¿Ha superado la televisión la tiranía de la belleza?
El escrutinio que las redes sociales hacen de la imagen de las presentadoras dificulta liberarse de los corsés estéticos
La televisión es imagen y, en nombre de esto, durante muchos años se ha forzado que las profesionales que aparecen en pantalla siguieran unos ciertos cánones estéticos y se adecuasen a una idea determinada de feminidad. Las presiones para responder a la imagen esperada no son solo externas sino autoimpuestas por años de una educación que empuja a las mujeres a tener una imagen concreta, como reconocen periodistas y presentadoras de televisión. A pesar de que en los últimos años los movimientos feministas han hecho labor de concienciación para romper los corsés de la presión estética, liberarse de la dictadura de la belleza sigue siendo difícil.
La periodista deportiva Danae Boronat, presentadora en Movistar Futbol, decide qué se pone y qué no junto con el estilista de la cadena, que le hace propuestas según su gusto y la estética que se ha pactado para el programa. A pesar de que asegura que no se siente presionada, sí remarca que "todo el mundo se cree con derecho a opinar sobre lo que llevo y decir si les parece bien o no", aunque muchas veces estos comentarios no se los hagan llegar directamente a ella. Las opiniones sobre su imagen también tienen eco en las redes sociales. "Normalmente siempre van en la misma línea: considerar que utilizo mi vestuario para llamar la atención", explica Boronat, que señala que hace muchos años que decidió ignorar este tipo de opiniones. "Me parece increíble que la gente todavía se sienta con el derecho de juzgar cuáles son tus intenciones cuando te pones una camisa, un jersey de cuello alto o unos tacones", dice la periodista, que remarca que son un tipo de comentarios que nunca reciben sus compañeros hombres. La situación que describe Boronat también la ha experimentado Jèssica del Moral, presentadora de En línia (La 2), que confiesa que los comentarios que recibe sobre el programa son casi siempre sobre su apariencia física –el vestuario, el maquillaje o el peinado– y pocas veces sobre los contenidos. "Lo hacen hombres y mujeres, y dudo mucho que a mis compañeros hombres les digan lo mismo. Sobre la imagen opina todo el mundo".
Uno de los casos más paradigmáticos sobre cómo de hirientes pueden ser los comentarios que se hacen en redes sobre la imagen de las presentadoras se vivió durante las últimas campanadas de Fin de Año emitidas en TV3, cuando el vestuario de Lídia Heredia, Helena Garcia Melero y Cristina Puig se convirtió casi en materia de debate nacional. "Estoy convencida de que si las campanadas las hubieran hecho tres tíos esto no habría pasado", dice Puig. La periodista asegura que uno de los aspectos que le pareció más peligroso del ruido que se generó –algunos comentarios decían que se les había impuesto un vestuario con el que morirían de frío– fue que muchas críticas llegaban por parte de mujeres. "Nadie nos obligó a ponernos esos vestidos y creo que el feminismo no está reñido con poderse poner un vestido de fiesta para una noche especial como es la Nochevieja. Para mí es un feminismo mal entendido creer que una mujer que vaya guapa, que marque cintura y que se quiera poner un vestido flamante no pueda ser feminista", reflexiona la presentadora del Preguntes freqüents, que remarca que nunca se pondría una prenda de ropa que fuera en contra de su criterio.
Presiones autoimpuestas
"A menudo somos las mujeres las que nos autoinponemos una estética concreta que busca que seamos más estilizadas o refinadas", detalla Boronat, que explica que ella siempre sale en pantalla con tacones porque la hacen sentirse más segura y verse mejor. "Espero, con los años, poder ir cambiando estas autoimposiciones y estar tan segura de mí misma como para poder salir con zapato plano si me apetece", reflexiona. En la misma línea opina Del Moral, que también detecta la existencia de una "presión interna" difícil de esquivar debido a años de educación en la que se ha primado que las mujeres tuvieran una imagen determinada. "Si me dijeran de salir sin maquillar tampoco querría, me vería rarísima", explica Del Moral, que remarca que la presión por la estética no es exclusiva de la televisión, sino que está presente en todos los ámbitos de la sociedad.
A pesar de que a menudo se suele satanizar la figura del estilista, Berta Vallvé, estilista freelance que trabaja habitualmente en televisión y formadora de género, argumenta que los estilismos también pueden jugar un papel fundamental a la hora de destruir complejos y reforzar la autoestima. "Un buen estilismo tiene que reforzar a quien lo lleva y puede ser una herramienta política para empoderar a una persona y ayudarla a ocupar el lugar que le corresponde", explica Vallvé, que remarca que el trabajo del estilista es entender qué necesita cada persona a la que viste para sentirse cómoda y bien representada, aunque sean cosas muy diferentes en cada caso. Vallvé considera que a través del estilismo se puede trabajar para romper con actitudes nocivas que están presentes en la sociedad, pero también en el mundo de la comunicación, como por ejemplo la gordofobia o el edadismo.
"Haciendo tele es más difícil liberarse de la mirada del otro, pero es imprescindible que ni la edad ni los cuerpos normativos ni una actitud sistemáticamente simpática y risueña sean por defecto un baremo para determinar la presencia y el protagonismo de las mujeres ante las cámaras", reflexiona Anna Pérez Pagès, directora y presentadora del programa Ártic de Betevé. La periodista, que asegura que nunca se ha sentido presionada por la cadena para proyectar una imagen determinada y que los estilistas trabajan con ella para escoger las piezas con las que se siente cómoda, está convencida de que una de las grandes batallas que tiene pendiente la televisión es conseguir que haya mujeres de más de 40, 50 o 60 años ante la pantalla.