Los cien días de Illa, centrados en la gestión

El presidente Salvador Illa ha puesto en marcha la maquinaria de gobierno con el objetivo de dar una imagen de solvencia, de dinamismo y rigor. Desde el minuto uno ha querido ir al trabajo. Desde la conciencia de tener una mayoría exigua y dependiente de republicanos y comunes, ha querido hacerse fuerte en la gestión, con gestos rápidos para afrontar, por ejemplo, el problema social más grave que tiene el país: el de la vivienda –por otra parte, una exigencia de sus socios.

Pero pronto ha empezado a chocar con la cruda realidad. La aprobación de los presupuestos será complicada y mucho menos rápida de lo que hubiera querido. A las puertas de sus primeros cien días, éste es un escollo obvio a la hora de asegurar un buen ritmo en el gobierno. El otro elige –o, si se quiere, reto– naturalmente es el objetivo de la financiación singular, elemento clave dentro del acuerdo de investidura. Si no se producen en el corto plazo avances en este terreno, puede peligrar la continuidad misma de la mayoría parlamentaria que sostiene al ejecutivo. Y, por supuesto, sobre todo planea el congreso de ERC del 30 de noviembre: el liderazgo que salga condicionará sobre modo la relación de los republicanos con el gobierno de los socialistas y, por tanto, la viabilidad del propio gobierno.

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En cualquier caso, en estos ya casi cien días Isla ha querido hacerse fuerte en su previsibilidad. Nada de sorpresas, ningún giro de guión. La hoja de ruta está marcada, y su voluntad es no desviarse: el acuerdo de investidura debe cumplirse, punto por punto. Y, en este sentido, aparte de las incógnitas catalanas también están las españolas, en las que las resistencias de propios (socialistas) y extraños (PP-Vox) a la financiación singular son y serán persistentes y difíciles de conjurar. La resiliencia de Pedro Sánchez está aquí crucial. Episodios como el de Errejón no ayudan en absoluto. En cambio, la trágica DANA valenciana políticamente habrá supuesto un respiro para el presidente español y un estremecimiento para un Feijóo que ha pasado delacoso y derribo a no saber cómo deshacerse de la incompetencia de Mazón. De rebote, Illa también ha visto cómo bajaba la presión hacia el reto catalán. Los reiterados gestos de Isla con la monarquía y la presencia institucional en Madrid forman parte de la agenda para rebajar el miedo a la financiación singular.

Pero no será fácil encontrar la fórmula mágica que satisfaga las exigencias tanto de una ERC que, a la salida del Congreso, para reponerse, necesitará un triunfo claro en este terreno, como del nuevo Junts, bajo el liderazgo , ahora ya sí orgánico, de Puigdemont, cuyo exilio sigue siendo un elemento evidente de inestabilidad. Isla puede intentar ganar tiempo haciendo avances en otros campos, por ejemplo el de la lengua, pero de momento no ha tenido prisa en este aspecto. Ha priorizado cuestiones sociales y estructurales: la agencia de atención integrada social y sanitaria, un plan de barrios, un comisionado para reformar la administración o la calendarización de las infraestructuras hídricas. Los primeros cien días marcan un camino que sigue lleno de obstáculos.