El emprendedor huérfano que se apoderó del 50% de la cuota mundial
Francisco Oller fue el referente catalán en el sector de los fabricantes de tapones de corcho
La imagen de un tapón de corcho huyendo de una botella de cava como si fuera un cohete de la NASA mientras provoca un sonoro “pop!”, la tenemos asociada de forma inseparable a los momentos de fiesta y celebración. El elemento clave de la barrila es el cava, el champán, el corpinnado o como lo quieran decir; pero hay otro protagonista, mucho más humilde, sin el que no sería posible ese estallido de alegría y felicidad: el tapón de corcho. La tradición corchera catalana es antigua, potente y concentrada en un punto muy concreto del territorio del Principado: el Empordà.
En medio de alcornocales extensos, miles de manos han extraído durante siglos el material básico y del todo natural para elaborar los tapones que después harán su función dentro de las botellas de vino. Innumerables familias ampurdanesas se han dedicado a esta industria, y entre todas ellas hay una que todavía sobrevive, con un perfil internacional muy destacado: son los Oller, una empresa fundada en 1892 por Francisco Oller Martinell.
Acostumbrado de muy joven a nadar contracorriente, con sólo dieciséis años viajó al extranjero en busca de oportunidades profesionales. Las dificultades en casa se multiplicaban: en sólo cuatro años habían muerto el padre y la madre, y el pequeño negocio corchero que explotaban tuvo que cerrar en medio de una crisis de sobreproducción que afectó a esta industria catalana. A Oller el periplo le llevó al norte de Italia, al Languedoc ya la Champaña, donde tras trabajar como agente para un productor catalán de tapones decidió establecer su propio negocio. El papel de su mujer, Joana Viader, fue primordial para montar la empresa, porque buena parte de los recursos invertidos salieron de su dote (era cabalera en la villa de Bescanó, en la comarca del Gironès).
Aunque la sede de la firma estaba situada en Francia, donde residía la pareja, la principal planta de producción la instalaron en Cassà, localidad natal de Oller. En Reims (antes Champaña, ahora Gran Este) establecieron una segunda fábrica, para dotar de acabados al producto. Y es que la calidad siempre fue una obsesión de Oller, un rasgo que sus descendientes han mantenido a través de las generaciones.
La Primera Guerra Mundial dejó ver sus efectos sobre los negocios de Oller, porque sufrió la destrucción de la factoría de Reims y, además, la demanda de tapones de corcho en las zonas consumidoras de Francia se redujo de forma importante. Las principales consecuencias de estos hechos fueron el aumento de peso de la fábrica de Cassà dentro de la empresa de Oller y el enfoque hacia el mercado de champagne catalán en el Penedès, un sector que entonces empezaba a hacerse un sitio .
Cabe decir que, un siglo después, estas dos factorías, la de Cassà y la de Reims, se mantienen todavía activas dentro de la empresa. Durante la década de los años veinte, el negocio familiar creció tanto que Oller logró copar el 50% de la producción mundial, algo realmente insólito en cualquier mercado.
Poco tiempo más tarde vendría la diversificación de las inversiones, con la adquisición de un hotel llamado Rocafosca en la Costa Brava. Un par de años después del fin de la Guerra Civil, Francisco Oller murió, pero dejó las bases para que el negocio siguiera expandiéndose.
Hoy en día, la empresa muestra orgullosa los más de ciento veinte años de historia y continúa al pie del cañón del sector corchero, con unas ventas cercanas a los 30 millones de euros anuales. Desde hace algunos años, está integrada en la multinacional Amorim Cork, de origen portugués y que ostenta el título de ser líder mundial en tapones de corcho para vino (la multinacional tiene cerca de un 90% del capital de la firma catalana ). Los Amorim son, de hecho, una de las principales fortunas de Portugal.
Y hablando de familias, no podemos dejar pasar que una de las ramas de descendientes de Francisco Oller, y que se mantiene todavía hoy vinculada a la empresa, son las Navidades, una estirpe que tiene algunos miembros suficientemente conocidos, como Joaquim y Rafael Nadal Farreras, consejero y periodista, respectivamente.