TV3 retrata al estafador Albert Cavallé

El martes por la noche se estrenaba la miniserie documental L'estafador de l'amor, dirigida por la periodista Laura Rosel. En la plataforma 3Cat son tres capítulos que se condensaron en dos partes para emitirse dentro del Nits sense ficció. El título de la serie se reitera con el apodo con el que los medios de comunicación han bautizado a Albert Cavallé, el hombre que utilizaba las aplicaciones de citas para estafar económicamente a las mujeres con las que contactaba. Es un título que llama la atención, es televisivo, añade cierto dramatismo al relato y permite identificar rápidamente el caso que se investiga. Pero también es cierto que perpetúa esa romantización de los hechos que parece suavizar o endulzar la gravedad de la historia. A Albert Cavallé también le resulta muy útil que su nombre real quede diluido por un seudónimo.

La serie compensa el tratamiento mediático abyecto que se ha hecho sobre este personaje. Cavallé fascinó a parte de la prensa que abordaba su caso con carcajadas, menospreciando a las víctimas de sus engaños reiterados. Durante el desarrollo de los diferentes juicios vimos a periodistas que se abrazaban, mientras lo mostraban delante de las cámaras como un modelo de pasarela. El narcisismo del estafador encontraba, en esa atención, un nuevo espacio para cargar contra sus víctimas. El hecho de que la mayoría de las mujeres engañadas no quieran dar la cara públicamente confirma el sentimiento de culpa y la vergüenza que los propios medios alimentaron. Porque la gravedad de la estafa de Cavallé no solo tiene que ver con una cuestión económica sino también con la vulneración de su intimidad. La serie halló un recurso para mantener el anonimato de las víctimas que potenciaba esta idea de necesidad de privacidad. Un relato de tipo radiofónico en primera persona, quizá un poco artificial, pero narrativamente útil y con potencia emocional. El detalle de justificar los nombres inventados de Emma y Laura buscando un vínculo con su historia pasada con Cavallé quizás era prescindible a nivel narrativo. No hace falta buscar seudónimos que sigan supeditando la identidad ficticia de las mujeres al acosador. Lo más interesante y valioso fue la forma en que el documental ponía el foco en la conducta del estafador. Los mensajes de móvil de Cavallé que escuchamos y leímos también permitían entender las dinámicas de poder y presión psicológica que creaba ese personaje. También la fabricación de la apariencia de seducción. Las aportaciones de la lingüista forense eran impecables y muy esclarecedoras. Nits sense ficció retrató a Albert Cavallé desde el rigor, el análisis experto y la psicología. Lo expuso físicamente para ser fácilmente identificado, aportó pruebas y testigos. Y puso de manifiesto las secuelas emocionales de su delito. La posibilidad de entender el patrón de conducta y los mecanismos de manipulación, toda la estrategia de control coercitivo, era esencial para resarcir mediáticamente a las víctimas del descrédito y el desprecio al que se han visto sometidas.