Esto no es un anuncio

Hace mes y medio, en el estreno del Sin ficción titulado Te harán un hombre, el crítico de cine Àlex Gorina lamentó un corte publicitario chapucero que cortó su testimonio cuando hablaba de abusos sexuales en el servicio militar. No era la primera vez que la pausa publicitaria cincelaba una emisión de forma torpe, rompiendo la narrativa y el clima emocional que estaba construyendo el programa. Pese a las disculpas de esa ocasión, el patinazo no ha servido para mejorar este aspecto. La inercia se perpetúa.

El jueves, emitieron elEsto no es una canción dedicado al éxito de los Beatles Let it be. Como es habitual en el programa, se fue creando un crescendo narrativo que culminaba con una actuación final de los participantes en el programa. La interpretación musical viene a ser una especie de celebración, una condensación de todo lo que nos ha explicado Ramon Gener a lo largo de la emisión, pero también la culminación emocional de las historias personales de los protagonistas. Pues después de las primeras notas introductorias de la actuación, TV3 volvió a cortar la emisión para ofrecer sus anuncios. Cortó la canción. Se entiende perfectamente que la publicidad es una fuente de financiación y que no puede prescindirse de ella. Y también aceptamos que, en algún momento, el programa deberá detenerse por estas servidumbres comerciales. Pero lo que de verdad cuesta entender es que se haga de este modo tan torpe. Primero, en un momento que rompe el clima que el programa ha estado trabajando, descabezando la cola final como si fuera una cuestión accesoria o sobrante. Segundo, porque es una falta de respeto a los participantes. Personas con sensibilidad musical a las que fragmentan la actuación en las primeras notas, cuando la pieza ya ha arrancado. Y, finalmente, porque esta forma de hacer tan brusca y torpe es impropia de las formas de una televisión pública. Pero es que el jueves, en el colmo de la chapucera, este último corte publicitario tuvo una duración de nueve minutos y veinte segundos. TV3 nos ofreció una butifarra de veintiséis anuncios seguidos, más dos autopromociones al principio y dos autopromociones al final. Es una forma de despreciar el tramo final del programa, como si ya no tuviera valor, como prescindible. Y también es una muestra de desdén al espectador. Transmite dejadez y falta de sensibilidad hacia los equipos de trabajo y la audiencia. Es como si el programa les importara un pimiento porque lo que importa de verdad son los anunciantes.

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Las formas con las que la televisión trata su producto son importantes. Y quizá, vistas estas chapuzas, las productoras deberían tener en cuenta la torpeza de la cadena a la hora de emitir sus producciones y acotar los protocolos. TV3 no puede estar ofreciendo sus programas como simples estímulos visuales que se manipulan según la tiranía de un cronómetro. Pero, sobre todo, lo que no puede hacer TV3 es mostrar esa falta de respeto por sí misma.