El efecto llamada de los 'expats'
El 30 minutos de este domingo se adentraba en la realidad de los expados, este fenómeno de la migración internacional calificada que se instala en ciudades como Barcelona o Girona sin integrarse en el tejido social ni cultural del país. El reportaje era interesante y atrapaba al espectador por la intriga que despierta esta gente, con la que a menudo nos cruzamos o de la que a menudo percibimos la presencia en nuestros barrios. Era como acceder a una cierta continuidad de estas extrañas vidas: qué hacen más allá de ocupar cafeterías de diseño con los ordenadores y hacer un brunch. Son existencias algo herméticas y, en cierto modo, el reportaje también se resentía. Los testigos de los expados resultaban superficiales, tanto en su discurso tópico como a la hora de mostrarse frente a las cámaras. El reportaje tenía también pequeños detalles. El saludo de"¡Hola, vecino!" que tiraba un expado holandés en el pescador que tejía una red en la Barceloneta delataba este tipo de condescendencia con el entorno, una exhibición de una convivencia impostada con un mundo que les parece pintoresco y bohemio. Sin embargo, cuando el propio protagonista visitaba un piso del Poble-sec para comprarlo, valoraba que el barrio fuera "internacional". Los secundarios eran también muy reveladores. Ciudadanos autóctonos que no dudaban en venderles la realidad ajustándose a lo que quieren oír a los adinerados extranjeros. Expados retrataba a la Girona de los ciclistas y de los cafés con leche de avena, y les mostraba como los promotores de una renovación y conservación del patrimonio urbano. También se delataba el desinterés por la cuestión lingüística reduciendo el idioma a un detalle folclórico. El buen día y el que vaya bien como una concesión de los colonizadores a la tribu por no hacerse del todo antipáticos.
Pero Expados fue también un espléndido anuncio de Barcelona como reclamo para estos nómadas opulentos. La entrevista en la playa para practicar pádel surf durante la salida del sol era una postal promocional increíble de la felicidad que es capaz de ofrecer la ciudad. Se da una imagen espectacular, acogedora y llena de recursos de Barcelona y Girona, como un tesoro único en el mundo. Los mismos testigos expados así lo sienten, y piden mantener el secreto para que los sitios no se masifiquen de gente como ellos. Incluso el restaurante de Poblenou que se convierte en un espacio de resistencia al fenómeno expado, a los ojos de los extranjeros del barrio podría acabar resultando muy goloso como nuevo objetivo de conquista. O el desayuno del bar del Centro Moral, que tiene todas las características arquetípicas y castizas que les expados venderían a Instagram sobre la supuesta auténtica Spain. El colmo del abanico de facilidades para los ricos recién llegados lo encontrábamos con la guardería, una guardería con huerto y jardín donde hablan a las criaturas en inglés para que no noten el cambio geográfico. Elexpado es nómada, pero necesita sentir que en cualquier parte del mundo tiene siempre exactamente lo mismo. Si el 30 minutos consigue vender este reportaje en el extranjero, seguro que puede provocar un efecto llamada deexpados hacia Cataluña.