El bidé resucita: "Lo compraron presos por el pánico y les ha cambiado la vida"

Hace unas semanas, en el programa Late show de La 1, el actor Enric Auquer le contaba a Marc Giró lo fundamental que era el bidé. No concebía que la gente, después de hacer sus necesidades, sólo utilizara el papel de inodoro. Para él, la higiene en el bidé era esencial y lamentaba las inconveniencias que le comportaba ir al baño fuera de casa, ya que entonces no podía llevar a cabo su imprescindible ritual de limpieza. Seis días después de la entrevista, The Washington Post publicaba un largo reportaje sobre el actual auge del bidé en Estados Unidos. Este artilugio del lavabo, que durante décadas pareció en peligro de extinción, ha experimentado un resurgimiento en los últimos cuatro años gracias a la pandemia. La periodista Rachel Kurzius demuestra que la pasión por el bidé ha perdurado más allá del confinamiento y sigue creciendo. De hecho, el título del artículo expresa hasta qué punto la decisión de muchos usuarios ha sido determinante: “Compraron bidés tomados por el pánico. Y les ha cambiado la vida”. El destacado especifica: “Cuatro años después de la escasez de papel de inodoro de 2020, los reconvertidos al bidé dicen que no volverían atrás”.

Kurzius explica que actualmente hay largas colas de espera para adquirir bidés y sus complementos gracias al ferviente proselitismo de los usuarios: “Se han convertido en auténticos creyentes, evangelizando a la familia y los amigos e intentando ayudar a Estados Unidos a ponerse al día como el resto del mundo con el uso del bidé”. En los catálogos de internet de empresas especializadas aparecen múltiples modelos. Como no todos los lavabos permiten la instalación de un bidé por razones de espacio o de tuberías hay también un abanico de posibilidades infinitas de accesorios para transformar los inodoros en widgets híbridos, incorporando mangueras, surtidores y grifos que se colocan junto a la taza para facilitar la higiene. Según datos que facilita el The Washington Post, actualmente sólo un seis por ciento de los adultos estadounidenses dispone de bidé pero, en cambio, un cuarenta y uno por ciento estaría interesado en tenerlos en casa. Muchos estadounidenses lo perciben como un utensilio de lujo e incluso se ha observado una tendencia a regalarlo a sus familiares.

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La dependencia que parece que crea el uso del bidé ha estimulado la creación de bidés portátiles y de viaje. El problema de Enric Auquer para lavarse fuera de casa después de ir al baño es compartido por los devotos de este widget. En las plataformas de comercio electrónico se pueden encontrar pequeños irrigadores para llevar en el bolso o en la mochila que sustituyen provisionalmente la ausencia de bidé cuando se está lejos de casa. Los norteamericanos parecen haber descubierto las virtudes que La Trinca ya cantaba a principios de los ochenta con la oda al bidé y el Barón que le inventó: “¡Y es que es tan refrescante, qué deleite, qué falera! Por delante y por detrás. ¡Por detrás y por delante!”

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El término bidé significa caballete en francés antiguo, un tipo de caballo pequeño y rechoncho que, de algún modo, ya sugiere la forma en que el usuario debe colocarse para disfrutarlo en su plenitud.

El pasado verano el bidé de Beyoncé y Jay Z salió a la venta en eBay por 2.400 dólares. No es que decidieran prescindir de él sino que los nuevos propietarios de la casa reformaron el aseo. O quizás no sabían por qué servía. Hace veinte años, un estadounidense de visita a Catalunya quedó fascinado por la consideración que se tenía con los niños en los lavabos de las casas, cuando, viendo el bidé, tuvo claro que era un comodísimo lavamanos para los niños.