El autogol de Felipe VI
Qué maravilla de audiovisual que la casa real ha facilitado a los medios para conmemorar los diez años de reinado de Felipe VI. Unas escenas muy reveladoras a la altura de la institución, dignas de la modernidad que representa hoy en día a la Corona española. Los medios que se hacían eco decían que la secuencia de dos minutos descubría el día a día del rey en su despacho. Las primeras imágenes lo mostraban sentado en su mesa, frente al retrato de Carlos III. Felipe VI simula que trabaja. Saca el clip de un pliegue de papeles y los cambia de orden. Qué gesto, qué elegancia. Los documentos están subrayados y con marcapáginas, lo que potencia la sensación de trabajo laborioso. Luego aparece con unas pequeñas cartulinas en las manos mientras deja la mirada perdida hacia la ventana. Somos testigos de una concentración prodigiosa, de una disciplina de trabajo asombrosa. Luego simula que subraya y rodea palabras, como si estudiara. La intensidad intelectual de esta escena deja extasiado al espectador por el esfuerzo del monarca, sereno pero firme. Después descubrimos al rey de pie junto a un ventanal mientras hojea un pequeño libro. No parece leerlo, solo hace como si buscara algo en el interior. Prueba de su erudición. ¡Qué gran lector! En la siguiente secuencia ha desaparecido el libro y el rey tiene un informe en las manos. Podría parecer un trabajo de cuarto de ESO, pero lo mira como información confidencial. Ahora su mirada descansa en el infinito, hacia el jardín, como si tuviera pensamientos trascendentes. Mientras tanto, se oye de fondo el sonido de las cámaras de retratar, pero él simula que no están, que está solo en medio de la calma de su despacho. Cuánta naturalidad. Qué acierto fílmico. El hombre se muestra circunspecto, recto. De repente, aparece sin americana. Qué prestancia. Va con mangas de camisa, más informal, para transmitir mejor aún su espíritu trabajador, su afán. Continúa con el mismo informe en las manos, así que interpretamos que el contenido quizá le está haciendo sudar la gota gorda. Como si ocurriera por casualidad, el plano nos muestra sutilmente las iniciales que Felipe VI lleva bordadas en el pecho de la camisa, un símbolo de distinción.
Llega el clímax del vídeo. El de la máxima modernidad de la institución. Felipe VI es captado apoyado sobre una mesa mientras revisa el móvil. Una forma de decirnos que la Corona está al día de la última tecnología. Con una mano sostiene el teléfono y con otra las fichas de un discurso. Es un monarca multitarea. Escribe un mensaje exhibiendo el estilo inconfundible de su generación: el teléfono en una mano y con el dedo índice de la otra teclea fijándose bien, letra a letra, como si recogiera miguitas de pan de la pantalla, vigilando no hacer ninguna falta. Demuestra la precisión motriz de un rey bregado en las élites del ejército.
Este es el día a día del monarca, dicen. La prueba de un servicio de comunicación de la casa real que sabe proyectar una imagen de la institución dinámica, actual y, sobre todo, muy trabajadora, especialmente a la hora de fingirlo.