De tocar música electrónica a empuñar un kaláshnikov
Civiles que nunca quisieron saber nada del ejército en Ucrania ahora empuñan un arma y están dispuestos a matar a soldados rusos
Enviada especial a KievSus vidas han cambiado en cuestión de días. Hace poco más de un mes nunca habían empuñado un arma y tenían alergia a todo lo que tuviera que ver con los militares. Ahora, en cambio, visten de color verde caqui, van armados e incluso aseguran que tendrían la sangre fría de disparar contra un soldado ruso. Yuri y Olena son solo dos ejemplos de cómo una guerra puede transformar a civiles normales y corrientes.
Yuri era músico y se escaqueó del servicio militar obligatorio. Olena trabajaba en el Ayuntamiento de Kiev, y su principal preocupación era hacerse la manicura e ir al gimnasio. Ahora ambos forman parte de la llamada Fuerza de Defensa Territorial, el cuerpo de civiles que se ha unido a la lucha en Ucrania. Una lucha que auguran que será larga. Ni ellos ni nadie en Kiev creen la promesa de Rusia de que reducirá los ataques. De hecho, poco después de que este martes terminara en Estambul la cuarta reunión entre la delegación rusa y la ucraniana para pactar un alto el fuego, las sirenas antiaéreas volvieron a sonar en Kiev y los combates continuaron este miércoles en las afueras de la ciudad.
Yuri Timoshenko tiene 34 años y asegura que, antes de que empezara la guerra, estaba en su mejor momento artístico: estaba a punto de estrenar un álbum. Hacía música electrónica y arte 3D y, según dice, en Ucrania tenía un montón de fans entre los amantes de ese estilo. Hacía conciertos, participaba en festivales y, de hecho, hay bastantes referencias suyas en internet: su nombre artístico es Mokri Dereva. En la universidad estudió filosofía y se las ingenió para no tener que hacer el servicio militar obligatorio. Según explica, en Ucrania los hombres son llamados a filas hasta los 27 años, pero pueden aplazar su incorporación si están estudiando. "No veía sentido a recibir una instrucción militar, pero ahora es distinto, existe una guerra real", justifica.
Actualmente, Yuri ha sustituido el sintetizador por un kaláshnikov. Cada día hace guardia en uno de los muchísimos puestos de control que hay en las calles de la capital ucraniana, donde los vehículos están obligados a parar y sus ocupantes a mostrar la documentación uno por uno. Viste uniforme militar, lleva chaleco antibalas, cargadores, rodilleras y, por supuesto, un kaláshnikov. A primera vista, parece un militar profesional que se ha dedicado siempre a esto de las armas. Sin embargo, apenas ha hecho unas semanas de instrucción. “A mí me gusta la paz, pero ahora no puedes evitar la guerra. Así que decidí sumarme a la fiesta”, ironiza.
Dice que antes se dedicaba a buscar en internet información sobre tecnología y música, y ahora lo que busca es cómo utilizar un lanzacohetes o cómo protegerse de un ataque con gas. “Nunca he matado a nadie, pero espero estar preparado para hacerlo. La gente que lo ha hecho dice que no debes mirar a los ojos”, afirma. Sin embargo, asegura que echa de menos su vida civil, pero que ahora está demasiado ocupado y no tiene tiempo para pensar. Por formar parte de la Fuerza de Defensa Territorial le pagarán 30.000 grivnas al mes, unos 900 euros. Si estuviera en primera línea de frente, esa cantidad ascendería a 100.000 (3.040 euros).
El cambio radical de Olena
Olena confiesa que este miércoles le habría encantado ponerse las mallas y la sudadera de color rosa con la que solía ir al gimnasio, pero ha tenido que volver a vestirse de verde caqui. Esta es su indumentaria desde que se enroló en la Fuerza de Defensa Territorial. "Nunca me había vestido así", asegura. Su estilo eran las faldas, los abrigos y los zapatos de tacón. Para demostrarlo, enseña con orgullo varias fotos que tiene en el móvil de su fiesta de cumpleaños, que celebró el 11 de noviembre en un restaurante de Kiev: en las imágenes se la ve con un vestido azul con un amplio escote. Entonces cumplió 30 años.
Olena trabajaba en el servicio de limpieza y mantenimiento del Ayuntamiento de Kiev, pero ahora es la supervisora de la cocina y del almacén de una de las bases que la Fuerza de Defensa Territorial tiene en la capital ucraniana, que sorprendentemente está situada en un edificio de una calle residencial de la ciudad. Ella misma admite que ha cambiado radicalmente en cuestión de un mes: "Antes de la guerra solo me preocupaba mi manicura". Se enroló después de que su mejor amiga también lo hiciera, y asegura que ella también está dispuesta a empuñar un arma para luchar por su país. De momento, solo le han dado un cuchillo. “Siempre lo llevo por si me encuentro a alguien peligroso por la calle”. Antes, afirma, nunca se le hubiera ocurrido ir armada.
En la base hay muchos otros civiles, todos con uniforme militar. Volodímir, que tiene 26 años y se dedicaba al alpinismo industrial, acaba de alistarse: lo hizo el 12 de marzo y, sin embargo, ya hace guardia con un kaláshnikov en un puesto de control y declara que pronto le enviarán a Irpín, la localidad más castigada por los combates, a pocos kilómetros al norte de Kiev. “Claro que me da miedo ir”, admite. Con todo, afirma: "Siento tanta rabia por las atrocidades que los rusos han hecho, que creo que estaré preparado para disparar".