Familia

Cómo gestionar una buena separación (para los niños)

Los hijos lo viven como una pérdida pero dependerá de los padres que no sea traumática

BarcelonaMarta (nombre ficticio porque prefiere mantener el anonimato, puesto que todavía está en trámites de separación) hace cuatro meses que tomó la decisión de divorciarse de su marido. Tienen un hijo de 5 años que vive una semana con cada uno. "Dar el paso fue duro sobre todo porque él no se lo esperaba, pero nuestra relación no tenía sentido: se pasaba todo el día trabajando y solo aparecía para dormir y yo cuando salía del trabajo parecía una madre soltera", explica. Quizás porque precisamente no se lo esperaba, dice Marta, la separación ha sido complicada. Entre ellos la comunicación es prácticamente nula, todo es vía correo electrónico, y no se ponen de acuerdo en temas tan básicos como la alimentación o las rutinas diarias. "Yo soy muy ordenada y estricto y él todo lo contrario", explica.

"Situaciones como esta hacen que tanto los padres como los hijos sufran todavía mucho más ante una separación", explica Dolors Liria, psicóloga y psicoterapeuta y vicedecana del Colegio Oficial de Psicología de Catalunya. "Si los padres se ven desbordados, no se ponen mínimamente de acuerdo y cada decisión es un conflicto que acaba afectando a los hijos, hay que pedir ayuda", alerta.

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El año pasado se produjeron en Catalunya 15.755 rupturas de pareja entre divorcios, separaciones y nulidades, según el Instituto de Estadística de Catalunya (Idescat). Es un 17% del total que se registraron en España y un repunte de más de 1.800 de las parejas que se rompieron en 2020, el año en el que estalló la pandemia, que provocó la paralización de muchos trámites judiciales debido a los meses de confinamiento. Teniendo en cuenta que como mínimo desde el 2000 esta cifra (excepto, como decíamos, el año que llegó el covid) no ha bajado nunca de las 15.000 rupturas, ¿cuáles son las claves para gestionar un buen divorcio?

Culpable y frustrada

"Te sientes culpable y frustrada porque le rompes la familia a tu hijo", admite Marta. A pesar de que la separación sea querida, siempre se produce una pérdida que necesita su luto y en la que predominan sentimientos también como la tristeza, el enojo, la angustia o la incertidumbre porque se desmenuza el futuro que se había construido con la pareja. "No sé si podré" es seguramente la frase más repetida, explica Berta Sugrañes, psicóloga y psicoterapeuta familiar, porque el peso que hasta ahora se llevaba entre dos (económico, social, etc.) ahora pasa a llevarse solo. Aun así, las dos psicólogas insisten en que hay que coger distancia emocional y poner el foco en los hijos.

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El primer paso es cómo se les comunica que los padres se separan. "Se tiene que hacer cuando la decisión está tomada", puntualiza Sugrañes. Muchas veces la etapa predivorcio suele ser larga y genera mucha tensión, cosa que hace que a veces el padre o la madre haga intervenir a los hijos para hacerlos cómplices. "Es una mala praxis porque las criaturas lo viven como una cosa difícil y dolorosa y una separación no tiene por qué ser un motivo traumático si los padres lo llevan de una manera sana y equilibrada", añade Sugrañes.

Cuando se comunica lo ideal sería hacerlo los dos miembros de la pareja juntos sin culpabilizar a nadie y teniéndose mucho respeto. "Se acostumbra a decir: nosotros seguimos siendo tus padres aunque no seamos pareja; por lo tanto, te tienes que quedar tranquilo porque estaremos siempre aquí", apunta Sugrañes. Es importante a la hora de hacerlo evitar llantos o mostrar rabia ante los menores para que tengan claro que su seguridad, que se sustenta en sus padres, se mantiene. Además, no se tendría que entrar en el conflicto de fondo de la pareja para que el hijo no sienta que se tiene que posicionar a favor de uno o el otro. "Siempre, sin embargo, se tiene que hablar desde la sinceridad adaptando el discurso a la edad de los menores", apuntan las dos psicólogas.

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Periodo de luto

"Mi hijo todavía no es muy consciente de qué está pasando porque es muy pequeño, pero sí que a veces pregunta si el padre no volverá a casa", reconoce Marta. Como pasa entre los adultos, los menores también lo viven como una pérdida y necesitan su periodo de luto. Un trance, explican las expertas, que ahora es más fácil de pasar que hace veinte años porque, tal como demuestran las cifras, hay muchas más parejas separadas y entre sus compañeros de clase seguro que hay más de uno que también está en esta situación o la ha vivido. "Los niños tienen una capacidad de adaptación más elevada que los adultos y cómo lo gestionen los menores dependerá mucho de cómo lo hayan hecho los padres", explica Liria.

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Ir a la par es, precisamente, el trabajo "más complicado" para las parejas que se rompen porque arrastran una mochila emocional dolorosa, porque el motivo de la separación también lo puede hacer difícil o también por la dinámica de relación que llevaban (si alguien de los dos tenía más peso en la relación, por ejemplo). "La clave es no desenfocarse de los hijos, tener muy claro qué necesitan ellos; y en caso de que no se pueda hacer, cosa que pasa en muchas ocasiones, hay que buscar un profesional que los ayude externamente para pasar por este tránsito", apuntan las psicólogas. Dejarse llevar por la intensidad emocional por la que pasa la ex pareja es precisamente el error más habitual que suelen cometer los adultos.

Qué hacer y qué no ante una separación

La psicóloga clínica infantil y juvenil del área de salud mental, Laia Mollà Cusí, recoge en el Observatori Faros del Hospital Sant Joan de Déu qué es aconsejable hacer y qué se tiene que evitar para gestionar una separación.

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Qué hacer

  • Asegúrate de que los dos padres seguís implicados en la vida del niño.
  • No busques apoyo en tu hijo, sino en otros familiares adultos, amigos y, si hace falta, en profesionales de la salud mental.
  • Estad los dos presentes durante la conversación, explicadles conjuntamente qué ha pasado. Adaptaos a la edad, grado de madurez y temperamento del niño.
  • Un mensaje fundamental: lo que ha pasado es un asunto entre la madre y el padre, y el niño o niña no es culpable en absoluto.
  • Buscad maneras de continuar los dos presentes en la vida de los hijos.
  • Buscad maneras de mantener una relación saludable con los dos progenitores.
  • Informadles sobre lo que cambiará en su vida cotidiana y sobre lo que no cambiará. Reduce al mínimo la alteración de las rutinas cotidianas de los niños.
  • Ante todo, ofrece a tu hijo todo tu apoyo, y ayúdalo a expresar con palabras sus sentimientos antes de ofrecerle otras formas materiales de sentirse mejor.
  • Respetaos mutuamente por el beneficio de los hijos. Mantened los conflictos, peleas y discusiones, así como los comentarios de los aspectos legales del divorcio, al margen de los niños.
  • Dadles permiso para aceptar a nuevas parejas del otro progenitor.
  • Decidles con palabras y acciones que pueden seguir queriendo al otro padre.
  • Aseguraos de que los hijos entienden que la ruptura de los padres no implica cambios en la relación con los hijos.
  • Ayudadlos a transitar el proceso de cambio, aceptando y validando las emociones que puedan tener los hijos.
  • Trabajad para hacer equipo de padres.
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Qué no hacer

  • No utilicéis a los hijos como testigos, mensajeros o árbitros de las discusiones entre progenitores.
  • No intentéis evitar que la separación los afecte.
  • No invalidéis sus emociones.
  • No hagáis regalos o diversiones para evitar que estén tristes o enfadados.
  • No os critiquéis o despreciéis ante los hijos.
  • Tened en cuenta que todo lo que se haga para perjudicar al otro progenitor acabará repercutiendo negativamente en los hijos.
  • No los pongáis en situaciones en las que tengan que posicionarse con un progenitor o el otro.
  • No utilicéis a los hijos como instrumento para vengarse del otro, conseguiréis resentimiento hacia vosotros.
  • No utilicéis a los hijos como espías, no fiscalicéis lo que hacen cuando están con el otro progenitor. No lo hagáis sentir desleal con uno o el otro.
  • No hagáis comentarios negativos respecto al otro progenitor, de resentimiento y de darle la culpa, muy especialmente si tenéis a los hijos delante.
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