Bienvenido, Mr. Draghi, pero ¿se encontrará el dinero?

El diagnóstico estaba claro, y coincide con lo que se ha venido diciendo en estos últimos años tanto desde el sector público como del privado. Europa se ha quedado estancada, no acaba de avanzar con innovación propia y su actual supervivencia comercial está en manos de China y Estados Unidos, de quien también es dependiente en el campo militar y, desde la guerra de Ucrania , igualmente en el terreno energético. Mario Draghi, el ex director del Banco Central Europeo que "salvó" al euro durante la crisis financiera, tenía el encargo de hacer un informe sobre cómo mejorar la competitividad de la Unión Europea y este lunes, teniendo este contexto en mente, presentó su plan, que todo parece marcar la hoja de ruta de la actual legislatura europea.

Draghi, político conservador que también ha sido primer ministro en Italia y un prestigioso economista, cree que la situación es grave y que hay que actuar con urgencia y medidas muy concretas. Así, básicamente recomienda actuar, a grandes rasgos, en tres grandes líneas: innovación, energía e industria militar. En el terreno de la innovación propone invertir fuertemente en las nuevas tecnologías que todavía se están desarrollando, como la inteligencia artificial, para hacerse un agujero. Se trataría, dice, de eliminar barreras burocráticas o económicas que hacen que las ideas y trabajos que surgen en Europa no acaben encontrando la financiación necesaria para crecer. La prueba de que esto es así, dice, es que sólo cuatro de las cincuenta grandes compañías tecnológicas de todo el mundo están en la UE. En el campo energético también ve una oportunidad, pero esto requiere también una mayor inversión en la renovación de toda la red de distribución de la energía y separar el coste de las energías renovables y sostenibles. Y, por último, propone también aunar esfuerzos de todos los países para crear una industria militar propia que evite la dispersión y la poca eficiencia del –por otra parte, ingente– mercado actual de armamento europeo.

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Para hacer todo esto son necesarias tres cosas: una inversión multimillonaria que él ha cifrado entre los 750.000 y los 800.000 millones al año; unos cambios importantes en la burocracia y la estructura organizativa interna de la UE que permitan actuar de forma rápida y unitaria, y un acuerdo político de alto nivel que impida los vetos y haga que todo el mundo reme en la misma dirección. No será fácil, sobre todo en lo que respecta a las inversiones. Él propone que, más allá de la parte privada, la inversión pública se realice a través de emisiones de deuda común que financien las inversiones comunes. Sería así un plan financiado al estilo de lo que se hizo con los fondos Next Generation de la Covid, pero con la misma ambición transformadora del Plan Marshall de la posguerra mundial. Tiene sentido, pero no será fácil en un momento de repliegue nacional de muchos estados. Los países nórdicos, encabezados por Alemania, siempre están reacios. Quizás comprende el objetivo pero prefieren la vieja fórmula de la austeridad. Si así fuera, recordó el propio Draghi, sería una vez definitivo a los valores y el estado del bienestar europeos y, quién sabe, a su propio futuro. Bienvenido sea, pues, el plan de Draghi para sacarnos del bloqueo, impulsar el crecimiento y hacerlo con el modelo del estado del bienestar y con las lecciones aprendidas de la crisis de 2008.