El hombre araña por los tejados de París

El 20 de mayo de 2010 una noticia abrió la mayoría de informativos de todo el mundo: habían robado cinco obras maestras del Museo de Arte Moderno de París. Palomas y guisantes de Picasso, La pastoral de Matisse, El olivo cerca del estanque de Braque, Naturaleza muerta con candelabros de Léger y Mujer con abanico de Modigliani. Piezas únicas consideradas patrimonio mundial que alguien se llevó a través de un ventanal del museo. Un ladrón con un gusto exquisito. Ahora, Netflix estrena el documental que explica quién fue su autor. The Spider-Man of Paris (El hombre araña de París) se llama Vjeran Tomic. Ahora tiene cincuenta y cinco años y se sienta frente a la cámara para explicar su virtuosismo como delincuente. Tiene una singularidad que le hace fascinante: se desvive por su trabajo. Limpio, meticuloso, paciente, exigente y selecto con todo lo que se lleva de las casas de los ricos. Tomic hizo el servicio militar en Francia, donde aprendió a escalar. Y aprovechó esa afición para mejorar sus posibilidades como ladrón. Tomic tenía la habilidad de trepar por las fachadas de los edificios de los barrios más prestigiosos. No necesitaba ningún utensilio para hacerlo. Sólo una forma física extraordinaria que le permitía engancharse por tuberías, dentells, balcones y tejados. Caminaba por las azoteas de París silencioso y ágil, penetrando en los pisos más elegantes por las ventanas. El documental recrea estas escenas con imágenes en cámara subjetiva que provocan cierto vértigo al espectador.

El Museo de Arte Moderno resultó una tentación muy grande para un ladrón que había desarrollado una sensibilidad por el arte. En The Spider-Man of Paris –un documental estadounidense para una historia muy francesa– el propio Vjeran Tomic explica cómo se lo hizo para llevarse los cinco cuadros. Hablan también los investigadores de la policía que tardaron meses en descubrir que él era el autor del robo. Incluso aparecen las víctimas de sus robos. Tomic nunca agredió a nadie. Ni siquiera despertó a ninguna víctima mientras dormía plácidamente. Notas en la policía y las víctimas cierta admiración por el ladrón: destacan la limpieza de los golpes y, sobre todo, una especie de nobleza extraña que le lleva siempre a admitir el crimen. El propio Museo de Arte Moderno de París colabora en la recreación de los acontecimientos cediendo las instalaciones para repetir el robo que les sacó a los periódicos de todo el mundo.

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The Spider-Man of Paris, de una hora y media de duración, es un thriller que atrapa. Aunque, contradiciendo las claves del género, no existe ningún misterio final a resolver. Nada más empezar, ya te presentan el ladrón protagonista y sabes que le pescaron. La gracia radica en las habilidades de Tomic, una especie de Lupin de carne y hueso. O, mejor dicho, un superhéroe de cómic pero llevado a la realidad. Aunque, en la vida real, existe más desesperanza que épica.