'EPIC FAILS'

La chocante quiebra de Takata, el gigante de los airbags

Marc Amat
y Marc Amat

Ese martes, enla sala de prensa donde debía comparecer Shigehisa Takada, no cabía ni una aguja. Los fotógrafos se agolpaban cerca de la tarima y los periodistas llenaban cada palmo de mesa con libretas y ordenadores. Cuando el empresario japonés apareció por una puerta lateral, los flashes lo inundaron todo. Nunca antes el director ejecutivo de Takata Corporation había levantado tanta expectación. Pero ese 25 de junio del 2015 ocuparía portadas. "El señor de los airbags pide disculpas", titularía al día siguiente la edición internacional del New York Times. El escándalo era mayúsculo.

La compañía que dirigía, especializada en la fabricación de componentes para el automóvil, había suministrado 34 millones de airbags defectuosos a las principales marcas de coches del mundo. Al menos dieciséis muertos y decenas de heridos. Ese día, un mes después de haber estallado la crisis, Shigehisa Takada comparecía por pedir perdón. “Quiero disculparme de corazón por las personas heridas y muertas -dijo el directivo, solemne, ante los medios-. Me siento muy responsable”. La fotografía de la reverencia que tomó en señal de arrepentimiento dio la vuelta al mundo.

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Durante años, lacompañía había sido incapaz de detectar un error en algunos de sus modelos de airbag, que había comportado que, en el momento de la colisión, explotaran y dispararan piezas de metal contra el conductor. En la primavera del 2013, una investigación abierta por la Administración Nacional de Seguridad del Tráfico en las Carreteras de Estados Unidos lanzó el toque de alerta. Enseguida Toyota, Honda, Nissan, Mazda, Ford, Chrysler y BMW pidieron a cerca de 6 millones de propietarios que llevaran el coche al taller para cambiarles la prenda. Al año, Takata admitió que su filial mexicana había fabricado propulsores defectuosos y emitió un comunicado. “Nos lo tomamos muy en serio -avisaron-. Fortaleceremos nuestro control de calidad e intentaremos evitar que se repita”. Pero el historial no se cerró aquí.

Las explosiones de sus airbags se siguieron produciendo. De hecho, en mayo del 2015 Takata se convirtió en la compañía responsable del mayor llamamiento realizado por las autoridades estadounidenses para llevar el coche al taller. A mediados del 2016 se calcula que ya se había pedido la retirada de unos 70 millones de prendas. En 2017 los tribunales estadounidenses abrieron procesos judiciales contra los tres principales directivos de la empresa. Pero el caso se resolvió deprisa. La compañía se declaró culpable y desembolsó 1.000 millones de dólares: 25 de multa, 125 por indemnizar a las víctimas y otras 850 para compensar a los fabricantes de automóviles.

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El 26 de junio de 2017 la empresa se declaró en bancarrota y vendió todos los activos a la estadounidense Key Safety Systems. “Sorprende que una empresa con una imagen de calidad como la que tenía Takata tardara tanto en darse cuenta del error –explica Susana Domingo, experta en estrategia y emprendeduría de la UPF Barcelona School of Management–. Tan tarde reaccionaron que el coste del escándalo los arrastró”, concluye. En el 2019, en países como Estados Unidos, Australia y Nueva Zelanda, todavía siguieron llamándose a revisión vehículos por el caso de los airbags. Y como colofón final: el descalabro de la empresa arruinó a la familia Takada, una de las más poderosas de Japón.

La lección

“Con el escándalo de los airbags defectuosos, Takata pasó de controlar el 20% del mercado mundial en la bancarrota. Pagaron el precio de no darse cuenta antes de tan flagrante error”, explica Susana Domingo, experta en estrategia y emprendimiento de la Barcelona School of Management. "Hicieron tarde", recalca.