El periodismo traga un Big Mac servido por Trump
Los mítines políticos son una construcción mediática ya obsoleta, que no sirven para convencer a nadie y se utilizan tan sólo para poder tener cortes para servir a las televisiones y redes. Pero incluso este formato se está oxidando a marchas forzadas –¡esos jóvenes haciendo de atrezzo, al fondo!–, así que los políticos 3.0 saben que deben buscar imágenes menos sudadas que puedan aspirar a los quince minutos de fama que proporciona la viralidad. Trump es un maestro y su última (y penosa) genialidad ha sido aparecer en un McDonald's, sirviendo algunos pedidos. Evidentemente, todo preparado: el local estaba cerrado por obvias cuestiones de seguridad y los clientes que se sorprendían de recibir a su Big Mac de las pequeñas manos del expresidente estaban previamente seleccionados. La idea de esta performance era atacar a Kamala Harris y tratarla de mentirosa, por haber asegurado que de joven había trabajado en un restaurante de esta cadena. Como si esto fuera garantía de ser alguien cercano al pueblo, en fin. Ya lo cantaba Jarvis Cocker en Common people, sobre aquella estudiante rica que se hacía pasar por humilde hasta que ve la primera luciérna trepando por la pared de su precario apartamento compartido: “If you called your dad he could stop it all”.
A partir de ahí, la cobertura mediática ha sido polarizada. Los medios conservadores han aplaudido el troleo y los de izquierda han ironizado diciendo que la cadena de hamburgueserías ha recuperado a su célebre payaso Ronald. Pero unos y otros han bailado a la música que tan bien sabe sonar Trump. Aquí lo necesario era comprobar si Harris efectivamente había trabajado en un McDonald's como aseguraba, y pasar página. Varados en los numeritos, es Trump quien consigue el protagonismo y marcar la colesterólica agenda, con exactamente la misma táctica que le permitió ganar las elecciones por primera vez.