Homenotes y danzas

El empresario protagonista de la teoría de la conspiración más célebre de Italia

Enrico Mattei (1906-1962) fue el hombre que hizo de Italia a un actor internacional en el campo de los hidrocarburos

El otoño de 1962 fue especialmente caliente, con la crisis de los misiles cubana como epicentro de todo. El 22 de octubre de ese año, JFK, como presidente de Estados Unidos, hizo una alocución televisiva en directo para anunciar que habían descubierto misiles soviéticos instalados en Cuba: “Durante la semana pasada, algunas evidencias fuera de toda duda han demostrado que actualmente existen en preparación toda una serie de bases de misiles ofensivos dentro de esta isla cautiva”. Los soviéticos retrocedieron en sus intenciones, por lo que el incendio quedó extinguido poco tiempo después, pero, eso sí, existe el consenso de que nunca el mundo había estado tan cerca de un conflicto nuclear como en aquellas fechas octubre de 1962.

Pocos días después de esto, el 27 de octubre, un jet privado que sobrevolaba el norte de Italia en dirección a Milán se estrelló sobre la localidad de Bascapé (Lombardía), lo que causó la muerte de todos los que iban a bordo. Una de las personas que viajaban era Enrico Mattei, verdadero self-made man y hombre clave de la industria petrolera italiana. Aún hoy no están claras las causas que provocaron la caída del avión, pero dado que Mattei acumulaba amenazas de muerte, las sospechas de atentado corrieron como la pólvora.

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Nacido en una región de la costa del Adriático, Mattei tuvo unos orígenes tan humildes que ni siquiera pudo cursar estudios superiores (llegó a intentar matricularse en la Universidad de Camerino, en su región natal, pero va tener que abandonar la idea por la falta de recursos económicos de su familia). Nada hacía prever que años más tarde sería uno de los hombres más poderosos de Italia. Pese a tener todos los elementos en contra, su inteligencia natural, más una voluntad de hierro y grandes dosis de audacia, le permitieron escalar posiciones en la sociedad a gran velocidad. Su primer trabajo fue de aprendiz en una factoría de cueros encurtidos, donde en poco tiempo llegó a ocupar la plaza de responsable químico. Durante los años posteriores fue prosperando en la industria química, en el segmento de los colorantes, hasta crear su propia empresa. A principios de los años treinta metió la nariz en el Partido Nacional Fascista de Mussolini, pero la experiencia no le debió de convencer porque en la década siguiente le encontramos luchando contra el fascismo y en el tramo final de la Segunda Guerra Mundial plenamente integrado en la resistencia italiana. En esa época ya se había acercado a la democracia cristiana, el movimiento político al que estuvo vinculado el resto de su vida.

Refundador de un emporio petrolero

El principal giro en la trama de su vida fue tras el conflicto bélico, porque el gobierno italiano –en manos de los democristianos– lo nombró presidente de Agip (Azienda Generale Italiana Petróleo), la compañía pública del petróleo que habían fundado los fascistas en la década de los veinte. El mandato que le contagiaron fue claro: desmontarla lo antes posible. Pero él tenía otros planes. Con el argumento sólido de que en Italia había suficientes reservas de petróleo y de gas para autoabastecerse y no depender de países terceros, Mattei no sólo se negó a bajar la persiana de Agip, sino que la potenció hasta extremos nunca vistos, para disgusto de alguien que lo miraba desde fuera. En el marco de esta política creó también ENI (Ente Nazionale Idrocarburi), que tuvo como objetivo la explotación de campos petrolíferos en el norte de África y Asia Menor, facilitando acuerdos con los gobiernos locales bastante más ventajosos que los que firmaban las demás multinacionales del oro negro. También firmó un pacto para comprar petróleo soviético, en plena Guerra Fría. Antes hemos dicho que alguien no miraba con buenos ojos los proyectos de Mattei, y no eran otros que los miembros de las Siete Hermanas, el cártel del petróleo formado por siete compañías, mayoritariamente americanas, que había controlado el mercado desde la década de los años veinte. Tampoco estaban satisfechos sus gobiernos, sobre todo el de Estados Unidos.

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Con el suministro de petróleo garantizado, a finales de los cincuenta Mattei apostó también por la energía nuclear, para la que dispuso de tecnología británica. La Navidad de 1962 estaba prevista la primera prueba nuclear, pero Mattei no estuvo a tiempo de verla porque dos meses antes el avión al que viajaba sufrió el accidente que explicábamos al inicio de este texto. La muerte de Mattei se ha convertido desde entonces en uno de los grandes misterios de la historia de Italia, con muchas voces que hablan de asesinato y no de accidente. El propio Pier Paolo Pasolini hizo su propia búsqueda, pero lo mataron antes de poder terminar el libro que estaba escribiendo.