'Polis', el publirreportaje que necesitan los Mossos

Tras la fulminante desaparición de Carles Puigdemont en el Arc de Triomf en agosto, uno de los lamentos más repetidos era la crisis de credibilidad que suponía aquella huida para los Mossos. Un mes más tarde, los medios de comunicación informan que el juez Llarena no ha creído su informe sobre el caso. Ante este problema de imagen y de tantos otros que han afectado a la policía catalana, TV3 ha encontrado la solución: Polis. Es una serie documental que parece un publirreportaje sobre la cotidianidad de las diferentes áreas del cuerpo de los Mossos d'Esquadra.

El programa no se llama Mossos, que haría demasiado obvia la propaganda. Se recurre a un término de la jerga callejera para fingir una distancia narrativa más trepidante. En el primer episodio conocimos un binomio de la patrulla de seguridad ciudadana de Badalona, ​​Marc y Lídia. El casting no podía ser más esmerado: eran perfectos. Sensados, competentes, de vida ordenada, comunicativamente hábiles, con un uso correctísimo del catalán, atractivos y, sobre todo, sensibles y empáticos. Podrían ser los protagonistas de una serie de ficción.

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Polis induce al espectador a posicionarse junto a los mossos. Una ligera música de fondo potencia su emotividad. La cámara suele situarse en un nivel ligeramente inferior para atribuirles autoridad. Hacen planos detalle muy cerrados de sus ojos o de su boca, para intensificar el discurso. Se busca la máxima cercanía, una simbiosis emocional entre los mossos y la audiencia. Se incentiva el diálogo entre Marc y Lidia, haciéndoles reflexionar en voz alta sobre las actuaciones. Y en las entrevistas se pide un trabajo introspectivo sobre el oficio. Tanto, que el programa adquiere un carácter moralista excesivo. El testimonio de un delincuente arrepentido incrementaba esa sensación. El primer episodio peca de una especie de “poliexplaining” sobre la vida, hablándonos del bien y el mal y las causas que llevan al delito. Polis destila ramplonería, una romantización del oficio. “Cada día pasan muchas cosas, y pocas cosas pasan, con lo que sabemos que hay”, confiesa Marc. Pero todo lo que vemos es fácilmente digerible. Nos cuentan que están agotados al término de la jornada, nos hablan de la sensación de peligro, del ritmo constante de trabajo. Pero Polis lo apacigua construyendo un relato relajado y naïf. Por otra parte, no sabemos qué control tiene la institución policial sobre el contenido de la serie.

Polis tiene el espíritu de esos nuevos formatos que marcaron una era en TV3 hace unas décadas, pero es como si no hubiera habido una evolución televisiva. El primer capítulo era impostado, artificial, incluso demasiado esteticista, comparado con los realities policiales. Es como si el programa respirase cierto sentimiento de culpa sobre la esencia de las fuerzas del orden y necesitara resarcirse haciendo emerger una delicadeza superlativa.

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El seguimiento de los cuerpos policiales es un clásico televisivo en todo el mundo. Los agentes acompañan a la audiencia a descubrir el lado oscuro de su país, muchas veces construyendo un miedo al crimen como mensaje subliminal. En Polis parece que nos supliquen la confianza en los Mossos.