Netflix se fija en la Barbie negra

La muñeca Barbie, al margen de la narrativa que ha añadido la película de Greta Gerwig del año pasado, es la muñeca que más ha servido para estereotipar el modelo de belleza femenino hegemónico. Y, por supuesto, se asocia a la figura de la mujer blanca, joven, delgada y exitosa. No fue hasta veintiún años después de su llegada al mercado que empezó a aparecer la Barbie negra. Ahora, un documental de Netflix producido por la creadora y productora de series Shonda Rhimes se fija en la historia de esta muñeca, que hasta ahora ha quedado relegada a un papel secundario en el imaginario de Barbie.

A la hora de ver La Barbie negra debe tenerse en cuenta que toda la narrativa está planteada desde la admiración más incondicional por esta muñeca. De hecho, la propia Shonda Rhimes, que aparece también como testigo, es la imagen de un modelo de Barbie, tiene su propia versión en muñeca. Y cuando se analiza la historia de esta muñeca desde la pasión, a menudo se cae en incoherencias en cuanto a su valor como referente para las criaturas.

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La Barbie negra repasa, cronológicamente, la evolución de esta muñeca racializada y su valor simbólico. Un hilo temporal ordena cada una de las acciones y novedades de la muñeca y añade como contexto la evolución de los derechos civiles. Pero lo que tiene mayor relevancia, sobre todo desde el aspecto social y cultural, más allá de la muñeca de Mattel, tiene que ver con el papel de las muñecas en general desde una perspectiva étnica. En el documental participan abuelas afroamericanas que recuerdan que de pequeñas sólo tenían muñecas blancas por jugar, que las negras no existían, y que tardaron en percibir la ausencia de muñecas con las que ellas se pudieran identificar plenamente. El documental recuerda el experimento de los psicólogos Kenneth y Mamie Clark, que utilizaron muñecas blancas y negras para testar en las criaturas racializadas su percepción de la belleza y la bondad. En muchos casos, se descubría que los niños sufrían para expresar lo que sentían, y es que muchos asociaban a las muñecas blancas con la belleza y la bondad y las muñecas de su propio color de piel con la maldad. Este experimento sirve, al final del documental, para realizar nuevas pruebas, actuales, con niños de hoy en día, para ver cómo perciben conceptos como la belleza, la raza, el éxito y la bondad y hacer una interpretación a escala social.

Sin embargo, es inevitable que, en algunos momentos, el documental caiga en una percepción acrítica sobre la muñeca: “Barbie representa la presión y el estrés y, sin embargo, seguir siendo elegante, adorable y sensata. Seguir siendo tú misma”. Quizás este es el problema, y ​​es que se perpetúa este patrón femenino caduco como modelo de referencia. Se pone énfasis en cómo, a pesar de los esfuerzos de Mattel, la Barbie negra sigue siendo un personaje supeditado a la Barbie blanca. Pero se cuestiona muy poco la persistencia en diseñar un cuerpo femenino utópico a la hora de representar a las mujeres, sea cual sea su etnia. Irónicamente, la igualdad también puede significar compartir las mismas posibilidades de tener referentes más o menos dudosos.