La desconocida opción de vivir en una rectoría: un alquiler más asequible y estable
El obispado de Girona, a través de la Fundación Sant Martí, tiene alquiladas a particulares 131 de las antiguas dependencias donde antes vivían los párrocos de una parroquia
Navata / Puente de Molinos / Banyoles / GironaAntes de ir a vivir, ninguno de ellos sabía que las rectorías, las dependencias de una parroquia donde suelen vivir los rectores, podían alquilarse a particulares. “Buscaba una casa de pueblo y vi un cartel con un teléfono que pertenecía a una inmobiliaria de Roses, que es con la que hice los primeros tratos”, explica Nuri Frigola. Así empezaron las gestiones para alquilar la rectoría de Navata (Alt Empordà), donde vive desde el 2016 con sus dos hijos, Mateu y Eva, de dieciséis y catorce años, respectivamente. “Cuando me enseñaron por primera vez la vivienda, vi que estaba muy abandonada y que había que realizar unas cuantas reformas. En un primer momento esto me echó atrás –admite Frigola–. Pero en la segunda visita, que hice con mi familia, vi que la casa tenía posibilidades y me animé a reformarla”.
Los tratos finales los hizo con la Fundació Sant Martí, que se ocupa del patrimonio inmobiliario del obispado de Girona. Frigola calcula que se ha gastado unos 10.000 euros en reformas, por lo que durante tres años se le aplicó el llamado rescate de obras. “Si un inquilino debe hacer un gasto para realizar reformas menores en la vivienda en la que entrará a vivir, durante un tiempo se le resta una cantidad de lo que debe pagar por el alquiler en concepto de compensación por la inversión”, explica el padre Joaquín Giol, provicario general del obispado de Girona.
La rectoría de Navata, datada de 1643, está situada en el centro del pueblo, frente a la iglesia, y es una casa de 120 m² con tres habitaciones y un buen trozo de jardín. “Hay una habitación muy grande, había otra normal y una tercera muy pequeña. Me permitieron derribar un tabique para poder hacer dos habitaciones de similares dimensiones y alguna otra reforma más. En este sentido estoy contenta, porque pude hacer de más y menos, siempre de acuerdo con la fundación”, dice Frigola. Como madre que acudió con dos hijos de ocho y seis años, vivir en el centro del pueblo le fue muy bien. "Es una ventaja, y más teniendo niños. A determinadas edades lo hace todo mucho más fácil, porque pueden dar vueltas solos, lo que a Figueres no les permitiría –añade–. Además, el campanario iluminado de noche es muy bonito . Pero, ciertamente, cuando comento a la gente que vivimos en una rectoría veo que es un tema que se desconoce un poco", dice Frigola.
Rectoría de Puente de Molins
Si el edificio de Navata es del siglo XVII –aunque se ve que ha sido reformado a fondo posteriormente–, la rectoría de Pont de Molins (Alt Empordà) es del siglo XVIII, concretamente de 1784, y el inmueble no ha sido nunca reformado en profundidad. Desde hace unos nueve años vive Sidru Aiguabella, que la próxima semana cumplirá 74 años, con su perro Panxu. ”Un buen amigo, un cura ya jubilado, siempre me decía que tenía un sitio para mí cuando me jubilara, y era esta rectoría”, explica. Aquí paga menos de lo que pagaba por el piso de alquiler donde estaba en Figueres, y como la parroquia tiene un huerto a un par de minutos a pie de la rectoría se decidió a ir. "En el huerto me paso las mañanas y las tardes, es mi distracción", detalla. Aiguabella antes había trabajado de electricista y de carpintero y eso le sirvió para arreglar un poco la rectoría. Dice que para acondicionarla se gastó unos 5.000 euros.
La rectoría está adosada a la iglesia y cuando hay algún entierro o misa mensual, él la abre, pone las flores y asume el gasto de agua y luz de la iglesia. “Es poco. Lo cierto es que el obispado siempre se ha llevado muy bien conmigo, les estoy muy agradecido”, añade. En la tarea de abrir y cerrar la iglesia no tiene ninguna obligación. La Fundació Sant Martí no pide a los inquilinos de rectorías que se cuiden de nada relacionado con la parroquia a la que pertenece ni que sean creyentes. "No pedimos ni su confesión ni si son ateos o agnósticos", explica Giol.
En la rectoría de la iglesia de Sant Pere de Banyoles, Mont Fontdecaba tampoco está obligada, pero ella es más bien creyente, hace catequesis los sábados y cada día abre la iglesia para la misa diaria de lunes a sábado –que también se celebra los domingos, aunque ella no debe abrirlo ese día–. “No me importa. Es un momento, sólo tengo que bajar un piso. Siempre vienen la misma veintena de personas”, dice Fontdecaba, que vive en la rectoría desde hace cinco años con su marido, Xavier Rodeja, y el hijo de la pareja, Josep Maria. Fontdecaba pidió al párroco de Banyoles, Ramon Pijoan, con quien se conocen de toda la vida, que cuando hubiera una libre les dijera porque podría interesarles y así es como fueron a parar. “Ella es más devota que yo y tiene ese contacto”, explica su marido.
“Antes de venir aquí no sabía que se alquilaban rectorías para particulares. Un conocido de mi marido vive en la de Camós y por él lo supimos”, explica Fontdecaba. La rectoría en la que viven es del siglo XX y la edificación es bastante más moderna que las de Navata y Pont de Molins, pero también tuvieron que hacer reformas antes de entrar. "La cocina caía a pedazos, y el baño, las aberturas y la instalación eléctricas los tuvimos que hacer nuevos", dice Rodeja.
El patrimonio inmobiliario en rectorías del obispado
El obispado de Girona tiene 207 rectorías, de las que actualmente tiene 131 alquiladas, unas 60 no lo están –porque viven los rectores de sus respectivas parroquias– y 16 están pendientes de rehabilitación. "El criterio que seguimos es que debe ser de primera residencia y para unidades familiares o bien para personas solas, como en el caso de Pont de Molins", dice Giol. Con el patrimonio inmobiliario, el obispado de Girona no busca hacer negocio, sino mantenerlo en buen estado. “Los alquileres deben permitir una gestión razonable y sostenible de los inmuebles, de modo que cuando toque realizar una rehabilitación estructural de una casa, se pueda hacer –explica Giol–. Que cuando deba cambiarse un tejado se pueda asumir el gasto y se pueda ir haciendo la rehabilitación de otras rectorías que ahora mismo están cerradas”.
“El alquiler de media no alcanza los 600 euros. Siempre queremos estar algo por debajo del precio de mercado. Es un alquiler blando. En Girona ciudad por menos de 600 euros al mes no encuentras ni un piso de una habitación. Siempre se ha tenido claro que los arrendamientos deben estar por debajo del mercado privado”, añade Genís Sastregener, gerente de la Fundació Sant Martí. “El precio del alquiler depende de cada rectoría, de si tiene más o menos metros, de la ubicación, si tiene jardín o no, etc. –explica Giol–. El obispado está presente en pueblos que ni siquiera son municipio”. La duración de los contratos, que se rigen por la ley de arrendamientos urbanos, también favorece encontrar inquilinos, ya que es de al menos siete años con una prórroga de tres. “Mucha gente permanece entre diez y quince años, o más”, añade Sastregener.
En Sant Miquel de Campmajor (Pla de l'Estany), la rectoría es una masía grande que mide unos 800 metros cuadrados construidos y que lleva muchos años en desuso. A iniciativa del Ayuntamiento, el consistorio y el obispado empezaron negociaciones para realizar una prueba piloto que consiste en realizar una modificación urbanística –que todavía está en tramitación– que debería permitir que se pueda rehabilitar la rectoría y salgan nueve viviendas de protección oficial, en vez de la única vivienda unifamiliar actual. “La fisonomía exterior seguiría siendo la misma, pero haríamos una rehabilitación integral del interior. En lugar de tener una casa de 800 metros el resultado serían nueve viviendas”, explica Sastregener. Para el Ayuntamiento, que será el encargado de gestionar el perfil de los aspirantes a ser inquilinos y quedarse en este municipio de unos 250 habitantes, uno de los principales objetivos de esta rehabilitación “es porque los hijos del pueblo se puedan quedar y no tengan que marcharse", dice el alcalde, Oriol Serrà. Si esta prueba piloto sale bien se podría extender a otras masías vecinas de la zona.
Tranquilidad en muchos aspectos
Bastiaan Rogier Nierop, de los Países Bajos, vive con su mujer, de nacionalidad francesa, en la rectoría de San Esteban de Guialbes (Plan de l'Estany) desde hace varios años. Por su trabajo, ambos viajan mucho. Francia, Alemania, Inglaterra, Estados Unidos, etc., pero les gusta tener su campo base en este pequeño pueblo del Pla de l'Estany. “Nos ayudaron los vecinos del pueblo para saber cómo debíamos hacerlo para alquilar la rectoría –explica Nierop–. En mi país siempre he vivido en pueblos pequeños y valoro mucho la tranquilidad”.
“Es mucho más tranquilo que vivir en una ciudad. Y eso que yo nunca pensé que acabaría viviendo en una rectoría”, dice Aiguabella. “Pero está muy bien vivir en ella. No tienes vecinos, no molestas a nadie con el niño y sabes que no enriqueces manos privadas”, añade Fontdecaba. “Una de las cosas que me da mucha tranquilidad a la hora de vivir aquí es que me iré si yo lo decido, pero nadie me expulsará. No es de un particular que quizás más adelante necesitará la vivienda por el motivo que sea a lo largo de su vida –dice Frigola–. Sólo podría ser por un auge de vocaciones o la llegada de muchos curas y no parece fácil que esto vaya a ocurrir”. Frigola, con 51 años, no sabe si se ve viviendo en la rectoría dentro de veinte o veinticinco años. “No lo sé. No pienso en ello”, concluye.