BarcelonaDesde Londres, ciudad en la que vive, y a través de Zoom, la actriz Bea Segura habla con ARA de su último proyecto televisivo, el drama histórico Beguinas, que puede verse en Antena 3 y cuenta una historia de amor con el trasfondo de un beguinaje, una comunidad de mujeres del siglo XIII que defendían una forma de vida alternativa al matrimonio e independiente de la Iglesia. Con una calidez que hace desaparecer la distancia provocada por una cámara, Segura repasa su carrera y reflexiona sobre algunos de los retos actuales de su profesión.
Antes de hacer la serie, ¿qué conocimiento tenías de estas mujeres llamadas beguinas?
— Cuando me lo propusieron rápidamente busqué qué información había en internet, y me sorprendió muchísimo, porque era una comunidad que existió a lo largo de muchos siglos y que estaba formada por mujeres muy fuertes, pero como siempre la historia escrita por hombres nos deja a un lado. Tuvo mucha fuerza en Flandes y en Francia, en España menos. Era una corriente más europea, a partir de la escisión del protestantismo. En medio de todo esto estaban esas mujeres que se preguntaron qué podían ser si no eran monjas o mujeres casadas con un hombre.
¿Básicamente eran mujeres religiosas laicas?
— Sí, muy religiosas. Las beguinas eran muy religiosas y creían tener una relación directa con Dios sin tener que pasar por una comunidad eclesiástica.
Con las historias de estas mujeres, ¿has encontrado paralelismos con la situación actual de la mujer?
— Sí, evidentemente, porque creo que ahora nos estamos planteando una igualdad que incluso mi generación está aprendiendo cómo gestionar. Es decir, cuando tienes una herencia patriarcal tan fuerte, tomas decisiones en tu vida basadas en este sistema. Ese miedo de la mujer a quedarse embarazada joven por no perder una carrera, por ejemplo. Esto todavía tiene un peso muy fuerte, y todavía no jugamos a una igualdad real. Primero porque es muy difícil, porque la sociedad tampoco está realmente estructurada para esa igualdad. Los hombres están cada vez más entendiendo que se pueden coger meses de baja por paternidad y realmente hacerlo, pero esto es muy nuevo. Incluso a mujeres que se creen en la conciencia de la igualdad les cuesta mucho. La maternidad es un momento muy clave para la mujer. La organización de tus creencias familiares está heredada de generaciones y generaciones de comportamientos de los que es difícil deshacerse. Y creo que las beguinas en algunos momentos estaban más avanzadas que nosotros. Sí, vivían en una sociedad mucho más estructurada y exigente que la nuestra, pero tenían cierta libertad mucho más adquirida que nosotros. Sí que había un cierto empoderamiento femenino, lo que ocurre es que estaba dentro de una sociedad que se regía mucho por las convicciones religiosas.
Has hecho mucha televisión en España, pero hace tiempo que vives en Inglaterra.
— Vivo allí donde haya trabajo. Soy actriz, y lo que más me gusta es el trabajo, pero me enamoré de un inglés. Él es abogado y el derecho inglés es muy distinto al español, así que estamos en Londres, que es donde mis hijos van a la escuela. Mi carrera es básicamente en España y en Cataluña, pero sí que es verdad que últimamente he podido trabajar muy bien en Inglaterra. He hecho realidad uno de mis sueños, que era hacer Shakespeare en el Globe [el teatro de Londres históricamente asociado al dramaturgo], y lo he hecho en dos ocasiones. Estoy deseando que vuelvan a llamarme. Mi representante inglés me dice "Bea, se acuerdan de ti", pero claro, ¡hay otros actores que también quieren trabajar en el Globe!
¿Existe mucha diferencia entre la industria catalana o española y la inglesa?
— No existe tanta diferencia, actualmente. Ahora lo que realmente manda es la producción. Si tienes una producción muy extensa y con mucho presupuesto, hay más servicios para los actores, como tu propia caravana, y unos equipos más grandes donde todo el mundo va menos estresado. Todo el mundo tiene una posición más clara, unas horas más competentes y un sistema de trabajo más fluido. La única gran producción que yo he hecho a nivel mundial es Black mirror, que es de Netflix y había actores como Salma Hayek, y la maquinaria es mayor. Todo es mucho más concreto.
Repasando tu currículum parece que nunca has parado de trabajar. ¿Eso cómo se logra en un mundo tan difícil como el de la actuación?
— Pues mira, ahora he estado unos meses en paro y lo he pasado fatal. Tengo crisis y pienso que mi carrera ya ha terminado, que nadie me quiere o que no me llamarán más. A mí me hubiera gustado tener una carrera más constante de teatro, pero es cierto que viviendo en Londres y teniendo dos hijos es muy difícil estar fuera muchos meses, especialmente cuando son más pequeños. Pero te juro que cada vez que termina un proyecto pienso "Este es el último, ya no me llamarán más". Salen todos los miedos de las actrices: "No me quieren, me hago mayor".
¿Te has encontrado que a medida que hacías años recibías menos propuestas o que el tipo de papeles que te llegaban eran distintos?
— Gracias a Dios, recibo papeles distintos. Por ejemplo, el papel de Beguinas [Marie Anne, la gran dama del beguinaje] yo no podría haberlo hecho con diez años menos, porque es un personaje que está cargado de responsabilidades. Cuanto más joven eres, menos responsabilidades. Creo que las cosas deben ir cambiando, porque ahora vivimos muchos más años y las mujeres de 40 años tienen ganas de ver historias de mujeres de su edad. ¡Entre los 40 y los 70 hay treinta años de vida y pasan muchas cosas! Creo que la televisión empieza a entender que existe un mercado enorme de mujeres que tienen ganas de ver aventuras de mujeres de esa edad.
¿Crees que a los hombres el factor de la edad también les preocupa?
— Sí, pero lo que ocurre es que los hombres siempre han vivido con una exigencia menor a la hora de envejecer. La prueba es que en Hollywood está lleno de ejemplos de parejas en las que ellos tienen 40 o 50 años y ellas 20 o 35. En los años 90 se veía mucho eso, que ellos podían ser los eternos galantes saliendo con chicas con veinte años menos. En cambio, al revés, apenas se ha visto nunca. La generalidad de la mujer joven con el hombre más maduro todavía se ve y acepta. Si es una mujer más madura con un hombre más joven parece que debemos contarlo y juzgarlo. Cuando hablábamos de la igualdad también es esto: ¿por qué juzgamos tanto a una mujer cuando está con un hombre más joven y, en cambio, cuando es al revés el hombre no es juzgado?
A veces son las mismas mujeres que juzgan.
— Sí, sí, pero es que hasta que la mujer no se crea igual, la igualdad es imposible.
El año pasado se estrenó la nueva temporada de Cites y mucha gente recordó tus capítulos de la primera y segunda entrega. ¿Qué se siente cuando resurge un trabajo que hiciste hace mucho tiempo?
— ¡Ay, Blanca Monrós es uno de los personajes que más me ha gustado hacer! ¡Me encanta! También me pasó un poco, y todavía me pasa, con El cor de la ciutat y Laura Peris. Son dos personajes muy queridos que creo que dieron lo mejor de mí, de mi alma más feliz e ingenua. Yo me meaba de risa haciendo de Blanca, porque representa a este tipo de mujeres, que muchas somos así, que dicen "venga, va, intento conocer a alguien" y que sienten que siempre les tomaban el pelo. Y, aun así, se enamoran. Siempre que sale una nueva temporada de Citas pienso "deberían volver a llamarnos a Isak [Férriz, que interpretaba su cita] y a mí y hacer una historia de los mismos personajes ya más maduros". Que los fans pidan un revival!
El cor de la ciutat (TV3)debió de ser un pico de popularidad muy fuerte de tu carrera.
— Sí, pero era un momento mucho más relajado. Con Al salir de clase (Telecinco) lo noté mucho más, y mi personaje no era tan conocido. En cambio, con Laura Peris, en Catalunya la gente me reconocía pero era muy amable. Hay una manera de hacer en Catalunya muy amable, nunca me he encontrado nada raro. Hombre, sí que me encontraba con cosas divertidas. Por ejemplo, una vez en el supermercado me dijeron: "Te pareces mucho a Laura Peris, pero ella es mucho más guapa". Me meaba de risa. Es verdad que yo cambio mucho con los personajes, y no sé por qué la gente no me reconoce mucho por la calle.
Esto te permite hacer algo de metamorfosis con los personajes.
— Es algo que puede jugar mucho a favor entre la gente de la profesión. Sin embargo, en el mundo de las redes sociales, no. Necesito muchos más seguidores para que las productoras me tomen en serio, porque es un factor que muchas veces tienen en cuenta. Desafortunadamente, a veces el número de seguidores que tengas en Instagram puede tener un peso. Tengo que trabajarlo más, pero es un medio que para mí es nuevo y que no me sale de forma natural.
Pero no todo el mundo tiene la facilidad o las ganas de compartir cosas en las redes sociales. En principio, no parece que forme parte de las obligaciones de ser actriz.
— Exacto. Yo estoy muy orgullosa de la gente que me sigue, porque es gente que entiende mi carrera y lo que hago. Quizás sí que tengo que relajarme más y acabar de encontrarme.