Homenotes y danzas

El emprendedor que hizo bueno el 'Reus, París, Londres'

Impulsor de negocios financieros y petroleros, Eduard Recasens acabó muriendo con 54 años

Quien más quien menos ha oído la expresión “Reus, París, Londres”, que hace referencia al peso de la capital del Baix Camp en la fijación de los precios del aguardiente en el siglo XVIII. Pero más allá de ese origen, también representa la voluntad de capitalidad y la vocación internacional de los reusenses, que han abastecido al país de algunas de sus figuras más destacadas. Sin lugar a dudas, uno de estos personajes es Eduard Recasens, que desde unos orígenes humildes llegó a construir toda una telaraña de negocios en sectores muy diversos. El encuentro providencial con el también reusense Evarist Fàbregas (empresario de raíces obreras y enriquecido gracias al comercio marítimo durante la Primera Guerra Mundial) le sirvió para dar el salto de corredor de comercio a banquero, que no es poco. Aquella primigenia entidad financiera nacida en 1916 sería la plataforma desde la que empezarían a acometer grandes aventuras empresariales, como la entrada en el capital de firmas agrícolas, algodoneras, de construcción, ferroviarias, la cementera Sanson y el madrileño Banco de Crédito Industrial.

En los negocios aún reinaba la euforia generada por la Gran Guerra, por lo que Recasens y su socio Fàbregas se atrevieron a dar un salto de dimensión para crear el Banco de Cataluña, que vio la luz en verano de 1920. Entre los accionistas fundacionales había un grupo de bancos locales y algunos apellidos conocidos como Suqué, Maristany y Pich y Pon. La aventura duró poco más de una década, pero dejó frutos destacables, como la creación del Banco de Crédito Local, el Banco Exterior de España y, sobre todo, Campsa y Cepsa, las dos petroleras españolas. La quiebra del banco llegó en tiempos de la República, en extrañas circunstancias. En medio, Recasens tuvo tiempo de ser diputado en el Congreso de Madrid por la Liga Regionalista.

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La Campsa (Compañía Arrendataria del Monopolio del Petróleo) fue la empresa creada por el Estado en 1927 en colaboración con el banco de Recasens para explotar el monopolio del petróleo durante la dictadura de Primo de Rivera . Hasta entonces el crudo que circulaba por España estaba en manos de multinacionales extranjeras, circunstancia que no satisfacía a los nuevos gobernantes. Pero dos años después, y ante el conservadurismo exasperante de la firma, que sólo quería dedicarse a la distribución, Recasens y Demetrio Carceller -ambos miembros del consejo- se sublevaron y crearon la Cepsa (Compañía Española de Petróleos), con la idea de enfocarse en el refinado y explotación de pozos. En esta aventura resultó clave el hermano de Eduard Recasens, Francisco, que logró unas concesiones a Venezuela.

La voracidad emprendedora de Recasens continuó con la constitución de una compañía aérea en la órbita del Estado y con capital y tecnología de Alemania, la Clase (Concesionaria de Líneas Aéreas Subvencionadas). Formó parte del consejo de administración representando al omnipresente Banc de Catalunya. También fue en África, porque en 1929 contribuyó a crear la Compañía Nacional de Colonización Africana, más conocida como Alena, que tenía a Guinea como ámbito de explotación. En ese viaje empresarial estuvo acompañado por el Banco Hispano Colonial, de larga tradición en Barcelona. Y esto no es todo, porque la lista de iniciativas empresariales es casi interminable: empresas de transporte, inmobiliarias, del sector de corcho, etc.

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Pero por desgracia de Recasens, las cosas cambiaron repentinamente cuando llegó la República. Como hemos avanzado, en 1931 el Banco de Cataluña, epicentro de todos sus negocios, quebró a causa de determinados movimientos gubernamentales. La salud de Recasens empezó a deteriorarse y murió coincidiendo con el fin de la Guerra Civil, con sólo 54 años.

Tras la muerte de Eduard Recasens, Cepsa se tomó tan en serio las prospecciones petrolíferas en la Península que creó una joint venture con la Socony de Rockefeller para perforar. El socio estadounidense aportó el conocimiento a través de un puñado de ingenieros que se instalaron en España y que, a su manera, dejaron huella: Bray, Fath, Anderson, Grove, Jones y Trzesnoiwsky .