Historia

Consultorios médicos y salas de fiesta: ¿cómo eran los primeros hoteles de Barcelona?

Hacemos un recorrido por la historia de los establecimientos centenarios que hay en Barcelona, ​​espacios que recuerdan los años en los que la ciudad empezó su proceso de expansión

BarcelonaEn un momento en que tenemos sobre la mesa el debate sobre cuestiones como qué modelo turístico necesita la ciudad de Barcelona o cómo regular los alojamientos de carácter turístico que han proliferado por la ciudad y que están expulsando a muchos barceloneses de sus barrios, es buen momento para mirar atrás y ver cómo se empezó a desplegar el modelo turístico de la ciudad a partir de sus establecimientos hoteleros. En este sentido, hay tres momentos históricos imprescindibles para entender la evolución de los alojamientos disponibles en la ciudad de Barcelona: en 1849, 1888 y 1929. Tres fechas que tienen que ver con las reformas urbanísticas que transformaron la ciudad, muy especialmente, con la celebración de dos eventos que sirvieron para proyectar la ciudad hacia el exterior y situarla como ciudad de interés turístico: la Exposición Universal de 1888 y la Exposición Internacional de 1929.

De todo ello habla Josefina Romero en su libro Hoteles de Barcelona (Albertí Editors), que eligió el análisis de la evolución de los establecimientos hoteleros en la ciudad para la tesina de su máster en geografía del turismo y que ahora, ya jubilada, ha decidido reconvertir en este libro que da una mirada al pasado hotelero de la capital catalana. Su punto de partida nos sitúa a mediados del siglo XIX, cuando la ciudad todavía vivía encajada entre murallas. Éste es el primer punto de inflexión, explica, "previo a todo el cambio que se vivirá en la ciudad con la desamortización o la creación del Eixample, por ejemplo". No había turistas, pero si viajantes y comerciantes que se acostumbraban a alojar en casas particulares, por las carencias de servicios y comodidades que ofrecían los alojamientos disponibles, mayoritariamente puestas que ocupaban los arrieros y los que transportaban mercancías y que se situaban fuera de las murallas "donde pasaban la noche esperando que éstas se abrieran para poder entrar en la ciudad".

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Una situación que cambió con la llegada de varios ciudadanos italianos provenientes de la región del Piamonte que revolucionaron el sector. Fueron los primeros en darse cuenta, explica Romero, que ahí había una vía de negocio si mejoraban los establecimientos para captar nuevos clientes; "creo que habría que valorar mucho más el papel que jugaron estas familias, como los Durio, los Maffioli o los Cacciami, en la creación de la industria hotelera en la ciudad". "El paso de las puestas al concepto de hotel de turismo lo dieron ellos", explica. En este sentido, la desamortización de 1836 les facilitó el trabajo, puesto que se pusieron a la venta muchos terrenos ocupados por conventos, lo que les permitió construir nuevos establecimientos, que llamaron fondas, para diferenciarse de las puestas antiguas. Curiosamente, explica Romero, "algunos de estos italianos nunca se arraigaron en Barcelona y acabaron marchando una vez hicieron fortuna, para reinvertirla en sus lugares de origen".

A partir de ahí, explica Josefina Romero, las dos exposiciones universales de 1888 y 1929 fueron fundamentales para poder "vender que se había producido un cambio en la ciudad, y no sólo en el tema de los alojamientos". "Es cuando se empieza a promocionar la propia ciudad con el objetivo de atraer a visitantes", afirma. Se aprovecha un momento histórico en el que se empieza a generalizar, entre la clase acomodada, la idea romántica "de viajar e ir a conocer mundo. Aparte, el puerto de Barcelona también se abre a América y llegan a la ciudad los que han ido a hacer las Américas o los propios negreros, que demandaban alojamientos con cierta categoría".

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Y, una vez más, son los italianos, inspirándose en este caso en el modelo francés, que empiezan a transformar sus fondas en hoteles, alojamientos de mayor categoría que se dirigen a un público con mayor poder adquisitivo. Unos nuevos espacios que también atraen a la burguesía local, que empieza a tomar la costumbre de ir para disfrutar de su cocina, mientras que las clases populares comienzan a ver las fondas como los espacios idóneos para celebrar sus fiestas. Aparte, como apunta la autora deHoteles de Barcelona, "muchos de estos establecimientos empezaron a ser utilizados por profesionales como médicos o profesores, que aprovechaban las habitaciones para establecer sus salas de consulta o sus aulas".

Promoción internacional

Fueron unos años en los que se empezó a trabajar para promocionar la ciudad a escala internacional y en los que la oferta hotelera fue creciendo, siguiendo el eje del paseo de Gràcia, hacia lo alto de la ciudad, un proceso que fue acompañado de la progresiva degradación de la parte más antigua de la ciudad, lo que provocó el envejecimiento o desaparición de buena parte de los establecimientos hoteleros que existían en la zona, que quedaron fuera de los circuitos turísticos de mayor calidad. Todo hasta llegar a un nuevo punto de inflexión, lo que supuso la celebración de los Juegos Olímpicos de 1992, que supusieron el despegue de la ciudad como referente turístico y la creación de muchos nuevos establecimientos hoteleros en todos los barrios barceloneses , principalmente a los más céntricos.

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A pesar de todos los cambios vividos, hoy en día todavía podemos disfrutar de buena parte de este patrimonio hotelero centenario, teniendo en cuenta que, como explica Josefina Romero, "los hoteles de fuera del casco antiguo, como el Majestic o el Florida, se ha modernizado mucho, pero otros situados en el centro de la ciudad han preservado su esencia, como es el caso del Peninsular, que mantiene su emblemático patio interior, el Cuatro Naciones o el Oriente, que recuerdan mucho cómo eran porque no han podido agrandarse y no pueden subir de categoría por el tipo de edificación".

Sin embargo, Romero, que también es licenciada en historia, alerta de "la amenaza que sufre este patrimonio de la ciudad por la presión urbanística". "Creo que debemos reivindicar la preservación de estos hoteles patrimoniales para que no se vean abocados a tener que cerrar puertas", opina. En este sentido, asegura que "estos hoteles centenarios reflejan la historia de la ciudad y nos permiten realizar una aproximación que nos ayuda a entender el cambio que supuso pasar de vivir entre murallas a vivir como ahora". Así, defiende el papel "importante que los hoteles han jugado en la historia de la ciudad", al tiempo que se cuestiona sobre la deriva del nuevo modelo basado en "pisos turísticos que han descontrolado mucho la presencia de turistas". "Los hoteles en el siglo XIX y XX eran el punto de encuentro de todo y de todos. En cierto modo, eran como centros sociales, e incluso algunos hacían beneficencia. Siempre han estado en relación con la ciudad, ofreciendo exposiciones u abriendo sus restaurantes o terrazas a la ciudadanía".

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Un recorrido por los hoteles centenarios que todavía hoy dotan de personalidad Barcelona

Cuatro Naciones

La Rambla, 40

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Este establecimiento ostenta el título de hotel más antiguo de la ciudad, ya que allí, en 1717, la familia Giuppini inauguró una casa de comidas. Con motivo de la Exposición Universal de 1888, el hotel pasó a llamarse Grand Hotel et Quatre Nations y en 1906 se hizo una profunda reforma. En 1929 vivió una gran crisis y cambió de nombre, para recuperarlo en 1942, aunque había perdido parte del edificio. Hoy es un hotel familiar que ocupa una cuarta parte del establecimiento original, pero que conserva algunos elementos que lo hacen singular, como las imponentes figuras de dragones de hierro de la entrada.

Oriente Atiram

La Rambla, 45

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Un antiguo colegio franciscano que el hotelero italiano Francesco Durio compró en 1841 para reconvertirlo en un lujoso hotel que también revolucionó la cocina del momento. Comenzó como fonda ya partir de la reforma de 1882 pasó a llamarse Hotel Oriente. Ha pasado por varios cambios de propietario a lo largo de los años y por sus habitaciones han pasado celebridades como Ava Gardner, Orson Welles o Maria Callas. Hoy en día está protegido como Bien Cultural de Interés Local.

Peninsular

Sant Pau, 34

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En 1876 cinco socios italianos que habían trabajado en entonces Fonda Oriente se unieron para crear la Fonda Peninsular en un edificio que había sido secularizado. Las celdas de los monjes se reconvirtieron en habitaciones y, con la Exposición Universal de 1888, el establecimiento pasó a conocerse como Hotel Peninsular. En los años 90 del siglo XX se hizo una profunda restauración para intentar resaltar los elementos modernistas de su arquitectura y uno de sus rasgos más característicos es la disposición de las habitaciones en torno a un patio central.

Regina

Bergara, 4

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Abrió puertas en 1917 en un edificio del siglo XVIII. Llegó a disponer de más de 200 habitaciones y dispuso de ascensor desde sus inicios, además de ser pionero a la hora de ofrecer habitaciones con cuarto de baño. Con la crisis posterior a la Exposición de 1929, redujo el número de habitaciones y durante la guerra se reconvirtió en hospital. Terminado el conflicto, fue necesaria una profunda reforma para reabrir puertas. Durante muchos años acogió el tradicional desayuno de escritores del día de Sant Jordi y en 2017 se realizó una renovación completa.

Continental

Rambla, 138

Los orígenes de este hotel van ligados a la urbanización de la plaza de Catalunya. El hotel, muy lujoso, se inauguró oficialmente el 1 de junio de 1892 y contaba con un café restaurante que fue punto de encuentro de artistas modernistas como Ramon Casas, de escritores como Josep Maria de Sagarra o de los políticos de referencia del momento. Durante la Guerra Civil, fue colectivizado y fue sede del Gobierno de la Generalitat, aparte de hospedar personajes ilustres como el escritor George Orwell. A lo largo de los años ha sufrido algunas modificaciones y actualmente dispone de 40 habitaciones, cuando en 1929 ofrecía 200.