El análisis de Antoni Bassas: ZP: "En privado, Rajoy siempre fue más abierto con ETA que con el Estatut de Catalunya"
Por mucho que el PSC va por delante en las encuestas y quiere marcar un ritmo tranquilo (al fin y al cabo, aún falta un mes y dos días para las elecciones del 12 de mayo), y por mucho que Aragonés se multiplica, el factor Puigdemont pesa, y mucho. Por eso la actualidad todavía vive hoy de las palabras del presidente en el exilio en RAC1:
Que volverá por el debate de investidura aunque no gane, y que dejará la política activa si no es presidente, porque no se ve haciendo de ninguna de la oposición. Tampoco ha pasado por alto el aviso al PSOE: si Isla hace un Collboni (queda segundo pero pacta con quien sea necesario para que no haya un gobierno independentista), a Pedro Sánchez se le puede acabar la legislatura. Ya veremos, porque si algo hemos aprendido estos años que ya no hay mayorías absolutas es que, a la hora de pactar y llegar a acuerdos, los partidos se vuelven muy posibilistas, y si no que lo pregunten a Junts mismo con Sánchez.
Normalmente, en política no se descubren los próximos pasos con tanta anticipación como ha hecho Puigdemont. Vale que lo dice para que le voten más, pero decir que te irás si no ganas también anima a los contrarios (“Si tú no vas, Puigdemont se queda). En todo caso, ya analizamos ayer que, con sus respuestas, Puigdemont reveló sentirse ante un cruce personal y que, si después de seis años y medio de exilio no es presidente, ya no puede ofrecer ninguna prueba más del su compromiso con el país.
Ayer el PSC reaccionó de manual haciéndose el descomido, diciendo que Catalunya ya ha pasado página de los personalismos. Los socialistas llaman personalismos, en Junts lo llaman liderazgo, pero es verdad que Puigdemont ha sido y todavía es una estrella de la política. Ahora bien, con o sin personalismos, los problemas de Catalunya continuarán si el Estado no los reconoce. Miren qué perla publica hoy Carlos Cué en El País.
Es una entrevista en Zapatero sobre un libro que ha publicado sobre el diálogo. Le preguntan por el Estatut del 2006: “Usted pensaba que solucionaría el problema”. Y el expresidente español dice: “Este es un conflicto de más de dos siglos. Pensé que el Estatut daría estabilidad al menos durante dos generaciones. Pudo ser así si no hubiera sido por la sentencia del TC”.
Pero lo mejor viene ahora. Dice que organizó una reunión privada con el rey Juan Carlos y con Rajoy para obtener el apoyo de Rajoy para acabar con ETA de forma dialogada. Y dice que sí, que es verdad, que la reunión fue bien. Y acaba diciendo: "En privado, en el tema de ETA, Rajoy siempre fue más abierto que con el Estatut de Catalunya".
Pues no hay más preguntas, señoría. Había más disposición a negociar con los terroristas que a tratar con la realidad democrática de Catalunya. El sistema político español puede haber declarado a Puigdemont enemigo público número 1, pueden identificarlo como una fuente de inestabilidad, pero en el fondo esto no es más que ganar tiempo. Puigdemont es la excusa de hoy como antes tuvieron la excusa de Carod-Rovira o Jordi Pujol. El Estado no quiere reconocer la singularidad política de Catalunya, no quiere ninguna bicapitalidad, sólo sabe poner nombres a los aeropuertos y las estaciones de tren, pero no quiere solucionar reconocer la diferencia. Y, por tanto, con Puigdemont o “con sin”, el conflicto continuará.
Buenos días.