La construcción no tendría que ser el único motor de la recuperación

Se vuelven a ver obras en todas partes y muchos de los esqueletos de las fincas que después de la crisis de 2007 quedaron a medias ahora ya se están vistiendo y acabando. Todavía no estamos a esos niveles, pero varios informes, tanto catalanes como internacionales, explican que es el sector que se está recuperando más rápidamente de la crisis provocada por la pandemia e incluso auguran un boom inmobiliario que no llegaría a la dimensión del que precedió a la Gran Recesión.

Las razones, como explicamos hoy en la sección de Economía, son varias. Por un lado, porque si una cosa ha revalorizado la pandemia es la importancia de los hogares, y la demanda de gente que quería reformar o cambiar de casa para adaptarla al teletrabajo o al cambio de vida que les han provocado los confinamientos ha crecido mucho, y lo han podido hacer por los ahorros y porque los bancos se han vuelto a abrir a conceder préstamos. Además, los inversores están buscando nichos refugio porque hoy por hoy los tipos de interés son muy bajos y en el inmobiliario ven posibilidades de más rendimiento.

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Este crecimiento es importante porque tradicionalmente es un sector que atrae mucha ocupación y puede servir de refugio para gente que ha quedado fuera del mercado laboral en otros sectores más castigados o que lo tienen complicado para recuperarse. El peligro, sin embargo, es que realmente vuelva a haber una burbuja inmobiliaria que, como ya pasó antes, provoque el falso espejismo de una recuperación rápida pero no sirva para reconducir la economía catalana y española a medio y largo plazo. El margen para seguir ocupando suelo y territorio cada vez es más exiguo y fiarlo todo al ladrillo, ya se vio, es un gran error.

De momento, algunos expertos consideran que no hay peligro porque estamos todavía lejos de los picos de la burbuja de principios de siglo. Si hacemos memoria, sin embargo, recordaremos que muchos también lo aseguraban poco antes de que el crac de las hipotecas basura provocara una crisis de la que en España y Catalunya apenas empezábamos a recuperarnos cuando golpeó la pandemia. Durante todos estos años de crisis se ha hablado de la necesidad de cambiar de modelo y de evitar sea como sea repetir los errores del pasado.

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Lo que se está viendo ahora, sin embargo, hace temer que hay peligro de volver a tropezar con la misma piedra, porque la construcción es la solución más fácil. En un contexto, sin embargo, de cambio de paradigma en el que la crisis climática empuja a cambiar de modelo tanto en el consumo de territorio como de energía, habría que valorar muy bien cómo se puede encarar este aumento de la demanda de nuevas viviendas y forzar que se lleve a cabo de la manera más sostenible, tanto en cuanto a la distribución geográfica como en los tipos de materiales y la manera de diseñar las casas paar que sean más eficientes. Si no se da este debate previo, este boom inmobiliario que ahora despunta puede ser un problema serio de cara al futuro. Y más si pretendemos aprovechar los fondos europeos para dar todavía más aire. Con esto habrá que estar muy atentos, porque la construcción no puede ser el único eje de la recuperación.