Hablemos de dinero

Empar Moliner: "Si tengo dos duros, me los gasto"

La escritora catalana explica cómo es su relación con el dinero

La escritora Empar Moliner revive momentos de su infancia para explicar sus orígenes familiares. “Me crié en Santa Eulalia de Ronçana, en una familia de seis hermanos, y en casa teníamos problemas económicos”, explica. La autora recuerda que heredar ropa de los hermanos era una costumbre –pese a ser la mayor de la familia– y los calcetines de lana que les hacía su madre eran “motivo de burla”: “Recuerdo más los juguetes que nunca he tenido por Reyes que las que sí llegué a tener. Por ejemplo, con mis hermanos queríamos el fuerte de Comansi, pero nuestros abuelos eran pesebristas y nos hicieron uno casero. En ese momento no lo valoramos, pero hacían muchos esfuerzos”.

Moliner también explica que a los 17 años se marchó de casa sumándose a una compañía de teatro que pasó por su pueblo: “Éramos demasiado modernos para aquella época, aquella gente okupaban masías y nos habían llegado a apedrear en alguna función”. “Fue un momento económico duro y después empecé a trabajar para una empresa enganchando carteles de conciertos por Barcelona. Ahora ya puedo decirlo por qué hace muchos años de aquello, pero hice bastante dinero vendiendo aquellos carteles por mi cuenta entre los fans. Los venía a la puerta del concierto de Homes G o Bruce Springsteen y me sacaba un sobresueldo”, confiesa Moliner. La escritora dice que, con ese dinero, se marchó a Turquía una temporada.

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A su vuelta del extranjero, Moliner realizó trabajos de todo tipo en Barcelona, ​​como hacer de mascota para la cadena de decoración Els Tigres y ganar dinero mientras escribía. "El primer libro lo envié a un premio, que no gané, pero lo acabé publicando con una editorial y todavía conservo el albarán del dinero que me adelantaron en pesetas en concepto de derechos de autor", señala el escritora.

Moliner comenta que estos inicios en el mundo literario también le abrieron las puertas de los medios de comunicación: “Gracias a Sergi Pàmies empecé a trabajar para El País haciendo crónicas de fútbol, ​​algo divertidísimo”. Posteriormente, Moliner fichó para una emisora ​​de radio para hacer informativos, un trabajo con el que no disfrutaba y que dejó para dedicarse a hacer piezas culturales y colaboraciones con otros programas. "Fue absurdo ponerme a hacer noticias, no sé cómo pasé la prueba", recuerda.

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Desde entonces, Moliner ha combinado la actividad literaria con las secciones, especialmente en los medios públicos. “Siempre he hecho secciones porque he necesitado dinero y, por ejemplo, los medios públicos pagan según convenio. Pero considero que he logrado vivir como el resto de escritores y eso me hace feliz”, sentencia. Moliner precisa que los escritores sólo cobran un 10% del precio del libro y que en muchas ocasiones las compensaciones económicas de los premios literarios se usan para cubrir gastos que asumen las editoriales a la hora de publicar libros.

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En cuanto a las finanzas personales, Moliner reconoce que es autónoma y que su marido es quien le ayuda con las facturas. “Ahora tengo un gestor que me lo lleva todo, pero anteriormente tuve a otra gestora con la que tuve problemas porque me hicieron una inspección de Hacienda y acabó con una multa. Fue culpa mía por ignorante y no saber”, declara.

Vivir lejos de la ciudad

Moliner también admite que no es muy buena administrando sus gastos: "Si tengo dos duros, me los gasto". Hace poco que ha dejado la ciudad para ir a vivir con la familia a una masía, un gasto que considera “la mejor inversión”: “Siempre voy justo de dinero y por suerte tengo una hipoteca razonable, pero también vivo en las afueras de la ciudad y no tengo coche. Debería aprender a conducir porque ahora dependo de la voluntad de los extraños”.

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“Soy autónoma y sé que siempre pueden prescindir de mí si no les gusta mi trabajo”, expresa. Por eso, dice que “nunca deja ningún trabajo” y que esta situación le hace “dormir diferente”: “Claro que esto te afecta a la salud mental e, incluso, cuando me cierro a escribir en casa me siento culpable. La incertidumbre económica de este trabajo hace sufrir si tienes gente a tu cargo”. “Yo quisiera estabilidad y ya sé que mi jubilación será justita, pero no quiero pensar en el futuro. Espero haber terminado de pagar la masía entonces”, concluye riendo.