Treinta minutos que podrían ser tres

El domingo por la noche, el 30 minutos nos ofrecía Los últimos venecianos (Venise à tout prix), un reportaje altamente decepcionante. La tesis que exploraba era muy buena: cómo es vivir en Venecia, una ciudad que ha quedado convertida en una especie de parque temático, masificada por el turismo, víctima del Airbnb y la especulación inmobiliaria. añadir, además, unos factores singulares: una ciudad que se hunde, con graves problemas de humedad y conservación de los edificios, y que tiene grandes dificultades para renovar y transformar las infraestructuras. Venecia ha pasado de ser la tercera ciudad más poblada de Europa en el año 1500 a tener unos 49.000 habitantes en la actualidad. en cuanto a políticas de vivienda y, sobre todo, de conciliación con el turismo. Pero, a la vez, parecíamos descubrir historias y rincones inauditos de Venecia que no podemos ver cuando vamos de viaje. Los últimos venecianos fue un fraude y no tuvo el nivel que se espera de un 30 minutos. No hacía falta que hicieran el gasto. Estaba hecho sin ambición ni curiosidad periodística. Por supuesto, nos lo enzarzaron porque jugaba el Barça y, ya se sabe, demasiado a menudo esto es sinónimo de lanzar la programación.

El reportaje se limitaba a tres casos que lamentaban lo mismo: la desaparición de la gente autóctona, la pérdida de la red de vecinos y el precio de la vivienda. En definitiva, lo que encontraríamos en la mayoría de grandes ciudades turísticas. A nivel de guión, buena parte de las referencias que se hacían de la ciudad se hacían sin especificar el nombre de los sitios. Se caía en términos genéricos: "un barrio", "una zona", como si no conocieran bien el entorno que exploraban. No se hacía ningún análisis que conectara con la singularidad de Venecia a nivel histórico o urbanístico y era muy pobre en lo que se refiere a los datos. Tampoco contaba con ningún experto que pudiera dar una visión más sólida del contexto. El reportaje no tenía ninguna iniciativa a la hora de mostrar bien los espacios: no nos decían lo que pagaban de alquiler, los metros cuadrados de los que disponían o las condiciones de los pisos para que nos hiciéramos una idea de la dimensión del problema. No podíamos compararlo, por ejemplo, con Barcelona. Tampoco se ponía en relación la cifra de plazas hoteleras de las que dispone la ciudad respecto a los habitantes. No se hablaba de la gran cantidad de palacetes decadentes que hay por toda la ciudad, ni si allí viven otros venecianos con mayor poder adquisitivo. Nos decían que había dificultad para encontrar plaza en una guardería, pero no nos hablaban de las escuelas o de los centros de atención médica. Tampoco es una población envejecida con necesidades específicas. No nos hablaban de nada, no había creatividad ni inquietud informativa. Los últimos venecianos no parecía ser consciente de la excepcionalidad de la ciudad. Lo que nos contaron en treinta minutos nos lo hubieran podido contar en tres y ser un vídeo para el Telenoticias.