Ficción

Isak Férriz: "Lo paso muy mal cuando soy el foco de atención y no tengo un guión detrás"

Actor y protagonista de 'Ciudad de sombras'

BarcelonaIsak Férriz (Andorra la Vella, 1979) es un rostro habitual de la televisión, aunque ha logrado preservar cierto anonimato. El actor es el protagonista de la miniserie de Netflix Ciudad de sombras, uno thriller ambientado en Barcelona y centrado en una serie de asesinatos de prohombres de la ciudad que tienen lugar en diferentes edificios de Antoni Gaudí. La producción es también el último trabajo que realizó la actriz Verónica Echegui antes de morir este agosto a causa de un cáncer.

Ciudad de sombras adapta una saga de novelas negras, que es un género que funciona muy bien en las plataformas. ¿Por qué nos gustan tanto las series sobre asesinatos?

— A mí me fascina más el fenómeno que tenemos últimamente con el true crime. Las novelas negras son una evasión hacia la oscuridad, que son territorios que en nuestra vida no navegamos tanto. A mí me gusta bastante, la novela negra, aunque no conocía la saga de Aro Sáinz de Maza y me la leí de un tirón. Me fascinó mucho la crítica social que hay detrás de las cuatro novelas y cómo el personaje de Milo siempre dispara hacia arriba, que creo que es bastante importante en los tiempos actuales.

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Tú eres de Andorra, pero tu familia es de Barcelona y llevas mucho tiempo viviendo en la ciudad. ¿Tú también has visto esa transformación de Barcelona de la que habla la serie?

— ¡Por supuesto! Mi abuela tenía parada en el mercado de la Barceloneta y yo aún me acuerdo de comer con los pies en la playa, en la arena, con los chiringuitos. Y de cuándo me instalé aquí recuerdo mucho la rambla del Raval, de un día que buscaba el bar Aurora, mítico after, y me encontré seis manzanas derruidas. Barcelona es una ciudad que se va reconstruyendo a sí misma a favor de la modernidad y del progreso, y para abrirse al turismo. Y en eso es lo que nos hemos convertido al final: el otro día paseaba por la calle Avinyó y por la calle Ferran y quedé horrorizado de la cantidad de comercios destinados exclusivamente a los turistas que, además, están repetidos cada 100 metros. Con los espacios culturales no se puede hacer esto: si tú pides abrir un espacio cultural, debe estar a más de 500 metros de otro. A mí de la serie me gusta mucho que la Barcelona desaparecida está tratada con nostalgia. Esto no quiere decir que cualquier tiempo pasado era mejor, pero sí antes había una identidad de ciudad que sólo se mantiene en algunas zonas. Si no miramos qué tipo de ciudad queremos nos acabaremos convirtiendo en un decorado, como son muchas de las ciudades globalizadas por culpa de un turismo voraz.

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Tu personaje, Milo, utiliza el concepto "los damnificados de Barcelona". ¿Quiénes son los damnificados de Barcelona ahora mismo?

— Ahora mismo, todos los barceloneses, por cómo están los precios de los alquileres. Creo que los damnificados de Barcelona y del mundo globalizado somos las personas que vivimos de alquiler y que dedicamos un porcentaje muy elevado de nuestro sueldo a pagar ese alquiler.

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Esta serie es el último trabajo que hizo Verónica Echegui antes de su muerte. ¿Qué recuerdo guardas del rodaje con ella?

— Aún no podemos salir del choque al hablar de la noticia. Dejó un vacío en el mundo interpretativo enorme porque era una actriz muy única. Desde que ella entró en el proyecto, su personaje [la subinspectora Rebeca Garrido] creció mucho, es lo que más ha evolucionado respecto a la novela. Es una gran pena que ella no pueda ver el resultado de su trabajo.

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Has trabajado mucho en tele y teatro, pero da la sensación de que todavía puedes pasar bastante desapercibido por la calle. ¿Es así?

— Absolutamente, pero en cierto modo es algo buscado. A mí no me gusta que la gente conozca a Isak Férriz como marca registrada. Hago las promociones que debo hacer de mis trabajos pero intento no ir a programas o concursos, y tengo mi Instagram privado. Soy muy celoso de mi intimidad y me gusta ir al parque con mi hijo y que no me reconozcan. Es que, además, no sé desarrollarme demasiado bien dentro del reconocimiento público. Ser el foco de atención cuando tengo un guión detrás me encanta, pero cuando no lo tengo es horrible, lo paso muy mal. También creo que los actores somos actores y no famosos. Cuanto más desconocido seas, más fácil será que tus personajes sean creíbles.

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Mucha gente todavía te recuerda como Martín, el tatuador que vivía una historia de amor con Bea Segura en la primera temporada de Citas. ¿Fue un proyecto importante en tu carrera?

— Yo con el personaje de Martín me lo pasé soberbio, fue un punto de inflexión en mi carrera porque era un momento en el que no tenía trabajo, justo después de la crisis. Era un caramelo de personaje, bastante parecido a mi carácter. Es un trabajo que me recuerdan muchas personas migrantes que vienen a Cataluña y hacen cursos de catalán y creo que los ponen Citas. Hay muchísima gente migrante que llevan poco tiempo aquí y que me reconocen. Es muy curioso.

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Citas fue un punto de inflexión, pero ¿cuándo te diste cuenta de que podías vivir de ser actor?

— Es que vivir sólo de ser actor... Yo también soy montador y he vivido muchos años de hacer vídeos de todo tipo, siempre intentando no alejarme mucho de ese mundo. Nuestra carrera es muy inestable y hasta los 38 años la constante de mi vida ha sido trabajar y pelar, trabajar y pelar. Y buscar y hacer malabarismos con otros trabajitos. La estabilidad ha llegado justo con el nacimiento de mi hijo y el estreno de Gigantes [la serie de Enrique Urbizu para Movistar Plus+, de 2018]. Desde entonces sí puedo considerarme del 7% afortunadísimo de la profesión que puede vivir exclusivamente de la interpretación.

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¿Tener un hijo ha cambiado tu perspectiva del mundo?

— Cuando tienes un hijo te das cuenta de muchas cosas, sobre todo cuando sale de tu burbuja y lo sueltas en la jungla de la sociedad y te encuentras con otras familias con las que no estás tan de acuerdo ideológica o políticamente. Es muy complicado. Es un trabajo de arremangarse y cada día intentar conducirlo, pero no protegerlo porque puede ser contraproducente para él. La crianza de una criatura en la sociedad salvaje actual es un reto enorme.