 8% del PIB. Además, la reconversión de la economía civil en economía militar, que ha sido fundamental para navegar sin desmoronarse durante los más de tres años y medio de guerra, está dando síntomas de agotamiento.

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En un artículo en la revistaForeign Affairs, el economista Alejandro Prokopenko, que trabajó en el Banco Central ruso hasta el 2022, advierte del "dilema" al que se enfrenta Putin: si recorta el gasto en defensa desencadenará "un colapso económico", pero si mantiene los niveles actuales "perpetuará el estancamiento".

Las sanciones también han cortado los suministros de componentes clave para la fabricación de armamento provenientes de Europa y Estados Unidos. El estado ruso ha tenido que pasar a depender por completo de Chinapero según los expertos, no puede volver a ser competitivo a largo plazo. "Rusia puede compensar sus pérdidas durante los próximos dos o tres años, pero para restaurar completamente su ejército tardará mucho más", señala Prokopenko. Una de las opciones que tiene sobre la mesa Putin es militarizar aún más la economía. Esto no sólo significaría reconvertir industrias civiles y pagar el precio de atraer a nuevos trabajadores hacia la industria de guerra, sino que amenazaría a las ya tensionadas fábricas de bienes de consumo. Un paso en esa dirección podría comportar el cierre de empresas y el racionamiento de algunos productos cotidianos. En definitiva, más sacrificios para la población rusa. "Desde la perspectiva de Putin, la posible recompensa (subyugar a Ucrania y erosionar a la OTAN) puede justificar la apuesta", añade el economista.

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Una encuesta de esta semana del centro sociológico gubernamental VTSIOM concluye que el 69% de los rusos están dispuestos a apretarse el cinturón para ganar la guerra porque "se sienten responsables de su patria".