Henri Deterding: el hombre que desafió a los Rockefeller
El holandés Henri Deterding fue una figura clave en la Royal Dutch Shell, empresa que auspició y que aún hoy perdura
El 21 de marzo de 1926, La Vanguardia explicaba que “el neerlandés Henri Deterding y el armenio Gulbenkian han reñido y ahora son enemigos mortales. ¿Quiénes son Deterding y Gulbenkian? Dos de los tres reyes del petróleo (el tercero es Rockefeller). Deterding y Gulbenkian se conocieron en Java hace treinta años. Eran pobres. Eran atrevidos. Querían enriquecerse. Y asociaron sus miserias y sus energías. Descubrieron unos yacimientos petrolíferos y los anunciaron. Algunos ricos neerlandeses les adelantaron fondos. En pocos años, la insignificante sociedad creció, se desarrolló, se extendió por Malasia y después por el océano Pacífico. Era Royal Dutch, la pesadilla de Rockefeller”.
Como se puede comprobar, hace cien años los magnates del petróleo eran verdaderas estrellas que entregaban batallas míticas por el control del oro negro, materia prima que ya empezaba a ser el motor que movía el mundo. De Calouste Gulbenkian ya hablamos, pero ahora conviene poner la lupa sobre su enemigo íntimo, el neerlandés Henri Wilhelm August Deterding.
A los treinta años de edad puso los pies por primera vez en la Royal Dutch Oil Company, después de haber engordado el currículo trabajando para la Netherlands Trading Society (NTS), una compañía que comerciaba con las Indias Orientales y que hoy es el banco ABN-Amro. En las pruebas de acceso para la NTS obtuvo el número uno de la promoción. Un debut así le permitió entrar más tarde en la Royal Dutch como asistente de otro mito del oro negro, August Kessler, verdadero fundador de la compañía.
La muerte prematura del líder, con sólo cuarenta y seis años, permitió a Deterding tomar el mando de la firma e iniciar un largo periodo, de 36 años, en el que el ejecutivo de Amsterdam controlaría los destinos de la compañía petrolera, seguramente el período más decisivo para la empresa.
Su mandato se inició bajo el convencimiento de que la internacionalización de la compañía era clave para su crecimiento y, sobre todo, que era necesario que todos los productores de petróleo actuaran de forma coordinada para convertirse en más eficientes y, especialmente, para poder hacer frente al gran magnate de aquel tiempo, John D. Rockefeller. Una muestra de este talante fueron los acuerdos con la británica Shell, liderada por Marcus Samuel, que darían lugar al Asiatic Petroleum Company, donde también se encontraba la familia Rothschild. El acuerdo acabaría desembocando en fusión (1907) para hacer nacer a Royal Dutch Shell, una firma que perdura todavía. Entre 1907 y 1914 los activos de la empresa casi se triplicaron, y además de poner en marcha la producción en varios países (Rusia y Venezuela, sobre todo), logró poner un pie en Estados Unidos, hasta entonces territorio controlado por Rockefeller.
El poder acumulado por Deterding hizo surgir visiones conspirativas en virtud de las cuales el ejecutivo disponía de una agenda secreta para influir en el mundo, pero muy probablemente su incidencia en el ámbito político era más bien un aspecto colateral de su actividad ordinaria, porque su único interés era hacer negocio. Un momento en el que su influencia salpicó la política fue durante la Primera Guerra Mundial: los británicos consideraron que su apoyo como proveedor de los aliados fue clave para su victoria y le premiaron con el título de Sir.
En paralelo a estas amistades, también se convirtió en un gran enemigo de la Unión Soviética y colaborador de sus opositores. Su relación con ellos fue tan estrecha que acabó casando con la hija de un general de la Rusia Blanca. Las sombras sobre su figura aparecieron cuando se le atribuyeron ciertas simpatías por el régimen nazi antes de la Segunda Guerra Mundial, algo que acabó provocando su dimisión de la compañía. Curiosamente, su sustituto después de jubilarse como primer ejecutivo fue August Kessler Jr., el hijo del que le había dado la posibilidad de llegar a lo más alto de la pirámide. Sin duda, Deterding fue un gran talento, pero como decía el obituario del The Times de Londres, "como la mayoría de empresarios de éxito, Deterding le debía mucho a la suerte".