Ahora que todo el mundo nos mira, hace falta mucho más que una celebración

El 9 de junio de 2015, la selección española debutaba en un Mundial de fútbol femenino en Canadá y solo han pasado ocho años hasta que ha ganado la primera estrella. Años en los que se ha realizado una apuesta firme y decidida por el desarrollo del fútbol femenino desde los organismos e instituciones implicados, y en los que el crecimiento del fútbol femenino ha superado todas las expectativas.

Aunque ha sido un progreso desigual e irregular, porque el aumento del número de licencias a nivel nacional, la profesionalización de la Liga, las dos Champions League ganadas por el Barça, los títulos en las diferentes categorías inferiores por parte de la selección española, la apertura de grandes estadios o los récords de asistencia han tenido que convivir con conflictos demasiado recurrentes como el desacuerdo en la negociación del convenio colectivo, la huelga de jugadoras y de árbitros o los conflictos latentes entre la RFEF y la liga profesional.

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Ahora es momento de celebrar este título, y se ha reconocido mucho durante estos días la labor de las pioneras, de las que empezaron a jugar al fútbol cuando no era tan fácil hacerlo, de todas las que han luchado en el pasado. Pero también es el momento de mirar hacia adelante y pensar cómo la consecución de esta estrella puede ayudar a acabar de dar un paso definitivo en el desarrollo del fútbol femenino en nuestro país.

Porque cuando ganas, la gente te mira. Y este domingo el mundo mira a España porque ha ganado el Mundial y lo ha hecho con un fútbol muy distinto al del resto de selecciones. Un modelo único, basado en el juego de posición, controlando el partido desde la posesión, tal y como hizo la selección masculina en 2010 en Suráfrica. Y esto es necesario ponerlo en valor, porque no se trata solo de ganar, sino de cómo se gana.

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Pero también nos miran y ven una Liga en la que algunos campos no son dignos de una competición profesional. Nos miran y ven una Liga en la que los árbitros tienen un salario más alto que la mayoría de las jugadoras. Nos miran y ven algunas estructuras de clubs que no se corresponden con la profesionalidad que deberíamos exigir.

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Por suerte, y gracias a la gran repercusión que ha tenido este Mundial, también muchas niñas han tenido la oportunidad de ver a chicas jugando a fútbol, ganando un Mundial, siendo protagonistas en los medios, y pensarán que también quieren ser futbolistas para poder ganar, algún día, un campeonato de este calibre. Porque los referentes se crean, sobre todo, cuando se gana.

Por eso ahora que se ha ganado y que todo el mundo nos mira, es el momento idóneo para subir el listón y ser más exigentes en todo lo que hace referencia al fútbol femenino. Luchar por consolidar los pasos que se han dado en estos años, pero ser decididos al apostar por un crecimiento de calidad en todos los niveles y por parte de todos los estamentos: Federación, gobierno, liga profesional, clubs... Y si puede ser, que vayamos todos de la mano.