La superviviente de Auschwitz que triunfa en Tik Tok

Lily Ebert, que tiene 97 años y cuyo bisnieto le lleva la cuenta, explica su historia

Mar Bermúdez i Jiménez
y Mar Bermúdez i Jiménez

Barcelona“Me llamo Lily Ebert, tengo 97 años y soy una superviviente de Auschwitz”. No es el perfil habitual entre los usuarios de TikTok. Dov Fotman, su bisnieto, decidió abrirle la cuenta, consciente de la importancia de hacer llegar su mensaje a los más jóvenes. Ya tiene más de 700.000 seguidores y un centenar de vídeos cortos publicados en los que la mujer, una húngara nacida en la ciudad de Bonyhád, responde a todas las preguntas que le plantean sobre el horror que vivió. Es su respuesta al auge del antisemitismo y la intolerancia.

“Nunca habríamos podido imaginar que una cosa como el Holocausto podía pasar, pero así fue. Pudo pasar porque no fuimos tolerantes los unos con los otros, pensábamos que unos podían ser superiores a los otros”, responde Ebert, que también ha superado el covid-19, a un seguidor que quiere saber qué ha aprendido de la humanidad. “El odio solo lleva al odio y tenemos que enseñar a los jóvenes qué pasó y con qué facilidad pasó”, explica. Tiene claro que es mayor y que algún día no quedarán supervivientes de los campos y por eso ha decidido recurrir al altavoz más potente de hoy, las redes sociales, contra el olvido.

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"Empezó solo con votos"

De entre todos los vídeos del perfil de Ebert hay uno que genera especial impacto: “Auschwitz, el hecho de matar, no empezó matando, empezó solo con votos, y tenemos que tener cuidado porque hoy en día ya hay situaciones similares”. La casi centenaria se muestra preocupada y dolida por el auge de la ultraderecha. Hay que educar a los jóvenes en “la tolerancia”, una de las palabras que más repite a lo largo de todos los posts, y lanza mensajes de aceptación a la diferencia y la diversidad, que enriquecen la humanidad.

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“Es duro hablar de ello, pero si pude sobrevivir lo puedo explicar. Y para asegurar que nada parecido al Holocausto vuelva a pasar tengo que explicarlo. La gente no puede olvidar de qué son capaces los humanos cuando pierden la humanidad”. Ebert lee su número, el A-10572, en un vídeo de unos quince segundos en el que enseña la marca de su brazo. Una seguidora ha dejado una pregunta en los comentarios “¿Cómo era tu vida diaria en el campo?”. Y ella responde, contundente: “Me preguntas cuál era mi vida: la respuesta es que no era vida. La comida no era comida, dormir no era dormir; era una vida artificial”. 

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Directo a las pantallas de todo el mundo

Su cuenta es un testimonio detallado llevado directamente, gratuitamente y fácilmente a las pantallas de todo el mundo y que puede llegar, sobre todo, a la gente más joven. Ebert también ha publicado un libro donde narra su vida en Auschwitz, y protagonizó una historia de película al reencontrarse con la familia del soldado americano que la rescató, gracias a una publicación en Facebook.

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“Te prometo que ni un cerdo digno se lo comería, pero teníamos hambre y para sobrevivir nos lo teníamos que comer”; recuerda. “La filacteria era para los hombres su posesión más importante, incluso en Auschwitz algunos cambiaban su trozo de pan para poder colocarse un par de filacterias”, dice, recordando las cajitas de cuero con una cinta para ligarlas al brazo y sobre la cabeza que contienen versos de las escrituras religiosas judías. “Yo hablaba un poco de alemán y esto me ayudó mucho. Si no lo hablabas era todo mucho más duro, pero siempre había alguien que lo sabía y traducía”; “Las camas no sé ni cómo describirlos. Eran literas de tres pisos en las que dormíamos siete personas con ropa y zapatos, porque no teníamos nada para cambiarnos. Ya me dirás cómo se puede dormir así”. Son solo algunos de los pequeños relatos de los cuatro meses que pasó en el campo de la muerte nazi. Y a los que puedan pensar que es poco tiempo, ella les deja muy claro que ahí “incluso cuatro minutos eran demasiado tiempo”.

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Sobrevivir al Holocausto y ahora a una pandemia mundial, que la ha hecho estar ingresada en el hospital, no le han quitado las ganas de vivir. “Todo el mundo tiene dos opciones: o abandonar o seguir adelante, y yo he escogido la segunda. Sabía que tenía que seguir adelante y lo hice”, dice. En Auschwitz era fuerte por sus hermanas pequeñas y ahora por su numerosa familia y por todos sus nietos y bisnietos. “Todo en la vida es muy importante, a veces las cosas pequeñas pueden ser más importantes que las grandes”, reflexiona.