Un '30 minutos' que hace estremecer
Este domingo por la noche, el 30 minutos estreno Gritos silenciados, un reportaje del equipo del programa de TV3 que se hace eco de unos casos terribles. En diciembre del 2022 conocieron a una persona que vivía en Catalunya y que había sido víctima de abusos sádicos y torturas perpetradas por una red de personas influyentes que la tenían amenazada de muerte. Lo sufrió en los Países Bajos, de donde huyó para que no pudieran localizarla sus agresores. El 30 minutos estiró el hilo, poniéndose en contacto con otros periodistas de los Países Bajos que habían denunciado más casos. El canal VPRO halló hasta otras 140 víctimas. En algunos casos, las personas identificaban los mismos sitios, autores y rituales.
“El cura me dejó dibujar en su mesa. Su ayudante tenía un bebé que lloraba mucho. La verdad es que no sé qué hacían porque yo estaba en la sala de al lado. Pero, de repente, el bebé dejó de llorar. Se dirigieron, como si fuera una procesión, hacia el jardín de la iglesia. De repente, uno de los monaguillos se va a poner llorar. Y le intercambiaron por mí, y tuve que enterrar al bebé”. El 30 minutos utiliza el testimonio del artista Tess Dribbel como hilo conductor, no sólo para desarrollar la historia sino también para ilustrarla. Su obra ha quedado impregnada de las escenas, percepciones y torturas de las que fue víctima o presenció. Las creaciones artísticas contribuyen a explicar visualmente un horror que no podría plasmarse visualmente de otra manera. Pero la contundencia de los dibujos comunica a la perfección la crueldad y el sufrimiento sin que resulte morboso. Por el contrario, acentúa la empatía con las víctimas porque las ilustraciones mantienen un estilo simple que asociamos al imaginario infantil. Por tanto, conectamos con esta infancia que ha sufrido abusos y torturas de una manera simbólica pero muy directa y personal.
Otras personas relatan vivencias que hacen estremecer. Familiares, maestros, médicos, policías... formaban parte de estas redes sádicas de pederastia que infligían torturas, electrocuciones, asesinatos, canibalismo y sacrificios humanos. Hombres con túnicas negras que organizaban rituales macabras llenos de crueldad contra decenas de criaturas. Las que sobrevivieron y han podido denunciar su caso ahora le cuentan frente a la cámara. Quizás falta subrayar el año en que se producen estos abusos.
El 30 minutos, más allá de hacerse eco de los casos individuales que sirven de ejemplo, tiene la virtud de abrir el plan y realizar un análisis más global. Muestra el recorrido de estas denuncias en el ámbito policial y el papel de las comisiones de investigación. Consultan al Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos para entender qué se está haciendo a escala institucional con estas redes sádicas que tienen un alcance inimaginable. El programa detecta el creciente número de asociaciones de víctimas a escala europea. En cierto modo, lo que hace el 30 minutos es mostrarnos una punta del iceberg estremecedora, pero te queda la mala sensación de la existencia de un submundo inimaginable que se mantiene impune.