Dígits y trastos

Cinco remedios para usuarios despistados

Probamos los dispositivos localizadores de Tile, Samsung, Apple, Invoxia y Vodafone, que facilitan encontrar los objetos valiosos que hemos perdido o nos han robado

BarcelonaA pesar de los aspavientos en público de muchos ciudadanos ante la posibilidad de que sus actividades sean rastreadas por las instituciones –una posibilidad que en cambio no parece quitarles mucho el sueño en el caso de las aplicaciones móviles privadas que usan habitualmente, pero este es otro tema–, cada vez son más los que descubren las ventajas de tener geolocalizados sus objetos de valor, lo cual mejora la probabilidad de recuperarlos en caso de pérdida o robo. Hace un año y medio examiné en este mismo espacio un par de dispositivos para colgar del llavero, de la mochila, del bolso, de la bicicleta... y que se pueden encontrar con la ayuda de una aplicación móvil, pero desde entonces este mercado se ha ampliado considerablemente con la llegada de nuevas opciones, algunas por parte de gigantes de la electrónica de consumo como Samsung y Apple. Por eso he probado cinco modelos de localizadores y a continuación explico los puntos fuertes y débiles de cada uno.

Samsung y Apple emulan a Tile

La marca más veterana de esta categoría es Tile, que lleva más de seis años ofreciendo localizadores de varios formatos: medallones para colgar del llavero, botones para pegar al objeto que se quiere proteger e incluso uno del tamaño de una tarjeta bancaria para llevar dentro de la cartera. Todos ellos comparten el mismo principio: hay que conectarlos por Bluetooth a una aplicación del móvil (Android e iOS) que los vincula al perfil del usuario, y cuando este los echa en falta y los marca como perdidos, la plataforma lo notifica discretamente a las aplicaciones de todos los otros usuarios de Tile del mundo, de forma que cuando el localizador en cuestión se encuentra cerca del móvil de alguno de ellos, comunica al propietario del dispositivo el lugar y el momento en el que se ha producido la interacción para que pueda tratar de recuperar su objeto. La transacción tiene lugar sin ninguna intervención del usuario del teléfono, de quien se espera que tenga activadas las funciones de localización y de comunicación por Bluetooth por motivos de reciprocidad: ayudo a los demás a encontrar lo que han perdido con la confianza de que ellos me ayudarán a encontrar lo que pierda yo. También permiten encontrar con nuestro propio móvil las llaves que hemos perdido dentro de casa, haciéndolas sonar desde la aplicación, y llevan un botón para hacer sonar el teléfono si es esto lo que no encontramos.

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Tile dispone de varios modelos, con precios que van de los 25 a los 55 euros, con descuentos si se compran paquetes de dos o cuatro unidades. Si bien los Tile más antiguos se tenían que cambiar por uno nuevo cuando se les acababa la batería, la pila de los actuales la puede cambiar el propio usuario.

Obviamente, la eficacia de esta red colaborativa de localización depende de la cantidad de usuarios de Tile que haya en los lugares por donde nos movemos. En general da buenos resultados en los entornos urbanos, pero no tanto en los rurales, a pesar de que la firma asegura que el 90% de los objetos marcados como perdidos se acaban recuperando. Ahora bien, Tile ha sido comprada hace poco por la empresa Life360, que asegura que fusionando las dos plataformas multiplicará por 10 el alcance de la red resultante, pero no inspira mucha confianza que hayan pillado a Life360 vendiendo al por mayor los datos personales de sus 33 millones de usuarios –ni que sea de manera agregada y anónima– y que hayan prometido que no incluirán la información de localización de los dispositivos Tile.

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El alcance de las redes colaborativas de detección de objetos perdidos no es ningún problema para los dos recién llegados de este mercado: tanto el Galaxy Smart Tag de Samsung (40 €) como el AirTag de Apple (35 €) cuentan con un parque inmenso de teléfonos, tablets y ordenadores de las marcas respectivas, cosa que aumenta enormemente la probabilidad de que haya alguno en el mismo lugar donde acabe el objeto que hemos perdido. El Smart Tag es parecido a los Tile, con un agujero que facilita colgarlo del llavero, mientras que el AirTag tiene forma de moneda y, al más puro estilo Apple, necesita comprar un accesorio para colgarlo. El primero se vincula a la red Samsung Smart Things de objetos conectados y el botón que lleva permite encontrar el teléfono, pero también ejecutar una acción preconfigurada (encender una luz o un electrodoméstico, bajar una persiana) en la instalación del usuario. El segundo se integra en la función Find My de localización de dispositivos Apple, con la habitual facilidad de emparejamiento con el teléfono. A diferencia de los Tile, tanto el Smart Tag como el Air Tag se pueden encontrar también entrando en una página web. El localizador de Apple es compatible con la función Ultra Wide Band (UWB) de localización de precisión, que no te indica solo si estás cerca suyo sino también a qué distancia y en qué dirección (50 centímetros a la derecha), siempre que tengas un iPhone 11 o posterior. Samsung también ofrece por 10 euros más una variante Smart Tag+ con UWB, compatible en este caso con los móviles Galaxy a partir del S21. Todos funcionan durante meses con una pila de botón CR2032, que el propio usuario puede cambiar.

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Para garantizar la privacidad, Samsung renueva automáticamente cada 15 minutos el código cifrado de vinculación entre la Smart Tag y la plataforma. Apple ha cuidado detalles como la protección antiacoso: si alguien te ha metido en el bolso un Air Tag vinculado a su perfil para tratar de rastrearte, tu iPhone te avisa de que tiene cerca un localizador que no reconoce.

Como es natural, los Smart Tag solo funcionan con teléfonos Samsung y los Air Tag solo funcionan con aparatos Apple. En mis pruebas, he podido encontrar fácilmente tanto el uno como el otro.

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Las ventajas de una conexión dedicada

Tanto los Tile como los Smart Tag y los Air Tag dependen de la proximidad de algún teléfono móvil que forme parte de su red, determine la posición mediante GPS y comunique los datos a la plataforma. Este no es el caso de los otros dos dispositivos probados: tanto el Vodafone Curve (24 €) como el Invoxia GPS Tracker (80 €) disponen de antena GPS y conexión propia a su red, que los hacen del todo autónomos. Como es natural, el de Vodafone lleva integrada una tarjeta SIM de móvil que accede a la red de telefonía de la operadora, y requiere abonarse al servicio por dos euros al mes. En cambio, el de Invoxia usa la red de bajo consumo Sigfox, específica para objetos conectados y que aquí explota Cellnex, e incluye tres años de acceso, pasados los cuales hay que pagar una cuota anual de 10 euros.

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La conexión integrada implica un consumo de energía mayor que el de los localizadores pasivos, de forma que hay que usar un adaptador USB para recargarlos periódicamente: la autonomía del Curve se puede modular eligiendo en la aplicación entre cuatro opciones de actualización, desde cada 30 minutos hasta el seguimiento en streaming cada cinco segundos. Los dos dispositivos permiten definir un perímetro de confianza de forma que la aplicación (Android e iOS) reciba un aviso cuando salen de él. Los dos ofrecen varios accesorios, como reflectores posteriores de bicicleta para camuflar el localizador adentro.

Después de probarlos los cinco durante unas semanas, me inclino por la garantía de servicio en todas partes que ofrecen los dos modelos con conexión integrada, con preferencia por el de Invoxia si se quiere evitar el compromiso de pagar una cuota mensual desde el primer día, a pesar de que el de Vodafone es notablemente más flexible. Si os conformáis con depender de las redes colaborativas y sois fieles a vuestra marca de móvil, las opciones son claras: el Smart Tag para los clientes de Samsung y el Air Tag para los de Apple. Si queréis la flexibilidad de cambiar entre iOS y Android sin pagos mensuales, os tendréis que quedar con los Tile.