Crítica de serie

La serie sobre Terenci Moix que se distancia del relato hegemónico de la Gauche Divine

'La fabulación infinita' se centra en el escritor como figura mediática pero menosprecia su vertiente literaria

'Terenci: la fabulación infinita'

  • Marta Lallana para Filmin
  • En emisión en Filmin

Para muchas personas de nuestra generación, crecidas entre los años setenta y ochenta, la ruptura entre Terenci Moix y Enric Majó fue uno de los primeros signos de normalidadqueer en nuestro entorno mediático. El fin de la relación entre el escritor y el actor se abombó como cualquier otro chisme de la prensa rosa sin que la condición homosexual de los protagonistas se considerase un tema a tener en cuenta. En Terenci: la fabulación infinita, la separación entre ambos cobra especial importancia, sobre todo porque Enric Majó aprovecha para decir la suya como no lo había hecho antes. Como también se desbrava Pablo Parellada, la última pareja de Moix, de quien le separaban, entre otras cosas, treinta años de diferencia.

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Como suele ser habitual en las producciones originales de Filmin, los creadores de esta docuserie sobre el autor de No digas que fue un sueño son relativamente jóvenes. Marta Lallana, que forma parte del boom de nuevas directoras en Cataluña con títulos como las remarcables Ojos negros y la pendiente de estreno Muyeres, se encarga de la dirección, y cofirma el guion con Álvaro Augusto. Esa distancia generacional explica en parte la personalidad de la propuesta. No estamos ante el típico biopic hagiográfico que comulga con la imagen idealizada del escritor construida por él mismo y por su entorno más cercano. Esto quizás explica algunas de las ausencias más llamativas entre los entrevistados, como la de Maruja Torres. Pero tampoco se puede reducir la visión que se ofrece de Terenci a ese lugar común de las luces y las sombras. Lallana y Augusto se aproximan a ella desde una perspectiva concreta, la de la construcción de Terenci Moix como fascinante figura mediática con el componente queer avanzado a su tiempo que esto supuso y las contradicciones respecto a su vida íntima, que señalan no solo a sus exparejas, también a otros testigos como una Colita fantástica en su franqueza verbal y en el uso del abanico para rematar silencios y observaciones, y la ahijada del escritor, Anaïs Schaaff.

La creación de un personaje público carismático

La serie se interesa sobre todo por cómo Moix se crea a sí mismo como personaje público carismático, y de qué manera esto dibuja un perfil concreto de artista, aquel que prefiere adorar una imagen ideal de la persona amada que amar a la persona en concreto, lo que sustituye a la vida por su fabulación. Todo ello con una forma queer de entender la cultura bastante avanzada en su tiempo, con la celebración desde la intelectualidad de una cierta cultura de masas o el gusto por las estéticas del exceso y el melodrama. Una reivindicación de la homosexualidad con su punto de hipocresía, tan habitual entre los miembros de la Gauche Divine, que se pone de manifiesto en el desprecio a la militancia callejera o en el desencaje en el grupo de la figura de Pablo.

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Terenci: la fabulación infinita, por tanto, se desmarca del relato oficial y hegemónico que la Gauche Divine lleva escribiendo sobre ella misma desde hace medio siglo. Pero la serie también presenta sus carencias. Se echa de menos que no se comente nada de su relación, mitificada o no, con Pier Paolo Pasolini, por ejemplo. Pero, sobre todo, cuesta entender que, en un documental sobre un escritor tan popular como Terenci Moix, apenas se incide en su dimensión literaria, más allá de un clip que ilustra cómo el propio Terenci sacrifica la su persona literaria en el altar de la popularidad televisiva. Faltan los testigos que profundicen en su condición de escritor, que se hable de la bomba que supuso El dia que va morir Marilyn (1969) y de sus complejas relaciones con la esfera cultural catalana, muy sintomáticas también de toda la corriente ideológica de una época.