Albert Om y la pequeña historia
Este jueves, TV3 estrenaba Una altra història, el programa que construye la memoria del país a partir de antiguos objetos que guarda la gente en su casa. Unas cartas de la guerra, una brújula marítima, un brasero, una cámara de fotografiar... Un planteamiento que va de lo más pequeño al contexto político, social y cultural más global. La idea es buena. Se ajusta al espíritu de una televisión pública. Se dibuja la identidad a partir de la contribución de todos. La audiencia recuerda que tenían un brasero como aquél, o que el vestido de novia se parecía a lo que llevaba su abuela. Se pueden establecer vínculos directos entre lo que se explica en la pantalla y lo que ocurría en su casa. Se teje una historia compartida. En muchos casos, el peso recae en la narrativa que esconden los objetos: la desaparición del bisabuelo en la guerra, el trabajo de matrona o el hombre que se emociona pensando en cómo sufriría su madre cuando Falange se lo va llevar de campamentos. Historias cortas que contribuyen a despertar la curiosidad del espectador.
Era hermoso ver el monasterio de Santes Creus a vista de dron. Pero la puesta en escena es algo rudimentaria. El sistema de recogida de objetos en tabletas de oficina tiene algo de administrativo. Y la imagen de la gente haciendo cola esperando en la puerta cargando el objeto es algo tronada. Subordina al colaborador al espectáculo, y los tienen allí palplantados como si fueran a realizar una ofrenda. Algunos de los que ya habían entregado su objeto volvían a aparecer en la cola esperando el turno. Albert Om se detenía de vez en cuando para comentar algunos de los recuerdos. De la mayoría de gente pasaba de largo ante sus narices. Y esto convertía a los participantes en un simple decorado para hacer de relleno. En este contexto, tiene un significado simbólico: la historia que no merece detenerse. Toda la sensibilidad que se depositaba en algunos de los testigos se les negaba ante la cámara al resto, lo que les convertía en figurantes.
El tractor del 3 de octubre de 2017 quedaba forzado. Es indudable que se trata de un hecho histórico, pero es tan reciente que la vivencia supera al objeto. El tractor no nos remite a los hechos. Son los hechos los que pesan aún más que el tractor. Rompía la línea del programa.
El hecho clave para que este programa funcione es la emotividad de las personas. Conmueve su necesidad de compartir su historia y esto incrementa su intensidad. En este sentido, Albert Om es el interlocutor perfecto. Sabe hacer la pregunta justa para provocar el nudo en la garganta de la persona que tiene delante. Los historiadores Alba Gràcia y Xavier Carmaniu tienen especial ternura en el trato humano. La tripleta de receptores de objetos tiene la misma facilidad para emocionarse que los voluntarios que realizan aportaciones. Esta otra historia, la más pequeña, la de las personas, es la que se cala más profundo. Sin embargo, incomprensible el final. No se entiende que para realizar el montaje de resumen cojan la sintonía de otro programa de TV3, el This is art.