Cada casa, un mundo

Una casa a la que sólo se puede llegar a pie

Es Canyeret (Llucalcari, Mallorca). ACN Arquitectura y Lluís Riera

Cuando estás allí, por muchos motivos y también a la fuerza, debes olvidarte del resto del mundo. Es un lugar para ir y no irse. Para llegar a esta casa del término de Llucalcari, en un punto fascinante de la sierra de Tramuntana mallorquina, hay que andar unos veinte minutos por un camino de piedras, un camino tortuoso. El paraíso también tiene sus dificultades, y si no las tuviera quizás ya no sería el paraíso. En cualquier caso, las ha tenido, y no pocas, para el arquitecto Adrià Clapés Nicolau –fundador del estudio ACN Arquitectura–, que ha colaborado con el también arquitecto Lluís Riera, así como para todos los profesionales que han estado involucrados en la rehabilitación de Es Canyeret, una casa que lleva el nombre de la pequeña cala pedregosa sobre la que se ubica. Con todo el mar como telón de fondo natural.

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Hay que conocer la historia de esta casa que, situada sobre un bancal lleno de tierra y, por tanto, inestable, tenía la estructura en muy mal estado, incluso con una esquina de la edificación desplomada. Se debe conocer para entender lo que se ha hecho, un esfuerzo de dos años y medio de rehabilitación, traslado de materiales a pie y con helicópteros, por parte no sólo de los trabajadores, sino también de la familia catalana que es la propietaria desde hace muchas generaciones.

Recuperar una casa en un sitio así bien que se lo paga, pero incluso más que eso, lo que quería la familia era dar continuidad a la historia que hay detrás de la casa. Y es que los abuelos y bisabuelos de quienes han emprendido la reforma, que eran industriales del textil del tiempo en que una ola de burgueses catalanes compraban fincas en Mallorca, invitaban a esta casa a pintores para que se inspiraran. Ahora, más de un siglo después, la familia se ha multiplicado y la casa es de una decena de propietarios, entre tías, primos, padres, hijos y sobrinos, que decidieron aunar esfuerzos para que Es Canyeret se siguiera disfrutando. Así que, unos días unos, unos días otros, a veces muchos juntos, a veces de manera más solitaria, ésta es la casa de veraneo en la isla de la gran familia y de sus invitados. Y nos aseguran que es el orgullo de su familia.

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“Como decía Lampedusa, cambiamos todo lo necesario para que todo siga igual. Ésta ha sido la idea del proyecto. A veces, a los arquitectos nos toca intervenir en lugares fascinantes donde la máxima aportación que podemos hacer es pasar desapercibidos”. Así lo dice Adrià Clapés, director del equipo que ha hecho todo lo necesario para respetar la fuerte personalidad del puesto. Y para recuperar su uso y disfrute se trataba de realizar un trabajo de consolidación estructural de esta casa de 260 metros cuadrados distribuidos en dos plantas, con muchos pequeños pilares que lo apuntalen debajo y que hagan que, cuando el tierra se mueva, la casa se mueva de forma monolítica y no cruce. También se ha recuperado el suelo de baldosas hidráulicas: tuvieron que quitarlas pieza a pieza, limpiarlas y ponerlas de nuevo en el lugar que les correspondía, conscientes del encanto que tienen así, golpeadas o rayadas . Igualmente con las vigas recuperadas y con el pavimento del piso de arriba, que se ha restituido y se ha hecho con mortero en la cal, todo en una planta que no estaba terminada y que debía destinarse antiguamente a almacén.

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Ahora esta planta alta alberga tres grandes dormitorios que, sumados a los dos que hay en la planta baja, resultan explicativos de una casa para la coincidencia temporal de mucha familia e invitados. De ahí la gran mesa comedor. De ahí la cocina, que se ha hecho de marmolina, como se hacían las antiguas, y de ahí que no tenga mucha relevancia destinar un espacio para estar en el interior. Con este entorno tan privilegiado de pinos, paredes de piedra en seco, rocas y tanta mar que la vista no puede captar, las estancias se hacen sobre todo fuera de la casa. Ésta, con sus paredes de piedra tan gruesas, es la protección de quienes pasan temporadas sin moverse, mirando la inmensidad del mar.

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Las cosas del veraneo

Una casa como esta de Llucalcari, destinada al veraneo de los miembros de una familia multiplicada y de los amigos que cada uno quiera invitar a ella, requiere muchos dormitorios y un espacio de cocina comedor con una generosa mesa. El estar, en cambio, eminentemente se realiza fuera. Tan poderoso es el paisaje de la sierra de Tramuntana como la pequeña cala incluida que posee esta propiedad.