¿Quién se esconde detrás de estos muros de silencio?
El Noches sin ficción de este martes nos dejaba desquiciados con la investigación periodística sobre la explotación sexual de menores en un club del Empordà en los años noventa. Si no la vio, vale la pena que la recupere.
Muros de silencio. Gran Escala 2000 la encontrará en la plataforma 3Cat como una serie de tres capítulos, que es la forma en que se concibió originalmente la producción. TV3 les enganchó para emitirlos como una única película documental, una estrategia que va en contra del proceso de creación. Cada capítulo tiene un arco narrativo y un trabajo de guión con estructuras internas. Juntar los episodios desarticula el esqueleto y la musculatura narrativa se resiente. Sorprende que una televisión no respete estas consideraciones tan básicas del audiovisual. El documental es un trabajo narrativo y no trozos de carne que se enganchan como si fueran morcillas.
Dicho esto, Muros de silencio. Gran Escala 2000 es una serie documental sobrecogedora con un excelente trabajo de producción, de investigación y de investigación minuciosa de documentos y personas. Un trabajo tan ingente que ni siquiera puede enseñarse todo lo que se ha hecho delante de las cámaras. Sin embargo, a nivel visual la realización sabe ejemplificarlo a través de transiciones que muestran la consulta de varios archivos y la realización de llamadas. Ajustándose a los códigos de los thrillers policiales y al lenguaje del true crime se recrea la construcción de un mural que plasma la red de sospechosos e implicados a medida que se van sacando conclusiones. banda, potencia su eficacia narrativa. Muros de silencio. Gran Escala 2000 tiene la capacidad de atraparnos emocionalmente, tanto a partir de la historia como a través del impacto visual. La construcción de luces y sombras, el tratamiento del color y la nocturnidad como telón de fondo aportan la dosis de inquietud visual para completar el efecto sobrecogedor.
El deseo de anonimato de algunas de las víctimas hace más complejo el relato, pero hace que resulte aún más conmovedor el testimonio de las mujeres que dan la cara y hablan abiertamente de su experiencia traumática en aquellos prostíbulos. Es muy conmovedor el instante en que una de las víctimas reconoce a José Luis Ortega Monasterio en una fotografía y la cámara capta su escalofrío de miedo. Un momento fugaz que explica muy bien el alcance de la crueldad de ese negocio atroz. La serie tiene, además, el mérito periodístico de desvelar los nombres de algunos implicados y descubrir una telaraña de influencias de la que quedan varios hilos por desenredar. Ojalá, en un futuro cercano, se le pueda añadir algún episodio que desvele nuevos implicados que todavía se esconden detrás de los muros de silencio. La revelación de la faceta más oscura de Ortega Monasterio, que en pocos minutos pasa de héroe nostrat a criminal execrable, cambia el panorama musical de las veladas de habaneras. A partir de ahora cada vez que oímos cantar Mi abuelo nos vendrá a la cabeza el explotador sexual.