¿Felipe González o Juan Palomo?

El expresidente del gobierno español Felipe González ha irrumpido en la actualidad política con una entrevista en propia puerta. Ningún medio de comunicación ha solicitado su presencia. Es un soliloquio diseñado por él mismo para incidir en el estado de opinión y las negociaciones del PSOE con Junts. Basta con ver el sello de la Fundación Felipe González que avala la propiedad de las imágenes en el margen superior derecho de la pantalla. El vídeo, en YouTube, tiene un título anodino: Felipe González reflexiona sobre la situación política actual. La intervención comienza in medias nada, fulminando los preámbulos lógicos de una presentación: “Yo hoy quiero decir que ante el crecimiento de actos violentos, manifestaciones que desbordan los límites de la convivencia, quiero hacer un llamamiento a la serenidad”. Una cámara ofrece un plano general y la otra un primer plano con un resultado inquietante: Felipe González mira directamente a cámara, como si hablara directamente con el espectador. Los titulares que suelta González quedan enmarcados en este plan más cerrado.

El político, sentado en un sillón, habla solo. O mejor dicho, la edición ha eliminado al interlocutor. Es obvio que inicialmente habría alguien que le lanzaba las preguntas. Unas preguntas suponemos que escogidas por el propio Felipe González para poder desarrollar sin obstáculos todos los puntos que a él le interesaba comentar. Pero en el montaje final se borraron las preguntas, no hay rastro del diálogo. Es un monólogo construido sólo a partir de sus intervenciones. Esto crea una oralidad extraña del discurso. La reflexión desemboca en una vehemencia intermitente que incluso le lleva a imaginarse a otros potenciales interlocutores. Cuando habla de las negociaciones con lo que él considera “los extremos del espectro político” incluso se dirige directamente: “Usted lo que pretende no es que yo reconozca que es una nación. Pretende que rompa la cohesión y la unidad del Estado-nación España”. A medida que avanza el soliloquio, se gana en apasionamiento. Cada vez hay más instantes en los que despega la espalda del respaldo del sillón para volcarse hacia la cámara. Es sintomático que, en 27 minutos de monólogo, no muestre ninguna preocupación por los símbolos fascistas que se blandían ante la sede del PSOE.

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Felipe González ha hecho honor a Juan Palomo, “yo me lo guiso, yo me lo como”. Irrumpe en la actualidad apelando a una nueva convocatoria de elecciones. Y contribuyendo así a desestabilizar aún más la investidura de Pedro Sánchez. Sin medio que lo avale, sin interlocutor, sin preguntas y sin precedentes de este tipo de soliloquios desde esta Fundación, incluso mirando a cámara en algunos momentos como si tuviera un carácter oficial, es necesario plantearse al servicio de quien y de qué intereses Felipe González ha hecho esa comparecencia.