Cada casa, un mundo

Dos casas, una historia

Les Mont-rogenques, en Barcelona. Obra del Estudi Biga

Saben que la mirada de Mercè Rodoreda recorría las calles y las casas del barrio de El Farró, su barrio. Casas parecidas a la que hoy visitamos, “con pequeños jardines con la higuera y el granado, azoteas con torreón, comedores con luces de hierro llenos de flores y dragones, cristaleras con vidrios de mil colores, unas casas donde las relaciones entre los vecinos eran, para bien y también para mal, como las de una gran familia”. Así visualizan la historia los fundadores de la cooperativa de arquitectura Estudi Biga, de Barcelona, los arquitectos Ignasi Fontcuberta y Guillem Villalta, rememorando el ambiente de un edificio que, aun así, encontraron en muy mal estado, deshabitado desde hacía mucho tiempo y con todo tipo de patologías estructurales. Para su retorno a la vida ha pesado tanto la historia del edificio y la del barrio como la voluntad de darle un giro tan respetuoso como atrevido hacia la contemporaneidad, las nuevas maneras de vivir y las necesidades cambiantes de las familias, tan diversas como pueden ser.

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Les Mont-rogenques, nombre de este proyecto de dos viviendas en un solo edificio, fueron en el primer tercio del XIX dos cases de cos (nombre de las casas tradicionales de las villas catalanas) de 4 m de anchura cada una. Después, en el mismo siglo, se les añadió una planta. Ya en el siglo XX, el Modernismo y la manera de veranear de la burguesía barcelonesa la convirtieron en una sola casa, se hizo una gran galería de vidrieras de colores mirando al jardín y se levantó el torreón-mirador en la azotea. Cuando asumieron el proyecto en el Estudi Biga, además de abandonada, la encontraron dividida en dos viviendas, una en la planta baja y otra en el primer piso. El reto para ellos a la hora de concebir dos viviendas destinadas a dos núcleos familiares de una misma familia era recuperar la historia: aquellas dos cases de cos que darían mucho más juego para la convivencia y mucho más disfrute que no dejando un edificio con un piso arriba y otro abajo. Se volvería a las cases de cos pero se buscaría la calidad espacial del Modernismo y también aquellos elementos que dejan testigo de los buenos oficios de la época.

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Ahora Les Mont-rogenques son dos viviendas de dos plantas cada una, independientes la una de la otra, con algunos espacios intercalados y con el jardín de uso comunitario, igual que la azotea y el torreón, que también se comparten. En el Estudi Biga les gusta poner en valor los usos comunitarios, la convivencia –recordemos, para bien y también para mal– entre los vecinos. Creen, como también creen en potenciar aquellas salas sucesivas tan del Modernismo, ahora desjerarquizadas, de uso flexible, que puedan ser una sala pero que también puedan dividirse. Salas que pueden ser de estar o dormitorios o comedores o varias cosas a la vez. Les gusta recuperar el Modernismo austero de aquella casa del Farró para darle un carácter nuevo y alegre, como el que han dado a las nuevas cocinas, siempre en espacios de valor de la casa; como el que han potenciado en las cristaleras de colores de la galería, pintando también las nuevas vigas metálicas. Verde, rosa; rosa, verde y el tono amarillento de las paredes desconchadas, una vez quitados los papeles pintados. Verde, rosa y el multicolor de unas baldosas hidráulicas recuperadas. No las han cambiado, ni siquiera de lugar, así que en una sala se pueden encontrar dos mosaicos diferentes. Es la expresión sincera y deshinibida de la historia.

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Los nuevos baños, esos espacios abiertos

Los baños, en Les Mont-rogenques, son espacios privilegiados. Los arquitectos del Estudi Biga entienden que, en las nuevas formas de habitar, pueden dejar de ser un lugar cerrado y auxiliar, para coger una centralidad en el día a día. En las dos viviendas que comparten este edificio, los baños –dos por vivienda, uno en la planta alta y el otro en la baja de cada vivienda– ocupan los nuevos patios, espacios de circulación bañados de luz natural gracias a unas claraboyas cuyo cristal se puede abrir para que pase el aire. Se cierran los wáteres y las duchas, mientras que los lavabos están pensados como piezas preciosas para usar, mirar y mirarse.

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