Homenotes y danzas

El arquitecto hacen de EEUU que quería un rascacielos en la plaza Catalunya

Josep Maria Bosch fue uno de los técnicos responsables de que la Seat se instalara en Barcelona y no en Bilbao

¿Qué tienen en común la estación de esquí de Masella, el Instituto de Estudios Norte-Americanos de la Vía Augusta (desgraciadamente hoy en servicios mínimos), Seat y las urbanizaciones de lujo del barrio de La Moraleja, en Alcobendas? Estos negocios en apariencia inconexos tenían detrás a un mismo emprendedor, el arquitecto e ingeniero gerundense Josep Maria Bosch i Aymerich.

Su talento innato se hizo evidente en breve, cuando se licenció en ingeniería industrial con Premio Nacional de fin de carrera (en 1944) mientras empezaba a estudiar arquitectura. Lo financió todo con la dirección de una academia que preparaba el acceso a los estudios de ingeniería. La concesión del galardón al ser el mejor de las promociones de Barcelona, ​​Madrid y Bilbao tenía como premio un trabajo en el Instituto Nacional de Industria (lo que hoy sería la SEPI). Le ofrecieron la plaza de delegado en el extranjero, una oferta que le abría las puertas de Estados Unidos. Allí aprovechó la ocasión para estudiar un máster en el mítico MIT de Massachusetts, probablemente el primer español que lo cursaba.

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Cuando regresó a Barcelona, ​​en 1947, apretó el acelerador para terminar en un solo año los tres cursos de los estudios de arquitectura que le faltaban, y se doctoró más tarde tanto en este campo como en ingeniería. Ese mismo año reanudó la vida profesional ocupando el cargo de director técnico del polígono de la Zona Franca, donde tuvo una intervención providencial para conseguir que Seat se instalara en Barcelona en vez de Bilbao, la otra ciudad candidata con posibilidades . Tampoco abandonó la vertiente inmobiliaria, porque en esa misma época creó la empresa ECISA para sacar adelante sus propios proyectos arquitectónicos.

Consciente de la importancia de la lengua inglesa para el desarrollo profesional, en 1951 se asoció con el médico Josep Maria Poal para fundar el Instituto de Estudios Estadounidenses, que no se limitaba sólo al enseñanza de la lengua, sino que también era un foco de promoción de la cultura estadounidense. Hasta la finalización de sus actividades docentes en 2019, muchas generaciones de barceloneses habían aprendido a hablar inglés en sus aulas.

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Pero su conocimiento del país de las barras y estrellas le permitiría aún interpretar un rol mucho más importante. Gracias a la firma de los acuerdos entre la España franquista y Estados Unidos en 1953, la Península quedó salpimentada de bases de la marina de EE.UU. El estudio de arquitectura de Bosch fue el escogido por los estadounidenses para formar tándem con ellos en el diseño y construcción de las bases. Esta colaboración acabaría extendiéndose a lo largo de los años en forma de una sociedad mixta para construir infraestructuras en toda Europa y en América.

En 1955 presentó su proyecto más emblemático ya la vez sorprendente. Una construcción que después de paralizarse quedó olvidada, por lo que la mayoría de barceloneses nunca han oído hablar de ello. Se trataba de levantar un rascacielos en la plaza Catalunya, en la parcela donde hoy se encuentra el edificio del Triangle, que debía tener una altura de 140 metros, algo menos que las actuales torres de la Vila Olímpica. Pese a ser un proyecto multipremiado, misteriosamente no salió adelante y quedó guardado en un cajón. El mismo desenlace, curiosamente, que el proyecto de Ramon Sellés Miró, que en 1918 se propuso levantar una torre similar (130 metros) justo en la misma finca donde Bosch quería construir su rascacielos.

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El legado de Bosch pervive hasta la fecha gracias a la Fundación Bosch Aymerich, que tiene por objeto la creación, el fomento y el desarrollo de actividades de interés general, preferentemente en Cataluña. Financia iniciativas relacionadas con un montón de campos como las artes, la cultura, las ciencias, el deporte y la salud. Sus activos superan los 170 millones de euros surgidos de las aportaciones patrimoniales del fundador. En 2020 financiaron proyectos por valor de 2,3 millones de euros.