El emprendedor que hacía sacos de trinchera para la Gran Guerra
Josep Gimferrer creó su pequeño imperio con cincuenta años y tuvo un ejército de medio millar de empleados
A principios de año se estrenó con gran repercusión la película de Sam Mendes 1917, que ofrece un relato cercano y emotivo de la Primera Guerra Mundial. Su principal protagonista, el soldado Schofield, comparte relevancia con la presencia constante de las trincheras del frente de batalla, elemento icónico de ese conflicto bélico. Zanjas excavadas en el suelo rodeadas de sacos de arena. Hasta aquí una imagen bastante conocida. Pero lo que nos afecta directamente, y que quizá sorprenda a muchos, es que buena parte de esos sacos de yute habían sido fabricados en Catalunya por la empresa que la familia Gimferrer tenía en el Empordà.
Todo comienza muchos años antes, cuando Josep Gimferrer, natural del Puente de Vilomara (Bages), da una nueva dimensión a la actividad de tejedores de su familia. Aprende todas las técnicas del negocio, practica incansablemente por mejorar y acaba dirigiendo varias fábricas, tanto en Cataluña como en España. Pero aún no le basta, no quiere ser sólo un director de negocios ajenos sino que entre sus planes de futuro está el de tener su propia fábrica.
Después de dar la vuelta por España trabajando como responsable de producción, decide volver a Cataluña y destinar los ahorros a montar su propia firma. No es un joven emprendedor, porque cuando crea la sociedad que llevará su nombre ya ha entrado en la cincuentena, pero tiene energía suficiente para sacar adelante el proyecto. La casa José Gimferrer, Sociedad en Comandita, se funda en mayo de 1914 ante el notario de Figueres, nada menos que Salvador Dalí Cusí, padre del célebre genio de la pintura. La sede inicial de la empresa se establece en Pont de Molins (Alt Empordà) y se dedicará a un único producto: los sacos de yute.
El empuje inicial provino de la necesidad que tenía el ejército francés de acumular sacos terruños para abrir trincheras. Otro buen cliente de los inicios fue la harinera de Barcelona Viuda de Palés. Curiosamente, casi medio siglo después, un miembro de la familia Palés será candidato a la presidencia del FC Barcelona, pero sin demasiado éxito.
La firma de los Gimferrer, que se había ido consolidando en los cuatro años posteriores a la fundación, experimentó su primer cambio importante en 1918, cuando trasladaron la producción cerca de Banyoles por razones familiares. La mujer de Josep Gimferrer, Concepción Hereu Corominas, era natural de Cornellà del Terri. Pero el gran salto fue un año más tarde, cuando la Sociedad General Azucarera dio un pedido de nada menos que 200.000 sacos. Ante el reto, a Josep Gimferrer no le tembló la mano y aprovechó la oportunidad para rediseñar el proceso productivo y construir una potente red comercial. Como el volumen del pedido era demasiado grande, la firma estableció una serie de alianzas con competidores para poder hacerle frente. Este cliente será el primero de una larga lista de empresas importantes que empezarán a confiar en Gimferrer durante la década de los veinte, y que continuarán muchos años en la cartera de clientes. Entre ellos sobresalían firmas como Asland, Uralita, Cross o Trasmediterránea.
La continua adquisición de maquinaria puntera del extranjero, sobre todo de Escocia, permitió a José Gimferrer, SA -conocida localmente como “les Saques”- mantenerse siempre en primera línea del sector, pero llegar a mediados de los años treinta con una plantilla superior al medio millar de trabajadores y exportando a Europa parte de su producción. En aquella época ya era una empresa clave en el Pla de l'Estany, hasta el punto de que habría costado gran esfuerzo encontrar a alguna familia de Banyoles que no tuviera ningún vínculo laboral.
Con la muerte de Josep Gimferrer Serrallonga en 1943, la segunda generación de la familia cogió el relevo al frente de la empresa. El hijo mayor del fundador, Antoni Gimferrer Hereu, tomó las riendas de la sociedad, donde había empezado a trabajar muy joven. El sueño de su padre iba a toda máquina, pero aún faltarían unos años para llegar al cenit del negocio. Superados con resignación un par de incendios devastadores, el fabricante de sacos de yute continuó su crecimiento imparable hasta mediados de los setenta, cuando la irrupción de los sacos de plástico les hizo perder cuota de mercado. Más tarde fue la competencia de la mano de obra de la India la que complicar aún más el panorama, para terminar, en los años ochenta, con la empresa desangrándose con expedientes de reducción de empleo continuos, hasta bajar la persiana en 1989. Habían sido 75 años de éxito fruto del sueño del emprendedor Josep Gimferrer.