¿De qué morimos? ¿De qué informamos que morimos?

Menos de un 0,001% de los americanos mueren por terrorismo. En cambio, en New York Times un 18% de su cobertura relacionada con la muerte versa sobre esta materia. Y, por el contrario, un 29% de los ciudadanos del país mueren de enfermedades del corazón, pero esto representa sólo un 4,1% del tratamiento informativo en el diario. Son datos que saco de una comparativa interesante, que muestra también los datos correspondientes al Washington Post y en Fox News. Los homicidios, por ejemplo, representan menos de un 1% de las muertes, pero en Fox News son el 52% de su cobertura relacionada con los decesos. A nadie se le escapa que terrorismo y asesinatos son dos asuntos que generan alarma social y eso justifica que se hable de ellos. Pero la descompensación es tan bestia que obliga a hacer una reflexión sobre si no habría que empezar a prestar más atención a estas otras causas, que, al fin y al cabo, acabarán afectando de forma mucho más directa a la ciudadanía. De hecho, las enfermedades del corazón y el cáncer presentan cifras similares de muertes, pero el cáncer recibe casi el doble de atención informativa, porque claramente hay mayor conciencia y desde más antiguo. Esto demuestra que se puede marcar la agenda y, por tanto, los medios deberían aumentar los espacios que hablan de estos supuestos. ¿Se pueden prevenir? ¿Cómo acompañar? ¿Cuáles son las causas profundas?

Las sobredosis son sólo un 1,8% de las muertes, pero mediáticamente reciben entre un 7,5% de la atención y un 9,8%. De nuevo, es la alarma social, claro. Ahora bien, ¿no son los medios de comunicación precisamente los que deberían desplazar esta alarma social hacia las causas que realmente están afectando más a sus lectores? Mirando estos cuadros y la diferencia entre realidad y relato, queda claro que el periodismo de muerte debe realizar un cambio y pensarse cada vez más como un periodismo de vida.